Crisis: hasta que el sistema aguante

La expectativa gubernamental radica en canalizar las protestas hacia el proceso electoral del 7 de junio, sin capacidad de propuesta para depurar las presiones violentas.

Carlos Ramírez
Columnas
 Estudiantes normalistas y miembros de la CETEG irrumpieron en las sedes del Congreso local y de la Contraloría de la Secretaría de Educación en el estado (SEG), donde prendieron fuego y causaron destrozos a oficinas y mobiliario
Foto: NTX

El arranque político de 2015 no pudo ser más desafortunado: la agudización de los conflictos ante la intolerancia de las dos partes; de un lado, los grupos sociales antisistémicos apostándole a la ruptura; de otro, el sistema político resistiendo la ofensiva; en medio, una sociedad que se ve zarandeada por la violencia y la pasividad.

La expectativa gubernamental radica en canalizar las protestas hacia el proceso electoral del 7 de junio, sin capacidad de propuesta para depurar las presiones violentas.

Los ataques de la Sección 22 de maestros de Oaxaca y la alianza de los maestros radicales de Guerrero con la organización de padres de familia de los 43 normalistas secuestrados por orden de un alcalde del PRD dejaron ver que el clima de inestabilidad aún no alcanza su punto máximo.

Sin salidas políticas negociadas la crisis se está retroalimentando y nadie parece preocupado por buscar una salida. El gobierno parece esperar que la crisis se pudra por sí misma, pero en el camino habrá sobresaltos preocupantes como la agresión de los maestros de Guerrero y los padres de los 43 contra el cuartel del 27 regimiento de la Secretaría de la Defensa Nacional. Más que buscar a los secuestrados, la estrategia disidente es provocar la violencia.

La SEP y Gobernación han sido rebasados, la PGR se mira pasmada de su propia ineficacia, el PRI no se ve por ningún lado, los partidos miran con interés cómo la crisis podría derrumbar las expectativas electorales priistas y el presidente de la República aparece —como la novela de René Avilés Fabila— como el gran solitario de Palacio.

¿A quién beneficia este estado de cosas? A nadie; pero los más perjudicados son el gobierno federal y el presidente de la República. Y la crisis en las expectativas políticas por la inestabilidad social dañará las posibilidades de la actividad económica, en la que tampoco nadie ganará nada. La crisis podría bajarle algunas curules al PRI pero sin hacerle perder su mayoría, pero como la elección será de aparatos electorales el del PRI podría inclusive subir algunos puntos.

Contradicciones

El caso es que la crisis de 2014 mostró el agotamiento del viejo sistema político pero nadie está reflexionando sobre las reformas. El decálogo de propuestas presidenciales de noviembre pasado hizo énfasis solo en el aspecto procedimental judicial, no en el político. El PRD se ha dedicado a ocultar su responsabilidad política, electoral, institucional, penal y moral en la desaparición de los 43 normalistas y ha hecho todo para endosarle el problema al gobierno.

El punto central de la crisis se puede resumir en dos preguntas: ¿hasta dónde resistirá el sistema político sin reventar? y, ¿en qué punto las reformas serán ineficaces?

La nueva correlación de fuerzas políticas que saldrá de las elecciones del 7 de junio seguirá sin garantizar mayorías sólidas.

Pero lo más importante radica en el hecho de que la crisis sistémica no encuentra caminos de salida o de solución y se sigue enredando en sus propias contradicciones. En este escenario las elecciones se miran solo como la posibilidad de fortalecer las fuerzas políticas sin representatividad social. La fragmentación de los partidos y la dispersión de fuerzas políticas seguirán impidiendo un acuerdo político nacional para la reorganización del sistema político.

Lo peor que le puede ocurrir al país es pasar el 7 de junio y seguir con la misma crisis.