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MARY TIFO

Los superpropagadores del brote de coronavirus pueden no saber que lo tienen.

Antonio Guillem

Los superpropagadores del brote de coronavirus pueden no saber que lo tienen.

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Por Sergio Pérezgrovas

Creyendo lo peor casi siempre se acierta.

Francisco de Quevedo

Mary Mallon nació en Reino Unido, específicamente en Cookstown, Irlanda del Norte, pero viajó a Estados Unidos en búsqueda de mejores oportunidades. En 1900 estuvo cocinando en Mamaroneck, Nueva York, para una familia adinerada. Cuando solo llevaba dos semanas en la casa los integrantes de la familia contrajeron la fiebre tifoidea.

Viajó a Manhattan en 1901 y la familia que la recibió también enfermó.

Después cocinó en la casa de un abogado y siete de los ocho miembros de esa familia desarrollaron la fiebre.

Para 1906 se afincó en Oyster Bay, Long Island, y una vez más seis de los once integrantes de la familia fueron hospitalizados por las mismas causas.

Cambió varias veces de casa con el mismo resultado. Se presume que infectó a aproximadamente 60 personas, tres con resultados mortales, en el transcurso de su vida laboral como cocinera.

Lo curioso del caso es que en esa época la fiebre tifoidea era una epidemia que afectaba a las zonas pobres de Nueva York y no era común que afectara a familias de buenos niveles de ingresos.

George Soper, un funcionario del departamento de salubridad de dicha ciudad, comenzó a sospechar de Mary tras la aparición de casos en Park Avenue de Manhattan en 1907.

El médico y epidemiológico Soper detectó que Mary había trabajado con la familia de Park Avenue. Luego logró establecer que otros brotes se dieron en casas donde ella había estado.

El galeno le practicó un examen a Mallon y observó en sus heces fecales la bacteria salmonella, que es la portadora de la enfermedad. Este análisis lo realizó tras la intervención de policías y personal de salud. La describió como “una mujer de mal carácter, obstinada y solitaria”.

Una vez que se comprobó que ella era la portadora asintomática de la enfermedad fue marginada y criticada, incluso tuvo que cambiarse el nombre para poder seguir trabajando. Finalmente fue confinada y vivió en cuarentena hasta los últimos días de su vida. Murió de un infarto sin padecer ninguno de los síntomas de la fiebre. Tenía 69 años.

Esta historia viene a colación porque los superpropagadores del brote de coronavirus pueden no saber que lo tienen. La historia es cíclica, se repite, diría Carlitos Marx.

La pandemia

Tris no se espantaba de nada: ya había visto demasiadas muertes. Pero esta vez sí quedó estupefacto. En su colonia hubo un brote de tifoidea que, como se suponía que estaba erradicada, los doctores no la detectaron a tiempo. Murieron seis niños de brazos y dos personas de la tercera edad. Cuando fueron descubriendo los cuerpos pensaron que era un multihomicidio y por eso llamaron a Tris, que vivía en la zona. Cuando fue a la morgue se percató del olor y preguntó al forense. Pensaron que era una indigestión porque les empezó a doler el estómago por una fiesta de cumpleaños y no hicieron nada. Lo dejaron pasar: no sabían que tenían fiebre tifoidea. La colonia permanecía cerrada. Solo 4% fue infectada. Tris tomó vacaciones forzadas. Como estaba contaminado no podía hacer nada.