FELIPE CARRILLO PUERTO

El enamoradizo líder yucateco le mandó componer a la periodista una canción.

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Peregrina de ojos claros y divinos/ Y mejillas encendidas de arrebol/ Mujercita de los labios purpurinos/ Y radiante cabellera como el sol.

Ricardo Palmerín

Siendo gobernador de Yucatán, Felipe Carrillo Puerto fue capturado en 1923 en Holbox por los delahuertistas porque apoyaba al Partido Socialista y la candidatura presidencial de Obregón.
En la madrugada del 3 de enero de 1924 fue fusilado en el Panteón Civil de Mérida junto con doce personas más, entre ellos sus tres hermanos: Wilfredo, Edesio y Benjamín. O sea, no tuvieron un feliz año nuevo.

Felipe estaba casado con Isabel Palma quien, según las malas lenguas, se enteró de que su marido tenía una aventura con una periodista gringa nacida en San Francisco, de nombre Alma Marie Prescott Sullivan Reed. Como diría mi papá, “dos tetas jalan más que dos carretas”.


El enamoradizo líder yucateco le mandó componer a la periodista una canción. La obra fue creada por el poeta Luis Rosado Vega y el compositor Ricardo Palmerín. La pieza es, ni más ni menos, Peregrina. Su esposa Isabel se puso furiosa, pero el daño ya estaba hecho.

El apóstol rojo de los mayas, como cariñosamente lo llamaban, murió sin su amada, ni su esposa. Los restos de Felipe y de Alma están enterrados uno frente a otro en el Cementerio General de Mérida, Yucatán.

Hoy la canción, a casi un siglo de su aparición, es una de las piezas más tocadas a escala mundial.

Peregrina

Tristán Carnales N. encontró tirada en el piso a una mujer en la estación de camiones TAPO. No mostraba signos de tortura: solo estaba ahí. Traía en la mano un boleto para viajar a Veracruz. El autobús ya había salido; perdió el camión. No tenía identificación, solamente el boleto. Estuvo tirada sin ayuda durante más de 24 horas hasta que llamaron a Tris. Él, que se las sabía de todas, todas, revisó el cadáver sin tocar nada y llamó al Semefo para que vinieran por el cuerpo. Sabía que era una muerte triste, pero natural. Pensó que probablemente murió de un coma diabético, porque junto a ella había una lata de duraznos en almíbar. No era doctor pero supuso que esa era la razón. La autopsia demostró que, una vez más, Tris estaba en lo correcto. La mujer fue a dar a la fosa común. Nadie lloró, nadie la despidió.