3 ciudadanos y 3 historias de turismo sexual en playas de México

Los casos de prostitución forzada de menores de edad son parte del turismo sexual que atrae cada año a turistas extranjeros a los puertos de Acapulco, Cancún y Puerto Vallarta.

David Moreno
Política
Si bien la industria turística no es responsable de incremento en la trata, su estructura y características favorecen las condiciones para ello
Foto: NTX

Puerto Vallarta

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“La indiciada Eva Rodríguez Díaz ofrecía y facilitaba a una menor de 8 años de edad, a hombres para que sostuvieran relaciones con ella, a cambio de una retribución económica a favor de la indiciada, llevando a cabo dicha conducta en repetidas ocasiones, induciendo a la menor a la práctica de la actividad sexual, facilitando el lugar y el momento”, se puede leer en el expediente 470/2010-A de la delegación de la PGJ en Puerto Vallarta.

Los casos de prostitución forzada de menores de edad son parte del turismo sexual que atrae cada año a turistas extranjeros a los puertos de Acapulco, Cancún y Puerto Vallarta, considerados focos rojos en materia de trata de personas por un estudio encargado por la Secretaría de Turismo.

Un informe del 2010 de la Secretaría de Seguridad Pública detalla que es sobre todo en temporada alta cuando se registra la mayor cantidad de casos en Puerto Vallarta, en los períodos de marzo-abril y junio-agosto.

Cancún

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En marzo de este año dos taxistas fueron detenidos en Cancún, Quintana Roo, tras sostener relaciones sexuales con una menor de 12 años, vendida por su propio padre, quien la enviaba a las calles para ejercer la prostitución, de acuerdo a la declaración de los detenidos.

El estudio de Sectur afirma que no existen cifras precisas sobre el incremento de la trata de personas en Cancún y la Riviera Maya, y explica que si bien la industria turística no es la responsable de este incremento su estructura y características favorecen las condiciones para ello, sobre todo por la complacencia de las autoridades y la ambigüedad de los marcos normativos.

El trabajo señala que los padres cobran entre 50 y 100 pesos a los turistas por tener relaciones sexuales con sus hijos, por lo general de entre 10 y 15 años de edad, a veces menos, al interior de sus propias casas.

Detalla también que en Cancún y la Riviera Maya la explotación sexual de menores no se manifiesta abiertamente en los espacios públicos, a diferencia de otros destinos turísticos.

Aquí la trata de personas está presente en la clandestinidad, disfrazada de negocios aprobados y regulados por las autoridades, además de los anuncios en Internet y medios impresos, donde se disfrazan como servicios de acompañantes, centros de masajes y empresas de modelaje.


Acapulco

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Norma tiene 16 años y comenzó a prostituirse desde los 14, cuando llegó a Acapulco tras huir de su casa, luego de que la violara su primo a los 6 años, después su tío a los 8, y luego de que la intentara violar su papá, quien tiene Sida, a los 11.

“Yo, al principio, no quise. Luego ves que les regalan cosas y que la banda trae dinero. Entonces dije ‘chingue a su madre, le entro’”, relata en un reportaje realizado por la revista Eme Equis.

Cuenta que desde que fue abusada le dan asco los hombres, sólo los soporta cuando está bajo el efecto de las drogas, aunque al siguiente día cuando despierta con moretones no recuerda lo que le hicieron.

El trabajo sobre trata de personas encargado por Sectur apunta que “ser niña y pobre en Acapulco implica una enorme posibilidad de ser explotada sexualmente, tanto en el contexto urbano cotidiano como en el turístico”.

También detalla que las redes de tratas de personas en Acapulco se encuentran bien estructuradas y entrelazadas entre sí.

Según el estudio, el estimado de niños y niñas que se encuentran en las garras de la prostitución es de al menos mil.


Turistas extranjeros, los principales clientes


El libro “La infancia como mercancía sexual” escrito por investigadores de México, Canadá y Estados Unidos, explica que los turistas extranjeros que llegan buscando una ruptura con su realidad son recibidos por personas deseosas de conseguir los máximos beneficios económicos de ellos, por lo que no se sienten contrariados a la hora de poner un precio a sus complacencias.

Señala que además el habitante local “acostumbrado a ver día tras día la ruptura de los límites de sus normas que practican los turistas, acaba creyendo que estas conductas son propias de los países avanzados y por tanto dignas de ser imitadas lo más pronto posible”.