El genio de Ornette Coleman (1930-2015)

Hector González
Todo menos politica
Coleman
Foto: AP

En alguna ocasión le preguntaron al pianista alemán Joachim Kühn quién era el músico de jazz más importante de la historia. Su respuesta fue tajante: “Ornette Coleman, después de J. S. Bach”. De ese tamaño era la sombra del saxofonista texano, recién fallecido a los 85 años.

Los ambientes rurales pronto le quedaron cortos y no tardó en viajar a Los Ángeles para ingresar al circuito de los clubes de rhythm & blues. Solía contar que descubrió los alcances de saxofón alto con Charlie Parker pero supo reconocer a tiempo que la vara impuesta por Mr. Bird era demasiado alta.

Sus primeras grabaciones de finales de los cincuenta, The music of Ornette Coleman y Tomorrow is the Question!, provienen de aquel periodo. El impacto de ambos discos lo llevó a cambiar de aires y emprender el periplo rumbo a Nueva York.

Durante aquellos años, bajo la sombra de Parker, dos saxofonistas redefinieron el rumbo del instrumento y del jazz mismo: John Coltrane con el saxo tenor y Coleman con saxo alto. Los críticos incluso destacaban del segundo su versatilidad y amplitud sonora.

Guiado por su instinto buscó nuevas rutas de expresión. No quería sonar a los demás y aprendió a jugar, a experimentar. Llevó el jazz a un plano conceptual y ambicioso en términos de palabras:

“La idea es no tocar sonidos sino ideas. Las ideas tienen imágenes y sonidos, y salen ya completas del cerebro. Yo escucho la música de la misma manera en que el cerebro piensa. Si me pregunta qué es el sonido, le diré que no tengo ni idea. Es algo que se te mete dentro por los oídos, pero eso también podría ser la sífilis”, explicaba.

Lo que en palabras se lee complejo, en canciones fluye con fuerza y de manera orgánica.

En la gran manzana armó uno de los cuartetos más sólidos en la historia del género. Don Cherry, Charlie Haden y Billy Higgins completaron la alineación y las sesiones en el Five Spot se convirtieron en el laboratorio de lo que sería llamado free jazz. A diferencia de sus colegas de entonces no hizo caso del piano y tampoco se centró en las armonías como estructura centrales de sus composiciones.

Producto de este ejercicio son los discos realizados entre 1959 y 1961: The Shape of Jazz to Come, Change of the Century, This is Our Music, Ornette! y su clásico Free Jazz, para muchos su punto más alto porque rompió con el molde impuesto por la técnica y virtuosismo del jazz.

No es extraño que lo comparen con el Kind of Blue, de Miles Davis, en términos de influencia.

Música sin concesiones

Coleman se sabía diferente al resto y en el mismo sentido cultivó el culto a sí mismo. Alternó con la trompeta e incursionó en la música de cámara pero sin iguales resultados.

Definió y patentó su estilo como “sistema harmolódico”, acrónimo de Harmony Motion and Melodic elements. Con una personalidad cada vez más retraída, se alejó del protagonismo y los reflectores, se ensimismó y renegó de motes como Padre del jazz. “No tengo nada en contra de un nombre o un sonido: solamente creo que el sonido no necesita un nombre, el sonido hace un nombre”.

A finales del siglo XX y principios del XXI siguió tocando y nunca dejó de ser una figura respetada. “Dame los acordes y yo hago el resto”, era uno de sus lemas.

Sus últimos discos conservan la vocación por la libertad creativa pero sacrifican su capacidad de improvisación. Terminó encerrado en sí mismo. Pero para entonces ya era una leyenda a la que todo se le perdona. Sería injusto que en plena vejez tuviera el mismo espíritu revolucionario.

Cansado de que lo tildaran como un artista de élites o complicado, intentó desmarcarse de la categorización: “Yo no soy un músico para minorías. Son las minorías las que precisan de mi música”, sentenciaba de manera lapidaria.

La imagen de Ornette Coleman conectado con su saxofón ya es parte de la historia de la música del siglo XX. Lonely woman o Ramblin son y serán ejemplos del trabajo de un artista que aglutina calificativos como visionario, pretencioso o genial. Nunca coqueteó con el pop o el rock como sí lo hizo Miles Davis y quizás a eso se deba el olvido de los jóvenes.

No obstante, que a nadie le quepa duda de que el impacto de su Free Jazz solo tiene equivalente en el Sgt. Pepper and Lonely Hearts Club Band de The Beatles o el Thriller de Michael Jackson. Sin exagerar.