Concertacesiones, no reforma

A lo largo del siglo XX, de la Constitución de 1917 a la reforma electoral de 1996, el objetivo de la libertad de voto buscó eliminar al PRI de las estructuras electorales.

Foto: NTX
A lo largo del siglo XX, de la Constitución de 1917 a la reforma electoral de 1996, el objetivo de la libertad de voto buscó eliminar al PRI de las estructuras electorales.
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A lo largo del siglo XX, de la Constitución de 1917 a la reforma electoral de 1996, el objetivo de la libertad de voto buscó eliminar al PRI de las estructuras electorales, lo que llevó el modelo a una verdadera reforma política. De 1996 a la reforma de 2007, las modificaciones electorales entraron en una lucha de poderes ajena a la democracia. Ahora viene otra reforma electoral.

En España, a la muerte de Franco, la sociedad política decidió una transición a la democracia que comenzó con la ley de la reforma política, que no fue otra cosa que garantizar la libertad de voto para que la representación política obedeciera a la voluntad de los ciudadanos.


En México las reformas electorales han avanzado, pero los partidos se han encargado de neutralizarlas, por lo que nacieron con su contraveneno.

De ahí que cada reforma haya necesitado mayores reformas. El caso más específico es el Instituto Federal Electoral: la reforma de 1996 lo ciudadanizó y ello permitió en 2000 una alternancia sin conflictos. Luego se vio la ineficacia del IFE en las elecciones de 2006 y 2012.

La estrategia partidista es la de complicar el proceso electoral, porque ahí todos salen ganando. El error de origen radica en que las leyes electorales han sido realizadas por los partidos y votadas por los partidos. La reforma política española fue redactada por el presidente Suárez antes de tener alguna representatividad partidista y en la lógica de construir la democracia.

La próxima reforma electoral apareció como una condicionante del PAN y algo del PRD para debatir la reforma energética; es decir, aparece como rehén. Por tanto el PAN buscará crear nuevas reglas que afecten al PRI, sin entender que la experiencia política del PRI se puede saltar cualquier reforma porque el problema no es de procedimientos sino de comportamientos y porque la sociedad mexicana fue educada a lo largo de tres generaciones por la cultura política priista. La reforma electoral de 2007 celebró que le hubieran cortado algunos tentáculos al PRI, pero el tricolor ganó con siete puntos de ventaja sobre el segundo lugar.

A lo largo de los años la oposición al PRI ha intentado derrotar al PRI en las reformas y no en la construcción de una cultura democrática o en la organización de partidos fuera de las tradiciones del tricolor. Si el Instituto Nacional de Elecciones se pudo ver como una forma de sacar las manos de los gobernadores de los procesos electorales —como antes las tenía metidas el presidente de la República—, desde ahora se perciben indicios de que tampoco será posible.

Deuda

La democracia mexicana no necesita de reglas, sino de comportamientos democráticos de sus protagonistas. El PAN podría arrancarle verdaderas reformas al PRI si buscara la democracia y no solo atarle las manos al tricolor. Los tres partidos debieran reunirse para diseñar una verdadera y profunda reforma política que siente las bases reales de una democracia, con instituciones que no necesiten vigilancia ni de partidos que metan las manos en los institutos electorales.

Como están las cosas, más valiera no hacer ahora ninguna reforma electoral parcial y defectuosa y dar tiempo a un verdadero acuerdo democrático que lleve la reforma política a la libertad de voto. Y los partidos debieran asumir desde ahora la necesidad de fundar la democracia no en elecciones de suyo manejables, sino en una cultura política que hasta ahora la transición nos sigue debiendo.