Museo Hacienda de San Cristóbal Polaxtla

Las haciendas de México constituyen un patrimonio de gran valor histórico, tanto por su diseño y arquitectura como por ser un referente obligado para comprender el desarrollo económico del país: a través de su estudio podemos acercarnos a la vida cotidiana de hombres y mujeres que vivieron en otras épocas.

Yolanda Trejo
Todo menos politica
Museo Hacienda de San Cristóbal Polaxtla
Foto: Internet

Las haciendas de México constituyen un patrimonio de gran valor histórico, tanto por su diseño y arquitectura como por ser un referente obligado para comprender el desarrollo económico del país: a través de su estudio podemos acercarnos a la vida cotidiana de hombres y mujeres que vivieron en otras épocas.

Algunas haciendas tuvieron origen en la época virreinal y otras surgieron a fines del siglo XIX y principios del XX, durante el gobierno del general Porfirio Díaz.

La mayoría de las construcciones responde a un mismo patrón arquitectónico, pero poseen instalaciones y espacios específicos determinados por el producto o productos que se explotan: metales preciosos (oro y plata), ganado, caña de azúcar, henequén y maguey, entre otros.

Se encuentran prácticamente en todo el territorio nacional; algunas en estado ruinoso, otras habilitadas como hoteles, centros de descanso o museos; o bien en manos de particulares.

Aunque el paisaje original era básicamente rural, este se ha transformado debido al rápido crecimiento de las ciudades. Algunas haciendas fueron construidas por arquitectos de gran renombre y, en general, estuvieron ocupadas por familias poderosas y adineradas.

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El corredor Puebla-Tlaxcala tiene especial importancia comercial e industrial. Conserva cascos de antiguas haciendas o al menos vestigios de su existencia desde mediados del siglo XVIII hasta la primera veintena del XX.

Al respecto, le recomiendo la lectura del libro de Herbert J. Nickel, Relaciones de trabajo en las haciendas de Puebla y Tlaxcala (1740-1914). Cuatro análisis sobre reclutamiento, peonaje y remuneración, editado por la Universidad Iberoamericana.

La Hacienda de San Cristóbal Polaxtla se localiza en la calle Ignacio Zaragoza sin número, Junta Auxiliar El Morán, Municipio de San Martín Texmelucan, Puebla. Puede visitarla (previa cita) los domingos de 12:00 a 15:00 horas; entre semana se organizan visitas para grupos.

Entorno y antecedentes

El primer contacto con esta hacienda resulta muy impactante debido a la sobriedad y elegancia del casco o casa principal y por el paisaje natural que lo rodea, que cuenta con numerosas especies de plantas y árboles, además de espacios que funcionan como espejos de agua.

El ambiente es tranquilo. El silencio es interrumpido únicamente por el paso del viento y el canto de las aves. Los colores de la naturaleza tienen una armonía perfecta. El clima es agradable.

Su origen se encuentra en la época virreinal, cuando era conocida con el nombre de Hacienda de San Martín, dedicada al cultivo del trigo y la cebada.

A principios del siglo XIX un sacerdote español llamado Luis Iglesias estableció en estas tierras el Rancho de Dolores, que con el tiempo se convirtió en la Hacienda de San Cristóbal Polaxtla.

Recrear su historia implica revisar y leer cuidadosamente libros y documentos antiguos que contienen datos precisos sobre el desarrollo y vida cotidiana del lugar; las primeras referencias datan de 1614.

En el folleto editado por la Fundación Cultural Antonio Haghenbeck y de la Lama, Institución de Asistencia Privada, se especifica que “los documentos mencionan una disputa entre vecinos a causa del aprovechamiento del agua que procedía de los ríos de Santa Elena y Cotzala. El usufructo del agua fue causa de muchos conflictos entre los dueños de las haciendas vecinas y Polaxtla que se prolongaron hasta el siglo XIX”.

La historia de las haciendas abarca un periodo de tiempo amplio. De ahí que resulte común que existan varios dueños. En el caso que nos ocupa se sabe que entre los propietarios estuvieron el licenciado Domingo Dávila Galindo (1687); el contador Francisco Mateo de Luna (1720); el militar Antonio de Uribe y Barcárcel (fines del siglo XIX); el coronel Antonio Icaza (1845); don Félix Pérez (fines del siglo XIX); Marcelino Presno (primera década del siglo XX), y la familia Conde, de la ciudad de Puebla (1912).

En 1963, la hacienda fue adquirida por don Antonio Haghenbeck y de la Lama, último propietario.

Espacios y hechos memorables

Mantener los espacios hacendarios resulta muy complejo. Es necesaria una fuerte inversión económica y muchas jornadas de trabajo que permitan conservar las características originales de la construcción.

El señor Haghenbeck y de la Lama recibió la hacienda en un estado de franco deterioro, lo que le llevó a restaurarla y embellecerla: se consolidaron muros y techos, se añadieron dos terrazas, un solarium y un estanque; asimismo, se colocaron esculturas de hierro fundido y jarrones para adornar el jardín y los corredores.

El casco de la hacienda está rodeado por una extensa zona verde; hay un jagüey y un área de tierra cultivable que produce avena, maíz y trigo, y se riega con agua de temporal.

En el interior de la casa predomina un estilo ecléctico, característico de las mansiones europeas del siglo XIX. El gusto refinado del dueño se aprecia en los muebles, lámparas y elementos decorativos. Hay similitud con otras dos propiedades de don Antonio: la Casa de la Bola (en Tacubaya, DF) y la Hacienda de Santa Mónica (en Tlalnepantla, Estado de México). Los tres lugares funcionan actualmente como museos.

Dada su ubicación estratégica en el camino que une a la ciudad de Puebla con la de México, la hacienda de Polaxtla fue en el siglo XIX escenario de acontecimientos históricos relevantes, algunos relacionados con la lucha por la Independencia, la Intervención Francesa y los enfrentamientos entre liberales y conservadores.

En 1926, después de la Revolución, la mayor parte de las tierras de la hacienda fueron expropiadas.

Otra instalación interesante es el granero. En sus muros laterales se aprecian dos grandes medallones tallados en piedra: uno dedicado a San Cristóbal y otro a la Virgen de Guadalupe.

El acceso se realiza por la entrada Oriente. De ahí puede pasar al granero, a la biblioteca y a la casa principal. En esta se conserva una espléndida colección de muebles antiguos provenientes de diferentes partes del mundo, tapices europeos, cortinajes, candiles, obras de arte, etcétera. Don Antonio integró a lo largo de su vida este espléndido acervo, donó su hacienda y determinó que se abriera al público como museo, manteniendo su carácter de mansión; murió en 1991. En la actualidad se ofrece un interesante programa de actividades educativas y culturales.

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Para los viajeros

Puede participar en una visita guiada de tipo convencional o bien en la visita caracterizada que le permite recorrer el museo en compañía de Josefa San Román, pintora del siglo XIX y abuela de don Antonio; asistir a representaciones teatrales, conferencias, conciertos y talleres. Actualmente, y hasta el 2 de febrero (Día de la Candelaria o de la Purificación), se exhibe un nacimiento europeo decimonónico que cuenta con figuras trabajadas con gran detalle; incluye casas sencillas que recrean la fisonomía del pueblo de Belén, así como un ciclorama donde se reproduce un paisaje desértico.

La experiencia inicia en el patio principal, donde crece un enorme fresno. Una hermosa escalera de mármol italiano conduce a diferentes habitaciones y espacios destinados a oración (oratorio), lectura, esparcimiento y descanso. Le sorprenderán la calidad del mobiliario, los enormes lienzos de tema religioso que decoran algunas paredes, la colección de esculturas de tema religioso, algunos instrumentos musicales, los libros antiguos, las obras de arte, etcétera.

El jardín es otro espacio de interés. Cuenta con árboles frutales: pera, tejocote, durazno, naranja, membrillo y zarzamora, y una amplia variedad de plantas y flores donde destacan magnolias, agapandos y lavanda.

Algo más

Le sugiero complementar su visita a la hacienda con un recorrido por la ciudad de San Martín Texmelucan, donde el atractivo principal es el antiguo convento franciscano que —entre otras cosas— conserva un hermoso relieve de María Magdalena en la portada del templo.

Conviene mencionar que el santo patrón de la localidad es San Martín Caballero y que la fiesta más importante tiene lugar el 11 de noviembre.

La ciudad ha ganado fama por el tianguis de ropa, frutas y verduras que se organiza de lunes a martes y atrae a numerosas personas. Es un importante centro productor de textiles.

Otra opción es combinar la visita a la hacienda con un recorrido a la ciudad de Puebla o al Centro Histórico de la ciudad de Tlaxcala, donde encontrará infraestructura turística. Que disfrute su viaje, contribuyendo a promover nuestro patrimonio cultural.