Dies irae

 En materia financiera el mundo está en “territorio inexplorado”.

Foto: Víctor Lipov

En materia financiera el mundo está en “territorio inexplorado”.

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Dies Irae (Día de la ira) es un famoso himno latino del siglo XIII atribuido al franciscano Tomás de Celano (1200-1260), amigo y biógrafo de San Francisco de Asís. Suele considerarse el mejor poema en latín medieval.

El poema describe el día del juicio final con la última trompeta llamando a los muertos ante el trono divino, donde los elegidos se salvarán y los condenados serán arrojados a las llamas eternas.


Solo que para algunos las llamas eternas no son tan temibles como perder algo de su riqueza acumulada…

Que el colapso está cada vez más cerca ya no solo lo anunciamos los irremediables y risibles catastrofistas de siempre, sino varias instituciones a la cabeza de la horda de leminos (lemmings) rumbo al precipicio (Deutsche Bank, Monte dei Paschi, etcétera). También muchos ultrarricotes e insiders, (banqueros centrales, elites financieras y fund managers), quienes nunca antes de 1999 (y antes de 1929 antes de eso) habían advertido de un reventón inminente, hoy lo hacen con meridiana claridad.

Como dicta la numerología shemitah, estamos en el mero fin del año jubilar y una caravana de nombres pesados cantan en el coro apocalíptico. Nadie menos que Jacob Rothschild, el rico más acaudalado de la tierra (cientos de veces más rico que Slim-Gates-Buffet juntos, según aseveran los conspiranoicos) declaró recientemente que en materia financiera el mundo está en “territorio inexplorado”. El legendario inversionista Jim Rogers lo dice de otro modo: estamos al borde de un colapso de proporciones bíblicas. Joe Baratta, negociador principal del gigantesco grupo financiero Blackstone, acaba de admitir al Wall Street Journal: “Tenemos valores inéditos de flujos de cash con rendimientos bajísimos. Eso no lo había visto jamás en mi carrera. Este es el momento más traicionero que he vivido”.

Eppur si muove

Normalmente cuando resuenan tantas voces de advertencia (autorizadas, no solo agoreras) se genera una reticencia bursátil, si no es que de plano una estampida. Y sin embargo, casi todos los días se registran índices récord en las bolsas de ciertos mercados como el gringo, ante el cual el público parece hipnotizado como venado por el faro del cazador. Esto solo refleja cuán demencial se ha vuelto nuestro sistema financiero y monetario, ostentosamente insostenible y ajeno a cualquier definición de “normalidad”.

Todas las burbujas truenan. Todas. Esta no será la excepción. Y cada vez es lo mismo: los inversionistas de a pie son trasquilados, las elites insiders se llevan las ganancias, la prensa “especializada” a sueldo clama su obvia mentira, mil veces ensayada, de que “nadie pudo haber previsto semejante tragedia”, y el Casino se prepara para la siguiente ronda de degüellos.

La economía mundial está en ruinas, con unos países peor que otros, pero ninguno de ellos en condiciones realmente sanas. Al parecer, sin una guerra mundial que nos distraiga a todos, únicamente falta saber quién será el próximo Lehman Brothers que le clave el alfiler al globito. Muchos analistas le apuestan —lo adivinaste— al Deutsche Bank.