Terrorismo y crimen organizado

La forma en que han involucionado estos fenómenos en el siglo XXI les lleva a ser considerados hoy como los principales obstáculos para la paz y la seguridad internacionales y, por lo tanto, también hacia el interior de varios países.

Javier Oliva Posada
Columnas
Parisinos protestan por el atentado terrorista a Charlie Hebdo
Foto: NTX

La forma en que han involucionado estos fenómenos en el siglo XXI les lleva a ser considerados hoy como los principales obstáculos para la paz y la seguridad internacionales y, por lo tanto, también hacia el interior de varios países.

Por principio de cuentas poseen una característica afín: tienen como principal adversario para sus actividades al Estado de Derecho. Y en la práctica también requieren de dos insumos determinantes: dinero y armas.

Allí tenemos la exigencia de un rescate por dos ciudadanos japoneses, recientemente exhibidos por el grupo Estado Islámico (EI), que pide 200 millones de dólares para devolverlos con vida.

Pero las posibilidades de relacionar ambos temas quedan hasta allí: el terrorismo, pese a sus execrables métodos, se sustenta en cuatro tipos de reivindicaciones y en la mayor parte de los casos se presentan una o varias de las siguientes: étnica, soberanista, religiosa e ideológica.

Por otro lado, es más que evidente que para el crimen organizado su único y nocivo móvil es la obtención de cuantiosas cantidades dinero para ser derrochadas sin ton ni son. Y en los complejos entramados de intereses regionales y nacionales grupos políticos, gobiernos extranjeros y en general grupos de presión tienden a permitir, fomentar e incluso auspiciar movimientos terroristas con la finalidad banal de ampliar y consolidar sus esferas de influencia.

De acuerdo con datos de la ONU para 2014, casi 80% de los catalogados como actos terroristas en el mundo se cometieron en tan solo cinco países con claras evidencias de debilidades estructurales de gobierno, una sociedad paralizada por el miedo, así como una desenfrenada lucha por el poder, aunada a expresiones locales de persistentes tendencias separatistas.

Por su parte, dentro de las actividades del crimen organizado en forma alguna puede pretender, en general, la falencia absoluta y definitiva del Estado y la crisis irreversible de la sociedad, pues en ese ambiente sus actividades no tienen las garantías necesarias para continuar con su desmedida codicia. Los recientes acontecimientos que hemos vivido en diversas partes del mundo, solo relacionados por la violencia (como son Francia, Bélgica y México, entre otros países), exigen un serio replanteamiento y un enfoque diferente a la problemática que agobia lo mismo a entidades multilaterales que a gobiernos y sociedades.

Desafío

Las condiciones de desigualdad, que para 2015 apuntan a ser las más graves en la historia, quizá sean una base esencial para formular ese nuevo enfoque: se calcula que 1% de la población mundial tendrá la riqueza equivalente del restante 99 por ciento.

En Francia, el presidente François Hollande señaló que el reto es la integración de los islámicos a la sociedad mediante consistentes y sistemáticas oportunidades para desarrollarse. Más aún, el tema central del discurso del Estado de la Unión pronunciado el pasado martes 20 por el presidente Barack Obama fue también la desigualdad como la fuente principal de problemas de cohesión social.

En muy buena parte las explicaciones sociológicas y sicológicas apuntan a que los individuos que se reclutan para actividades terroristas y criminales tienen en común una historia plagada de desencuentros con la vida, soledad, ausencia de un proyecto que los motive a la constante superación y, sobre todo, falta de vínculos de identidad con la comunidad que de forma inmediata les rodea.

Algo debiéramos aprender y aplicar en México.