EDUCACIÓN SUPERIOR EN LIBERTAD

“La UNAM da cabida a todos los estratos sociales”.

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El fomento y creación de pensamiento crítico, plural, con consciencia social y con base en concepciones humanistas y científicas debe considerarse como un real patrimonio y objetivo en un país. Gran parte del avance y edificación positiva de cualquier sociedad descansa sobre la capacidad que esta tenga para alojar una estructura educativa que retribuya a la misma con formación en libertad y generación de conocimiento libre de contaminación doctrinaria.

Por eso un enorme esfuerzo de igualación social es la provisión de educación universal como una labor inalienable del quehacer estatal. A partir de ella se puede concebir la construcción de comunidades emanadas de la educación pública que, en virtud de su enorme pluralidad y composición, bien pueden encauzar el progreso desde distintas visiones de país y desde distintos enfoques y creencias.

Cada nación de este planeta cuenta con proyectos educativos que son piedras angulares en su desarrollo y constituyen el semillero de talento humano requerido para la elevación de las capacidades profesionales de su población. En el caso mexicano ha sido largo el trayecto histórico que ha permitido constatar que, al igual que en la tendencia mundial, una universidad como la UNAM es sinónimo de trascendencia institucional, mucho más allá de las oscilantes tendencias ideológicas que la han envuelto en el contexto de siglos de gobiernos de todos los tipos y colores posibles.


La UNAM ha sido protagonista indiscutible de la transformación como nación y hogar del conocimiento y la libertad de cátedra y pensamiento; ahí precisamente es donde pacta su trascendencia. Mimetizarse con una única doctrina o ideología destruiría su capacidad de permanencia al no alojar todas las formas de pensar; al no honrar la generación de todo el conocimiento posible que no admite exclusividad ideológica.

Libertad

Esa pluralidad constante la acredita y fortalece. La UNAM es un crisol multicromático que da cabida mediante el mérito a todos los estratos sociales. Da oportunidad de formación profesional de calidad a más de 366 mil alumnos que provienen desde el municipio más humilde de nuestra patria o desde la más encumbrada posición socioeconómica. Es en esa conformación donde por igual es imposible encasillarla en solo una tendencia de pensar, por más presente que la misma se encuentre en el ambiente. Lo anterior ya es un hecho probado a través del tiempo: la Universidad Nacional como proyecto educativo y cultural está blindada contra ser propiedad ideológica de nadie.

Pero más allá de la apreciación contextual de una institución acreditada cabe la reflexión del presente sobre cuán importante resulta fortalecer ese proyecto nacional de educación transformadora. La UNAM, así como la generalidad de las universidades públicas y privadas del país, no deben sujetarse a mayor política educativa que a la atingencia de la oferta con los requerimientos de la actualidad, así como refrendar y fortalecer su compromiso social a efecto de generar mejores y más solidarias comunidades.

Afortunadamente cada vez más universidades en el país adoptan esta visión de bienestar colectivo incluyente, sumándose incluso aquellas a las que se tildó de elitismo. Lejos de la rancia demagogia la universidad pública se constituye como una universidad del pueblo al generar mayores vínculos comunales y al honrar su capacidad de provisión de educación con base en rigor científico, pero apegada a valores de enaltecimiento humanistas.

Mucho hay por mejorar en la educación pública, no hay duda. No solo está la vital provisión de recursos para su subsistencia y operación, sino limpiar los caminos para que el río caudaloso de la educación fluya con total libertad. El apego obligado a afinidades generalmente culmina en conflagraciones ante lo incontenible que es el pluralismo en un universo tan vasto como lo es la Máxima Casa de Estudios.

Hablar más de su importancia y trascendencia quizá sería una defensa que la UNAM no necesita. Tener en cuenta su aportación más allá de la enorme influencia que tiene en la vida nacional lleva a poner de nueva cuenta en el centro de la discusión la importancia de la libertad trasladada a la educación en lo general. México no precisa de rumbos polarizados, mucho menos donde se debe remar parejo a favor del progreso luminoso.