¿Quién los mandó?

A los muchachos de Ayotzinapa, la mayoría alumnos de primer año, muchos adolescentes, se les mandó como novatada al parecer a reventar el informe de la presidenta del DIF de Iguala del 26 de septiembre. 

Sergio Sarmiento
Columnas
Marcha para exigir la presencia de los 43 normalistas desaparecidos en Iguala
Foto: Creative Commons

A los muchachos de Ayotzinapa, la mayoría alumnos de primer año, muchos adolescentes, se les mandó como novatada al parecer a reventar el informe de la presidenta del DIF de Iguala del 26 de septiembre.

Supuestamente lo que debían hacer los alumnos era botear y recaudar dinero para la causa, pero para eso no tenían que ir hasta Iguala, a más de tres horas de distancia, cuando tenían Chilpancingo a solo 15 minutos.

También dicen que iban a la Ciudad de México a participar en las marchas del 2 de octubre, solo que el enfrentamiento y secuestro masivo ocurrieron el 26 de septiembre, siete días antes de esas movilizaciones.

¿Quién mandó a los novatos a Iguala? ¿Sabía del poder de María de los Ángeles Pineda, quien además de ser primera dama provenía de una familia vinculada al crimen organizado y tenía sus propias aspiraciones políticas, ya que buscaba la candidatura del PRD a la presidencia municipal de Iguala? ¿Conocía al presidente municipal, José Luis Abarca, un hombre de gran poder y mecha corta?

Algunos de los miembros detenidos de Guerreros Unidos han declarado que entre los muchachos de Ayotzinapa venían integrantes de la banda rival de Los Rojos, una escisión, al igual que Guerreros Unidos, del cártel de los Beltrán Leyva. ¿Venían realmente esos delincuentes en los autobuses con los muchachos de primer año? No hay forma de saberlo ante la ausencia de cuerpos que permitan investigar las identidades de quienes fueron secuestrados el 26 de septiembre y presuntamente ejecutados.

Sin embargo, no era necesario que vinieran miembros de Los Rojos en los autobuses robados por los normalistas de Ayotzinapa. Bastaba con que así lo pensaran los integrantes de Guerreros Unidos que recibieron a los muchachos secuestrados por los policías de Iguala y entregados a policías de Cocula.

Mártires

Ayotzinapa es más que una escuela. Es una institución subvencionada por el Estado cuyo propósito es derrocar al Estado. La normal, de la que han surgido guerrilleros y activistas políticos radicales a lo largo de las décadas, se enorgullece de su inclinación por la revolución armada y decora sus muros con símbolos que van desde la hoz y el martillo del comunismo hasta el Che Guevara.

Es una institución en la que no ha habido clases en los últimos meses porque se dedica activamente a promover la revolución armada.

La gran pregunta es: ¿Quién mandó a los novatos a Iguala y cuál era su propósito? ¿Qué tanto sabía de las posibles consecuencias de esa aventura? ¿No pensó que el presidente municipal tomaría medidas para enfrentar un reto como este? ¿O mandó a los jóvenes precisamente porque sabía el riesgo que corrían?

Dicen que todo movimiento político necesita mártires. Quizá sea cierto. El hecho es que el movimiento de Ayotzinapa, antes limitado a una pequeña normal rural en un pueblo cercano a Chilpancingo, es hoy bandera de revolucionarios en México y el mundo gracias a sus 43 mártires. ¿Era eso lo que buscaba quien mandó a los jóvenes a su trágico destino?