Bola negra: una forma de repensar Ciudad Juárez

A simple vista, la pieza nada tiene que ver con la realidad de Ciudad Juárez. Sin embargo el autor, en compañía de la compositora Marcela Rodríguez, encuentra la manera de relacionar el tema con la ciudad fronteriza y realizar la película Bola negra, que se exhibe dentro del ciclo de documentales Sumario que tiene lugar en la Cineteca Nacional.

Hector González
Todo menos politica
Mario Bellatin, escritor
Foto: Internet

En el cuento Bola negra, el escritor Mario Bellatin cuenta la historia del entomólogo Endo Hiroshi. El relato incluido el libro Tres novelas narra cómo el científico japonés, en una noche de insomnio, recuerda un recorrido por África, donde encontró un extraño insecto hasta entonces no clasificado; al final, el investigador, en un acto desesperado, termina por comerse a sí mismo.

A simple vista, la pieza nada tiene que ver con la realidad de Ciudad Juárez. Sin embargo el autor, en compañía de la compositora Marcela Rodríguez, encuentra la manera de relacionar el tema con la ciudad fronteriza y realizar la película Bola negra, que se exhibe dentro del ciclo de documentales Sumario que tiene lugar en la Cineteca Nacional.

“Mario Bellatin es un gran curioso y en una conversación me pidió que le explicara cómo se hace una ópera. Nos juntamos en mi casa y nos entusiasmamos tanto, que se nos ocurrió trabajar de manera conjunta. No recuerdo quién propuso el cuento, pero la idea de hacer una película con elementos de ópera fue suya”, explica Rodríguez en entrevista.

Para el escritor, el proyecto “es la metáfora de una ciudad que se devora a sí misma; es también nuestra manera de rendir homenaje a una generación perdida”.

La cinta es la primera incursión en el séptimo arte para ambos artistas. Marcela Rodríguez, como conocedora de la ópera, compuso una partitura para que fuera interpretada por jóvenes juarenses. “Queríamos hacer algo relacionado con la realidad mexicana, de modo que pensamos en armar un coro en una zona de auténtico riesgo.

En principio contemplamos Guadalajara, pero no se concretó; en el mismo lapso, en Bellas Artes se enteraron del proyecto y se ofrecieron a apoyarnos. De hecho, ellos nos propusieron trabajar en Ciudad Juárez.

Fue muy interesante, porque nos encontramos con un lugar desamparado, desolador y con un ambiente terrible”, comenta.

A fin de sortear la cantidad de recursos que supone un montaje operístico, la artista compuso una pieza accesible, donde se contara sólo con la participación de piano, percusión y chelo. “El coro lo armamos allá. No era algo muy riguroso, pero me llevé una grata sorpresa cuando descubrí a dos maestras que cantaban muy bien; pensaba llevar un contratenor y me topé con que ya había uno. Una vez que vimos esto, escribí un trío, amplié la partitura conforme a lo que me encontré allá”.

Por su parte, Bellatin reconoce que lo más complicado del proceso creativo fue descontextualizar el cuento y darle una estructura musical. “Creímos que a partir de la música se podía romper con la realidad. En mi cuento, el entomólogo se come a sí mismo, y nosotros usamos esa idea para hablar de una ciudad que se come a sí misma”.
Con la idea de recuperar la fuerza literaria de la prosa, Rodríguez resaltó frases del relato a través del canto; y una vez grabadas, las vaciaron sobre imágenes de la ciudad. “Eso nos permitió que las palabras cobraran un sentido más amplio. Por eso, a lo largo de la película ves imágenes de ensayos contrapuestas con casas vacías y una ciudad destruida. La ficción como tal no tiene nada que ver con lo que planteamos, pero al sacar las palabras de su contexto el relato se vuelve real. Eso es lo más interesante del ejercicio”.

Su propuesta, lejos de sostenerse dentro de una historia convencional, se apoya en la abstracción de la palabra y la música. “El coro estaba un poco desconcertado, porque cantaban cosas que no entendían muy bien.

Recordemos que los cuentos de Mario son herméticos; no necesariamente empiezan y menos terminan; son situaciones. No obstante, los músicos mostraron una disposición absoluta. Mario seleccionó 30 fragmentos y yo subrayé frases, mismas que hice cantar al coro. Aproveché también la voz de Mario para la narración y la puse a dialogar con el chelo. En realidad, la selección de textos nos dio la estructura”.

Sin referente alguno, la dupla reconoce que se dejaron llevar por su instinto. “Cuando llegamos no sabíamos que íbamos a filmar; casi todo lo rodamos desde el coche, acaso hicimos algunas tomas en el centro. No sacamos al coro a la calle, porque era peligroso. Fue un ejercicio extraño y, espero, original. No había guión. Utilicé escalas pentatónicas japonesas para darle un toque irónico; y ciertos efectos de la música contemporánea para incrementar el dramatismo; es decir, gracias a la música exploré nuevos recursos sonoros de los instrumentos”.

Con un acervo de 70 horas de grabación, los directores diseñaron un montaje donde se muestra la desolación de Juárez, pero también la posibilidad que aporta el arte para superar la realidad.

Habla Bellatin: “Los jóvenes estaban muy entusiasmados porque, ante la desesperación que viven, sienten una gran necesidad de expresarse”.

Satisfecha del resultado, Marcela Rodríguez destaca que Bola negra ha causado buenos comentarios donde la han proyectado: “Hace poco fui a un encuentro de compositores en Chile. Los alumnos me preguntaban sobre formas para salir del elitismo y llegar a la sociedad. Después de que les enseñé este ejercicio, quedaron fascinados, porque utilizamos la música para hacer crítica social”.

Luego de la rotación del filme en la Cineteca, ambos realizadores adelantan que intentarán que la película se muestre en escuelas y organismos promotores de los derechos humanos.