EL “SALVAJE” Y UN PENSADOR EUROPEO

“Despojados de sus propias y singulares identidades históricas”.

Dmitry Rukhlenko
Pyramid of the Sun - famous Mexican tourist landmark. Teotihuacan, Mexico
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La llegada del europeo a ese territorio al que él mismo denominó América significó la sobreposición de un grupo dominante sobre uno dominado. Un choque donde la otredad se volvió protagonista de las interacciones entre dos partes: el moderno y el salvaje; pero ¿en realidad existen tales diferencias que le permitieron al europeo utilizar categorías como barbarie, salvajismo, caníbal o primitivo ante aquellos extraños seres que encontró en el nuevo mundo?

Los Ensayos (XVII) de Michel de Montaigne revelan la visión de un contemporáneo ante tal choque y posterior genocidio cultural entre dos mundos. La observación del filósofo francés ofrece una perspectiva única, dominada por su misma curiosidad y fascinación por los habitantes de aquel continente. “Lo que ocurre es que cada cual llama barbarie a lo que es ajeno a sus costumbres”, afirmaba Montaigne ante los términos que les fueron puestos a los habitantes de América, un pensamiento que chocaba con el dominante.

El salvaje no es una persona real, al igual que América es una invención creada por el europeo. Incluso desde el siglo XVI Montaigne ya advertía sobre la diferencia que existen entre ambas partes, misma que se hace evidente si se echa una mirada a la idea de modernidad en el imaginario europeo. El sociólogo Aníbal Quijano establece en Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina (2014) que los europeos se veían como la culminación de una trayectoria civilizadora. La especie más avanzada. Bajo estas ideas, chocaron con unos sujetos que son todo lo contrario a ellos (desde su perspectiva): no tienen religión, están siempre desnudos, son caníbales y viven en constante contacto con la naturaleza.


Un choque contra la concepción europea que hay sobre la civilización, donde la única respuesta que encontraron fue el genocidio cultural. “Todos aquellos pueblos fueron despojados de sus propias y singulares identidades históricas”, menciona Aníbal.

Lo diferente

Pero tal genocidio cultural debía justificarse y qué mejor manera de hacerlo que quitándoles a los pueblos originarios su propia identidad a cambio de una nueva, haciéndolos quedar como puros salvajes para que de esa forma los europeos pudieran emprender la labor de la modernidad civilizadora. Igualmente, su identidad histórica ya no era única, sino que entraba en una sola estructura sobre una historia enfocada en Europa. Se pierden las historias y se crea la historia eurocéntrica. Incluso el mismo Montaigne en sus Ensayos muestra la occidentalización de América (consciente o inconscientemente) cuando apela a los grandes sabios de Grecia, a los mitos judeocristianos y a la misma historia de Europa para explicar aquello que es diferente: “El idioma de aquellos pueblos es dulce y agradable, y las palabras terminan de un modo semejante a las de la lengua griega”.

Aunque Montaigne sea consciente del problema de usar términos como bárbaros y salvajes, él mismo no puede escapar de su posición eurocéntrica: en toda su lectura se pueden encontrar comparaciones con la historia de Occidente, buscando darle sentido a ese nuevo mundo.

Una buena y mala fortuna fue para aquellos habitantes vivir en una relación benigna con la naturaleza. “El arte no vence a la madre naturaleza, grande y poderosa”, exclamaba Montaigne ante la vida de estos sujetos. Condenados, sin saberlo, estaban estos pueblos a perecer ante aquellos que buscaron y lograron, en muchos casos, quitarles sus identidades, mismas que hasta el presente se mantienen enterradas dentro de tradiciones que ya no existen.