Nueva guerra asimétrica

Javier Oliva Posada
Columnas
Alto a la guerra
Foto: AP

Este es uno de los relativamente nuevos conceptos que se utilizan en los estudios contemporáneos de defensa y seguridad internacional para definir aquellos conflictos que por sus características no pueden calificarse como “guerras convencionales” ni como “guerras irregulares”, pues en ambos casos confluyen tanto expresiones de defensa de soberanía como reivindicaciones de índole político/ideológico.

En ambos casos, también, existen elementos donde hay posibilidades de establecer acuerdos para evitar su prolongación porque las partes son reconocidas como sujetos por el Derecho Internacional.

Así, una guerra asimétrica tiene que ver con la participación de grupos armados irregulares, sin elementos ideológicos expresos, que mediante la violencia abierta en contra de población civil indefensa actúan al amparo de radicalismos religiosos y/o étnicos.

Confrontan a Fuerzas Armadas regulares y se nutren de combatientes de muy diversa procedencia.

El armamento del que disponen es además adquirido mediante acciones propias del crimen organizado, como son el secuestro, la extorsión y, en no pocos casos, hasta el tráfico de enervantes.

El anuncio en días pasados sobre la creación de una fuerza militar multinacional propuesta por Arabia Saudita y Jordania, a la vez que aceptada por más de una decena de países de la zona, produce una nueva condición que sin duda afectará de fondo el proceso de desestabilización generado por la irrupción del grupo Estado Islámico (EI), pues aunque sea una obviedad esta formación paramilitar ni representa a un Estado ni, mucho menos, a una nación o siquiera a una etnia.

No obstante sus integrantes, procedentes de muchos países, incluyendo europeos, se identifican con la parte más radical e integrista de las expresiones terroristas de inspiración islámica.

Nuevo capítulo

De forma sorpresiva, el EI se ha ido expandiendo y sumando lealtades, como la de Boko Haram en Nigeria, así como expresiones locales en Egipto y Yemen. Tan grave ha sido el deterioro, por ejemplo, en este último país, que la sombra de un escenario como el de Libia o Siria parece ser más que una realidad: una nueva guerra civil.

Este acontecimiento es el que da impulso definitivo a la propuesta saudí, pues su Fuerza Aérea bombardeó durante varios días consecutivos las posiciones de los rebeldes, que hasta donde se sabe, además de sus simpatía por el EI, también cuentan con el apoyo encubierto del gobierno chiita de Irán.

Por si esto fuera poco, a la complejidad hay que agregar las negociaciones simultáneas entre la Agencia Internacional de Energía Atómica, las Naciones Unidas y Teherán para lograr acuerdos respecto del desarrollo y uso pacífico de las instalaciones nucleares iraníes, mismas que llevan un considerable avance en su construcción.

La tendencia observada hasta ahora indica que el conflicto en el norte de África (Libia, con extensiones en Egipto y Túnez), Oriente Medio (además del conflicto Palestina-Israel hay que contar con la gravedad del que vive Siria), el sur de la Península Arábiga (Yemen), sin olvidar los que ya parecen conflictos endémicos en Irak y Afganistán, tienen el denominador común de ser calificados como guerras asimétricas dadas sus características inéditas.

Y por lo que se ve, de no encontrase una solución georregional pronta pueden extenderse en el espacio y el tiempo.

Todo indica, de hecho, que hemos comenzado un capítulo nuevo en la historia de la guerra. Su desenlace, como sucede siempre, solo podremos deducirlo en la proporción y profundidad del estudio de las raíces del conflicto.