Desinflado

A pesar de haber representado una de las posibilidades más cercanas a una transición pactada, al final de cuentas los partidos no estuvieron a la altura del Pacto por México.

Carlos Ramírez
Columnas
Gustavo Madero, dirigente nacional del PAN
Foto: NTX

A pesar de haber representado una de las posibilidades más cercanas a una transición pactada, al final de cuentas los partidos no estuvieron a la altura del Pacto por México. Pudo más rebajarlo a un rehén de las imposibilidades electorales del PAN y del PRD para derrotar al PRI, que tratar de catapultarlo para la reforma del sistema político.

El presidente del PAN, Gustavo Madero, se cansó de convertir al Pacto en moneda de cambio de pequeñas denuncias electorales en las votaciones en 14 estados, entre ellos la elección del gobernador de Baja California, que apareció prioritaria para el panismo. Y el presidente del PRD, Jesús Zambrano, prefirió meterlo en la congeladora para tratar de evitar que el PRI le pueda quitar pequeñas posiciones ganadas durante los dos sexenios panistas.

Pero a diferencia de otras posibilidades, ahora a los firmantes del Pacto les saltó la iniciativa de reforma del régimen político presentada por senadores de las bancadas del PAN y del PRD con propuestas mucho más adelantadas que las del Pacto. Hasta ahora no ha habido un pronunciamiento de las bancadas priistas en las dos cámaras, pero la propuesta senatorial coincide con iniciativas de reformas estructurales de legisladores del PRI en los dos pasados sexenios.

El problema ha radicado en la jerarquización de las prioridades. Madero y Zambrano se han debilitado al poner elecciones legislativas y municipales estatales —con escaso efecto en la política nacional y, por tanto, sin interés— por encima de reformas nacionales. Y han elevado el costo político de las elecciones como si las elecciones locales pudieran cambiar el mapa nacional; peor aún, la posible derrota del PAN en Baja California será más simbólica que con efectos nacionales.

Senda

El PAN y el PRD podrían estar quemando capital político que van a necesitar en las elecciones legislativas federales de 2015, que cambiará a los 500 diputados y arrancará el proceso presidencial de 2018. Las exigencias de los dos partidos de oposición de cara a las elecciones estatales de 2013 en realidad han revelado la escasa organización electoral de esos partidos y las dificultades internas.

El Pacto se presentó como una extraordinaria oportunidad para la modernización política y económica, con más beneficios para la oposición que para el PRI. Sin embargo, las crisis al interior del PAN y el PRD llevaron a sus dirigencias nacionales a usar el Pacto como una moneda de cambio para asuntos de coyuntura. Como el resultado electoral de 2013 se prevé apretado para la oposición y con posibles avances para el PRI, al final PAN y PRD no tendrán más remedio que desinflar al acuerdo de agendas de reformas.

Las élites políticas deberían madurar y ver más allá, mucho más allá del corto plazo de sus intereses partidistas y acercarse a la necesidad de pactar medidas para la instauración de un nuevo régimen democrático. Si los partidos fracasan en el chantaje con el Pacto, el centro de negociaciones políticas se trasladará al Senado y de ahí saltará a la Cámara de Diputados, quitándole a los partidos los hilos de las agendas.

México ha encarado grandes reformas económicas (crisis de 1976 y 1982), políticas (Tlatelolco 1968 y alternancia 2000) y sociales (la crisis fiscal del Estado de 1985, que afectó al bienestar), pero los partidos no han salido de sus posiciones mezquinas de los cargos públicos. De ahí que el Pacto se enfile hacia otra gran decepción si el PAN y el PRD no reculan de sus chantajes y se sientan a pactar reformas.