Grecia: Apocalypse tomorrow

La imposibilidad de concluir 2014 con un presidente y una formación de gobierno ha desatado el lado menos amable de Perséfone: Grecia, la cuna de la democracia, lo intentó en una primera, segunda y tercera ronda, sin éxito.

Redacción
Política
La tasa de cambio del euro y del dólar aparece en una pantalla de una casa de cambios en Atenas, el lunes 5 de enero de 2015. El euro cayó el lunes a su nivel más bajo en nueve años al surgir nuevas dudas sobre el compromiso de Grecia con la divisa
Foto: AP/Petros Giannakouris

Por: Claudia Luna Palencia

Si la climatología en Europa le está dando un respiro a su población gracias a temperaturas más benignas de las acostumbradas respecto de años anteriores, lo que no da tregua es el clima político: el invierno griego congela los mercados.

La imposibilidad de concluir 2014 con un presidente y una formación de gobierno ha desatado el lado menos amable de Perséfone: Grecia, la cuna de la democracia, lo intentó en una primera, segunda y tercera ronda, sin éxito.

Para un país miembro de la Unión Europea (desde el 1 de enero de 1981) y del selecto club de la eurozona (desde el 1 de enero de 2001), la incapacidad de conciliar intereses en pro de su República parlamentaria coloca a Grecia no únicamente en una crisis política sino en el colofón de una crisis económica europea inacabada, solventada parcialmente y que, al primer azuzón, voltea de cabeza a los mercados.

Medusa amenaza con convertir en piedra lo avanzado hasta el momento por la economía helena, que el pasado 10 de abril logró su primera colocación de deuda entre inversionistas foráneos y recuperaba así la confianza, tras un cuatrienio largo y durísimo con dos rescates financieros, ajustes presupuestales severísimos y un plan de austeridad impuesto como una faja por los propios acreedores.

En 2010, cuando se declaró en quiebra el Estado griego, el Fondo Monetario Internacional (FMI) salió a su rescate aplicando junto con el Banco Central Europeo (BCE) una serie de medidas restrictivas a fin de garantizar que serían cumplidos los pactos de rescate-ajuste en el tiempo.

Después, en 2011, volvió otra inyección de recursos, otro préstamo del FMI, justo cuando los rumores de salida inminente de la eurozona se apoderaron de todos los pasillos de los mercados financieros europeos.

En total el paquete de rescate griego se formó por: 1) Empréstitos bilaterales provenientes de los países de la eurozona, que aportaron 80 mil millones de euros más 30 mil millones del FMI, y 2) la instrumentación del Mecanismo Europeo de Estabilidad dotado con 750 mil millones de euros.

Y después del rescate heleno siguieron Irlanda y Portugal, con sendas negociaciones en la mesa del FMI, “el diablo guardián” de la aldea global.

España se salvó por tantito del rescate y, aunque tuvo inyección de recursos externa, no llegó a la mesa del empréstito ni de los Derechos Especiales de Giro (DEG).

Problema

De 2010 a 2014 se ha ido saneando a trancas y barrancas el entramado de la economía griega, engrosada con las inyecciones de capital —vía los acreedores— e imposibilitada para utilizar otros mecanismos de financiamiento ante la ausencia de credibilidad de los inversionistas internacionales.

Por ello es clave que, por primera vez en el lapso señalado de ajuste, Grecia logró colocar tres mil millones de euros a un plazo de cinco años con una tasa de interés de 4.95% el pasado 10 de abril.

Para muchos la señal era clara: los helenos habían sido salvados del abismo, se les había enseñado a gatear y ahora podrían al fin andar solos.

Empero, la epopeya no concluye, como tampoco lo hace para la eurozona ni para el conjunto de la Unión Europea.

El problema de los griegos es el mismo que el del resto de los europeos: ya se hizo más de la mitad de la tarea del rescate, se pasó el trago más amargo de la crisis económica, algunos brotes verdes en la macroeconomía restablecen la confianza de los inversionistas, pero lo que no se supera es la crisis política.

Es como un camino con dos bifurcaciones a la deriva: no se encuentran en ningún momento. La percepción de la mejoría económica no cala en el bolsillo del elector. Por ejemplo Grecia obtuvo un crecimiento del PIB de 0.7% en el tercer trimestre de 2014, dando con ello fin a su recesión técnica.

Igualmente, en el caso de España, los pronósticos de crecimiento apuntan a entre 1.2 y 1.4% al cierre de 2014.

Pero es verdad que la microeconomía no ha visto todavía un alivio: el europeo sabe que ha perdido bastantes políticas otrora ligadas al Estado Benefactor, así que mientras se digiere la crisis económica, la crisis política provoca agruras intimidando con ello la posibilidad de llevar otra vez al paciente a un estado de coma.

El cierre de año lo ha dejado en evidencia. La ausencia de acuerdos políticos, de credibilidad hacia el gobierno y sus instituciones, la falta de conciliación de intereses entre los actores políticos, provocaron que el 9 de diciembre Grecia optara por elecciones presidenciales anticipadas.

La Bolsa de Atenas —como termómetro del nerviosismo— cayó 12.78% y puso en rojo el parqué accionario europeo, con rumores que evocaron la salida del euro y las peores pestes.

El 17 de diciembre Stavros Dimas, candidato a la presidencia, no logró elegirse en la primera ronda de votación en el Parlamento. Dimas obtuvo 160 votos de 200 imprescindibles (la Cámara cuenta con 300 diputados) para elegirse como presidente.

No fue ni en la primera ni en la tercera: finalmente, el 29 de diciembre, casi con las uvas en la mano, Andonis Samarás, primer ministro heleno, anunció elecciones generales anticipadas para el próximo 25 de enero.

Incertidumbre

Hay que formar un gobierno de coalición, hay que pactar una serie de ajustes demandados tanto por la eurozona como por el FMI, y quizás habrá que definir un tercer rescate para terminar de apuntalar a la economía.

Pero, por el momento, todo eso es solo una densa bruma sobre el Partenón de una Europa cuya arquitectura monetaria no tiene previsto que ninguno de sus países miembros abandone el club.

Aunque el FMI, precavido como es, detuvo el programa acreedor a los griegos y lo dejo en suspense hasta pasado febrero, el caldo de cultivo para la incertidumbre está servido: el euro ha empezado a deslizarse respecto del dólar, llegando a tocar mínimos de 1.18 dólares, una cotización que no se observaba en los últimos nueve años.

Las bolsas europeas siguen el ritmo de la griega: unos días se toman ganancias, otros se aprovechan las caídas en los precios. El Ibex-35 de España perdió su barrera de los diez mil puntos a escasos días de concluir 2014.

Los altibajos en los mercados aceleran en la medida que aumentan los temores entre los inversionistas, analistas y especialistas, en el sentido de que la izquierda más radical en Grecia se haga con el control del gobierno. Sí, el favorito para alzarse con la victoria es... Syriza.

La diatriba

De perroflautas: empiezan las amenazas, chantajes y manipulaciones del ala izquierdista más radical europea, donde si bien no todas las facciones se parecen, sí convergen en algunos puntos en común demasiado peligrosos, tales como dejar el euro, incrementar el presupuesto y gasto público para descansar parte del aparato de Estado en la expansión de “elefantes blancos” para engrosar las filas de los funcionarios públicos y desconocer la deuda.

Syriza y Grecia no son como España con Podemos, pero hay un hilo conductor: el descontento de la gente, la depauperación de la clase media, el micro, pequeño y mediano empresario que lo perdió todo. Recordemos que son las clases medias las que provocan los grandes cambios políticos y de paradigma.

Hay quienes creen que España ha hecho la totalidad de su tarea y lo que suceda en Grecia, con sus elecciones, no tiene por qué ser espejo de su realidad. En su caso, los dos líderes más radicales se conocen y han charlado en varias ocasiones: Alexis Tsipras, líder del partido izquierdista griego Syriza, y Pablo Iglesias, líder del español Podemos.

Recientemente Iglesias dijo a la prensa que “hay enemigos de la democracia que realizan declaraciones apocalípticas porque les da miedo que los griegos voten en libertad y elijan si quieren que les siga gobernando la canciller alemana Angela Merkel o que gane Syriza”.

Una parte de los helenos, como de españoles y otros europeos, culpan al euro de sus males y sobre todo a los severos ajustes en la crisis de todo el sufrimiento provocado en su economía personal.

La salida para radicales y otros perroflautas consiste en desconocerlo todo, abandonar la paridad para poder devaluar, ignorar las deudas y echar a andar la maquinita del dinero.

Por eso es que lo de Grecia es la primera gran prueba de fuego de este año, dado que además España tendrá a lo largo de 2015 su propio calendario electoral: municipales (24 de mayo), autonómicas y Juntas Generales (24 de septiembre), y generales (20 de diciembre).

Antes del 31 de diciembre España tendrá nuevo presidente y gobierno o bien la reelección de su actual mandatario, Mariano Rajoy, y nuevo gobierno de coalición.

¿Pero es Syriza el espejo de Podemos?

Para Ignacio Camacho, uno de los analistas políticos más reconocidos del escenario español, Syriza y Podemos son parientes políticos, no gemelos. “Se parecen en su programa antieuropeo —o antialemán—, en su rechazo a los ajustes, en sus reparos a pagar la deuda pública, en su populismo demagógico de ofrecer soluciones fáciles a problemas complejos. Cultivan su fraternidad radical: forman grupo parlamentario en Bruselas y Alexis Tsipras fue el invitado estelar en la proclamación de Pablo Iglesias. Ambos se ofrecen como alternativa al fracaso o al desgaste de la partidocracia convencional. E incluso se asemejan en el giro moderado de su oferta para alcanzar el éxito electoral entre clases medias deprimidas”, dice.

Juntos, pero no revueltos. Las diferencias son claras de acuerdo con Camacho, dado que Syriza no oculta que es una fuerza comunista que aspira a cambiar la política en su país, mientras que Podemos tiene un proyecto de fractura.

Syriza tiene un nombre “diáfano: Coalición de Izquierda Radical. Se presenta con orgullo ideológico y su prioridad es cambiar de política, no de sistema. Podemos tiene un proyecto de ruptura del régimen constitucional español. Intenta disimular su identidad política de extrema izquierda en un vago populismo transversal que apela al abstracto concepto de la gente como sujeto político. Aspira al poder para operar con él una transformación de las reglas del juego. Pretende sustituir el marco del consenso por el de la confrontación, pero camufla su polaridad revanchista en un discurso integrador de índole socialdemócrata”.

Momentáneamente, lo que se puede palpar es que al menos en el ambiente político español no hay tranquilidad sino todo lo contrario. Pero dejar las cosas sine die es todavía darle más combustible a los especuladores.

Las mesas de debate político, las tertulias cotidianas en todos los medios de comunicación, hacen alusión al fenómeno de Iglesias que desencadena todo tipo de pasiones, desde una podemitis hasta una podemosfobia, mientras lo que él quiere hacer es darle un podemazo a la nación ibérica.

No obstante, Camacho llama a la tranquilidad y a la reflexión: “Porque si se juzga a Podemos por la suerte que corra una Grecia bajo el probable gobierno de sus primos se estará desdeñando el intrínseco componente rupturista del partido español, su verdadero programa de fondo, que no es el económico sino el político. Y será un importante error de enfoque que diluirá el sentido real del modelo podemista: la liquidación del orden constitucional que ha regido España en 35 años de democracia, libertades y convivencia”.

Lo que quieren el ciudadano español y el heleno es un nuevo amanecer económico sin problemas de desempleo ni precarización. Lo que hay que evitar es que el otro mañana sea peor que el actual. Apocalypse tomorrow.