METOO Y LAS REDES

No tiene sentido pensar que se puede combatir el acoso promoviendo denuncias falsas.

Ilustración

No tiene sentido pensar que se puede combatir el acoso promoviendo denuncias falsas.

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La cuenta de Twitter MeTooMusicosMexicanos @metoomusica.mx fue retirada, por lo menos temporalmente, después de la tormenta que generó el suicidio del bajista de Botellita de Jerez y escritor Armando Vega Gil. En el mensaje de despedida las encargadas ofrecieron la frase que no habían querido expresar hasta ese momento: “Lamentamos profundamente el suicidio de Armando Vega Gil”. Tan fácil y tan difícil.

En los días anteriores la cuenta había ido de error en horror. Primero afirmó que la carta en que el músico, escritor y fotógrafo anunciaba su suicidio era una amenaza. Después de que se confirmó el suicidio comentó de manera insensible: “Fue un acto para difamar el movimiento… Fue un chantaje mediático”.


Argumentar que un músico y escritor reconocido se quitaría la vida, dejando huérfano a su hijo de ocho años, solo para realizar un chantaje mediático a un movimiento político va más allá de cualquier actitud razonable, incluso en el descorazonado mundo de las redes sociales. Tuvo que venir una avalancha de cuestionamientos para que alguien en el grupo decidiera que la insensibilidad le estaba haciendo un daño enorme al movimiento.

Lo peor de todo es que México sí necesita un movimiento contra el acoso a las mujeres y las cuentas MeToo en Twitter pueden ser el vehículo para dar a las víctimas una forma de protegerse o de protestar.

No hay que rechazar de tajo las denuncias anónimas, porque en algunas circunstancias las mujeres pueden verse obligadas a hacerlas, particularmente cuando hay una relación de mando o dependencia con el hombre que las acosa, pero las denuncias falsas son inaceptables.

Respeto

Hay buenas razones, sin embargo, para pensar que la que se presentó contra Vega Gil era falsa. Para empezar era anónima, sin que hubiera ninguna necesidad, porque no había ninguna relación de dependencia laboral o familiar, pero además narraba hechos supuestamente ocurridos hace años. Si bien la denuncia era por abuso y acoso, el texto mismo señalaba solo que el músico le tomó a la denunciante algunas fotos e hizo comentarios que la hicieron sentir incómoda. Añadía: “Si hubiera tenido un gramo más de inocencia y hubiera ido a su casa sola estoy segura de que ese viejo hubiera abusado de mí”. Pero hay una distancia enorme entre el “hubiera abusado” y el “abusó”.

Todo acto de acoso o abuso contra una mujer es intolerable. Por eso es importante tener mecanismos, como las cuentas MeToo, que permitan presentar denuncias. Esto, sin embargo, debe hacerse de manera responsable. Los encargados de las cuentas deben tomar cuando menos algunas medidas para lograr que las denuncias sean fidedignas. Debe haber algún medio para que las quejas se conviertan en denuncias legales. Las autoridades judiciales, además, deben hacer caso. No hay nada más frustrante para una mujer, tras pasar una experiencia humillante de acoso y atreverse a presentar una denuncia, que enfrentar la indiferencia de los agentes del Ministerio Público.

El público debe entender que una acusación no es la comprobación de un acto indebido. Las empresas e instituciones deben establecer protocolos de actuación que faciliten las denuncias y lleven a sanciones cuando los actos se comprueben, pero siempre con respeto a los derechos de los acusados. Lo que no tiene sentido es pensar que se puede combatir el acoso promoviendo denuncias falsas, como la que al parecer se dirigió a Armando Vega Gil.