¿Y el plan B?

A  mayores tasas de rendimiento en el mercado de dinero, menos tentación a salida de capitales extranjeros de cartera

Foto: Banco de México

A mayores tasas de rendimiento en el mercado de dinero, menos tentación a salida de capitales extranjeros de cartera

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Dolorosas pero necesarias, como decía la jerga priista, las medidas reactivas del Banco de México frente a los vientos huracanados que soplan del exterior son insuficientes ante el vendaval. El clamor habla de un programa emergente.

Como usted sabe, en acto reflejo a una acción similar de la Reserva Federal el instituto central elevó la tasa de interés referencial, lo que en el papel atenúa la posibilidad de fuga de capitales golondrinos y un eventual brote inflacionario.


La lógica es simple: a mayores tasas de rendimiento en el mercado de dinero, menos tentación a salida de capitales extranjeros de cartera. Y a mayor atractivo para el ahorro bancario, menos circulante.

El problema es que en el reverso de la moneda se incrementan a su vez los réditos para préstamos productivos justo cuando el país reclama mayor flujo de inversiones.

La mesa, pues, quedó desbalanceada.

La reciente reunión en torno del actual secretario de Hacienda, José Antonio Meade, de ex titulares de la SHCP había abierto una rendija de esperanza en la posibilidad de constituir un consejo de notables para diseñar la anhelada estrategia de cara al efecto Trump.

Ahí estaba David Ibarra; quien enfrentó la crisis de pagos del país durante el sexenio lopezportillista, en cuyo escenario México estuvo a punto de caer en default frente a su deuda externa.

Ahí estaba Pedro Aspe, quien enfrentó los estragos del derrumbe bursátil de 1987 planteando la idea de los pactos intersectoriales que obligaban a todas las partes a poner su semilla para evitar el colapso.

Ahí estaba Francisco Gil Díaz, quien logró reducir drásticamente la carga de la deuda externa vía la estrategia de cambiar deuda nueva por vieja… en condiciones de servicio menos asfixiantes.

Entre los ausentes se ubicaba Guillermo Ortiz, quien diseñó la salida atropellada del país frente al “error de diciembre” que provocó la megadevaluación de 1994 y la consiguiente crisis de pagos de deudores bancarios que desembocó en el Fobaproa.

Otro ausente fue José Ángel Gurría, quien recorrió el mundo en busca de renegociar la deuda externa.

Coyuntura

El escenario se volvió más álgido ante la renuncia del gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, para ocupar la gerencia del Banco de Pagos Internacionales, lo que se interpretó como graciosa huida, por más que la salida será en julio próximo.

Soslayada la posibilidad de convencerlo de mantenerse en el cargo ante la magnitud de la tempestad, el gobierno está dejando correr la incertidumbre al no adelantar el nombre del reemplazante… quizá porque hay que ubicar con lupa una figura capaz de generar confianza internacional.

Hace poco los analistas criticaban severamente la pasividad oficial para enfrentar el incierto.

Unificada la mayoría de la población ante lo que pareciera animadversión compulsiva hacia la causa del país del presidente electo de Estados Unidos, se abre una coyuntura para orientar el común denominador hacia la trinchera.

El rector de la UNAM, Enrique Graue, hablaba hace poco de “pasión y arrojo” para enfrentar el panorama económico adverso.

¿Se pasmó el gobierno?