EROTISMO, CUERPO Y DESEO

Conocerme más a través de los ojos de otro artista con su propia visión del erotismo.

Mónica Soto Icaza
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Me gusta convertir la lujuria en poesía, provocar cosquillas en el cuerpo y la imaginación. Hace unos años empecé a publicar diariamente en mi cuenta de Twitter, @monicasotoicaza, un poema de mi autoría junto con una fotografía donde aparezco yo. Sin estar muy consciente de lo que hacía, de pronto mis seguidores comenzaron a multiplicarse, llegaron lectores y lectoras nuevas y poco a poco ha ido creciendo una comunidad de amantes del erotismo y los placeres. Para mí ese hallazgo ha sido un regalo de la casualidad.

Las imágenes, tomadas en distintas sesiones de fotos, me han mostrado en diversas poses, algunas sugerentes, otras más serias, todas elegidas con criterios específicos según el texto al que acompañan y, por qué no decirlo, de acuerdo al humor en el que me encuentro cuando hago cada publicación.

Si hace diez años alguien me hubiera dicho que terminaría amando las fotografías lo habría tildado de loco: odiaba estar del otro lado de la cámara, me consideraba poco fotogénica y no tenía idea de posar o qué cara poner. Fui la típica niña que siempre salió con un ojo medio cerrado y cara de sufrimiento en la foto del recuerdo del ciclo escolar porque las hacían bajo el rayo del sol. Nada para presumir.


Hasta ese día.

Juego

Acompañé a una amiga actriz y modelo al estudio de Miguel Schumman, cabeza del proyecto “35 milímetros de arte y pasión”, para una sesión. Ella se movía con una naturalidad arrasadora, en cada gesto se transparentaba su amor por lo que hacía, lo que dio como resultado unas imágenes preciosas, que parecían haber captado a la perfección su esencia alegre, sexy y desenfadada.

Cuando terminaron él me miró y dijo: “Ahora te toca a ti”. Le respondí que yo nada más iba de chismosa y para nada me sentía cómoda con la idea. Definitivamente que me fotografiaran no era algo placentero. Aun así mis argumentos no funcionaron y entre los dos se las arreglaron para convencerme. Me prestaron un vestido negro, me pinté los labios de rojo y me entregué a las instrucciones de Miguel…

Al principio tenía los hombros caídos y cara de susto, pero conforme el dedo de Miguel disparaba imágenes, mi nerviosismo fue cediendo. Él daba instrucciones, yo obedecía: endereza la espalda, haz el hombro hacia atrás, levanta el mentón, gira un poco hacia la derecha, imagina algo que te fascine, piensa en lo que te calienta, qué te hace feliz. Se terminó, me despedí y hasta nunca.

Pasaron los días. Yo pensaba dejar esa experiencia para el anecdotario… hasta que apareció en mi correo electrónico un mensaje de Miguel con la primera imagen. Ahí empezó una vida nueva, porque además tenía 32 años, ya existían mis dos hijos y mi versión sexy estaba reservada para mi marido.

Hoy llevo múltiples sesiones con diversos creadores: Éric Marvaz (quien se ha convertido en amigo, hermano y cómplice), Jorge Charcot, Sinhué Villalobos, Ricardo de la Flor, Naxhelli Pacheco, cada una con resultados asombrosos. Cada vestuario, cada escenario me ha dado múltiples oportunidades para explorarme en dimensiones desconocidas, pero lo mejor ha sido conocerme más a través de los ojos de otro artista con su propia visión del erotismo y su estética particular.

Estar frente a la cámara se ha convertido en otra forma de arte, un arte que se expande en mi interior para proyectarse al exterior. Me encanta la expectativa del resultado, saber que, a pesar de los distintos grados de maquillaje, la escasez de ropa, lo atrevido de la posición de mis piernas, la mujer que habita en ese cuerpo es siempre la misma, aderezada con las fantasías de quien me interpreta, ya sea el fotógrafo o el espectador.

Por eso cada día gozo inmensamente las reacciones a fotos y poemas; confirmo que en definitiva, belleza y perversión están en los ojos y las quimeras de quien las percibe.

Es un juego que adoro jugar.