Vivienderas: del sueño a la pesadilla

Las empresas promotoras de vivienda arañan hoy la quiebra en medio de demandas sin fin de sus acreedores.

Alberto Barranco
Columnas
¿Dónde quedó el paraíso?
Foto: Creative Commons

Colocadas hace tres años en la antesala del paraíso —subsidios a granel del gobierno, estadísticas explosivas en el número de viviendas construidas, compras compulsivas de reservas territoriales—, las empresas promotoras de vivienda arañan hoy la quiebra en medio de demandas sin fin de sus acreedores.

Lo que parecía un sueño color rosa —crédito bancario ilimitado, apoyo incondicional del Infonavit, el Fovissste y el Fovi, garantías sin fin de la Sociedad Hipotecaria Nacional— se convirtió en pesadilla.

El ladrillo en que se ubicaba el pódium lo empezó a mover, en la agonía del sexenio anterior, el incumplimiento de la Comisión Nacional de Vivienda de un subsidio de 23 mil millones de pesos que permitiría a los trabajadores de menores ingresos acceder a una vivienda digna.

De los 8.6 millones de apoyos prometidos no se ejercieron ni cuatro mil.

Firmas como Geo, Homex, Sare y Urbi se quedaron, pues, con una colosal oferta de conjuntos habitacionales y fraccionamientos de viviendas de interés social, sin opción de clientela.

Incluso, hete aquí que colocadas estas en lugares apartados de las comunidades, con escasa opción de servicios mínimos, los posibles ocupantes desdeñaron las viviendas o de plano quienes las habían ocupado las dejaron abandonadas.

Estamos hablando de 100 mil casas que hoy se llenan de telarañas.

La pesadilla llegaría cuando el nuevo gobierno priista le cambió radicalmente las reglas a las vivienderas. En adelante se subsidiará solo a la vivienda construida en las goteras de los centros urbanos… en conjuntos verticales.

De golpe, pues, se volvieron inútiles las reservas territoriales acumuladas… con la novedad de que los abonos de los créditos se siguen venciendo y sigue corriendo el plazo para la amortización de los préstamos adquiridos vía colocaciones de deuda.

Sin freno

Las firmas, pues, se encontraron en el peor de los mundos. Una colosal oferta de casas, sin opción de salida; un conjunto de terrenos baratos, sin opción de comprador, y, en consecuencia, falta de liquidez para asumir los compromisos.

Para colmo, ante el inicio del derrumbe del palacio encantado, algunas de las empresas le jugaron a la ruleta… rusa, al contratar la compra de derivados; es decir, apuestas riesgosas en que se juega algo así como el todo o nada.

El problema es que cuando quisieron parar ya no hubo forma.

Los bancos internacionales contratados están demandando el incumplimiento.

En el laberinto, descobijada la debilidad de las compañías, el precio de las acciones de estas en el mercado bursátil se empezó a derrumbar estrepitosamente. Los papeles disminuyeron su cotización en rangos que oscilan de 70 a 84 por ciento.

En el intento de alcanzar el bote salvavidas, una de las firmas afectadas, Homex, vendió sus contratos para construcción de dos penales de alta seguridad en el país y traspasó una parte de sus acciones que cotizaban en paquete en Estados Unidos a precio 74% menor al que se vendían en enero.

Aún así, para muchos la única opción que queda es entrar a un concurso mercantil o procedimiento de quiebra ordenada… o reducirse a su mínima expresión.

La moraleja habla de una ambición desmedida por crecer sin sustento, pero también de una planeación errática del gobierno que oscila de la A a la Z. El He-dicho, sin pensar a quien se atropella.