PRD: ¿crisis terminal?

La crisis del PRD como partido de izquierda ocurrió cuando abandonó su papel de vanguardia del proletariado.

Carlos Ramírez
Columnas
Jesús Zambrano, dirigente nacional del PRD
Foto: NTX

Cuando el gobierno de José López Portillo anunció la reforma política, el objetivo más importante fue la legalización del Partido Comunista Mexicano cuya movilización no dejaba gobernar. A cambio del registro para incorporarse al Congreso, el PCM debió de aceptar las reglas del juego de la institucionalidad política.

Con el PAN y el PCM, el PRI pudo establecer un sistema de partidos vinculatorio con la realidad generada por el conflictivo decenio 1958-1968.

La clave que garantizó el funcionamiento del PCM fue su papel como vanguardia del proletariado consciente y organizado, contrapeso del proletariado corporativo del PRI.

Sin embargo, el PCM fue perdiendo eficacia en la organización sindical, quedó atrapado en la dinámica de las élites comodinas y no pudo consolidar la unidad de la izquierda en las fusiones del PSUM y el PMS.

En 1989 el PCM decidió cederle su registro a la Corriente Democrática del PRI de Cuauhtémoc Cárdenas y con ello extraviar las definiciones ideológicas y sociales.

En las presidenciales de 2012 el PRD afianzó un tercio de los votos, pero en un año ha dilapidado ese capital electoral con divisiones, fracturas y disputas por el poder partidista. A las elecciones legislativas federales de 2015 asistirá la coalición perredista dividida en cuatro grupos: PRD, Movimiento de López Obrador, Partido del Trabajo y Movimiento Ciudadano; dentro de cada uno, con sus grupos de presión, y en la sociedad, con organizaciones de masas sin dirigencia, sin liderazgo y —citando a José Revueltas— sin cabeza.

Necesidad

La crisis del PRD como partido de izquierda ocurrió cuando abandonó su papel de vanguardia del proletariado —clase obrera o trabajadores organizados— y se convirtió en un partido de facciones, y cuando el partido también abandonó las definiciones socialistas para asumirse como un partido neopopulista de masas beneficiadas de presupuestos asistencialistas.

La representación de clase se sustituyó por el control faccional interno. En las elecciones, el PRD perdió la base político-electoral de la izquierda y se la pasa disputándole votos al PRI y al PAN con promesas de programas sociales de dinero regalado.

Con todo el PRI ha logrado mantener su estructura corporativa sindical, ineficaz con respecto del pasado, pero leal en la acumulación de votos. Durante los dos sexenios presidenciales panistas el PRI quedó como primera fuerza legislativa y el PRD como tercera.

De ahí que la crisis del PRD se irá profundizando en la medida en que sigue perdiendo su perfil realmente de izquierda y proletario y en que sus liderazgos se deciden por controles internos. Ahora mismo, por ejemplo, el interés de Marcelo Ebrard por llegar a ser presidente del partido y desde ahí convertirse en candidato presidencial ya volvió a debilitar al PRD, que aún no se reponía de la separación de Andrés Manuel López Obrador para fundar su propio partido.

Y como carta tapada aparece la nominación perfilada de Cuauhtémoc Cárdenas, no tanto para redefinir al partido sino para hacerlo girar en torno del caudillo.

Pero el problema del PRD no es de caudillos o próceres sino de su indefinición ideológica: o se asume como partido de trabajadores, socialista y como vanguardia proletaria —con relaciones con la clase media y la pequeña burguesía— o seguirá debilitándose por las luchas internas. Se trataría de la necesidad de un nuevo partido realmente de izquierda, moderno, plural y democrático.