La motocicleta, más que una pasión

Ricardo Pérez Valencia
Italika
Foto: Especial

El uso de la motocicleta es sin duda una pasión, pero también una necesidad de transporte, aventura, sueños, economía y un sinnúmero de aspectos que redundan en beneficios… Pero cuando todas estas razones se combinan se crea no solo una alternativa, sino un estilo de vida.

Tal es la experiencia de Matías Hardy, un aventurero que más allá de su pasión por el motociclismo se ha empeñado en combinar una serie de aspectos para llevar más allá su espíritu viajero.

Su idea nació precisamente de su deseo de aventura, junto con la necesidad de alcanzar logros no solo personales sino altruistas: su sueño de recorrer el mundo se convirtió también en un reto y una aspiración por ayudar a través de la promoción de un uso consciente del agua.

Fue entonces que Matías decidió, junto con un amigo de la infancia Sebastián Pedro, recorrer los cinco continentes en tres etapas con un proyecto al que bautizaron como Agua dulce-Motodestino.

¿Cómo nació la idea? El propio Matías responde a Vértigo: “Soy de una zona al norte de Argentina que tiene un problema bastante sustancial con el agua dulce. Posee gran cantidad pero muy mala distribución y una mortalidad infantil muy alta debido a causas directamente relacionadas con el agua. Entonces decidimos salir al mundo y conocer de primera mano una realidad que nos aquejaba”.


Durante 18 meses Matías y Sebastián recorrieron 65 mil kilómetros de Buenos Aires a Nueva York; visitaron 300 ciudades en 14 países recopilando información respecto del agua; lograron que esa pasión por viajar en motocicleta no quedara solo en una anécdota sino que la convirtieron en algo con sentido para la sociedad: una aportación, desde sus posibilidades, para mejorar un poco la calidad de vida de la gente.

Durante aquel viaje, cuenta Matías, se enamoró de México. Y tras su regreso a su natal Argentina determinó instalarse en 2012 en nuestro país para concluir la primera etapa de su proyecto, que consiste en un segundo viaje largo desde la Ciudad de México hasta Alaska.

En este lapso de tres años Matías no desistió en su empeño por poner su granito de arena, o como él dice, su gota de agua, y constituyó una asociación civil para darle una estructura legal y positiva al proyecto.

“En México me dediqué a recorrer el país y retomar el tema del agua, la distribución, la poca conciencia en cuanto a su uso… Y Motodestino siempre siguió vivo”, dice Hardy.

Altruismo

Con diversos apoyos, el proyecto recibió impulso y dedicó sus esfuerzos a llevar filtros purificadores de agua a comunidades donde no solo es difícil contar con el líquido, sino que el poco que hay no es potable y resulta imposible de beber.

Esa labor se realiza en motocicleta gracias a la facilidad de acceder a zonas donde no se puede llegar en otro tipo de vehículos.

Así, Motodestino ha hecho importantes donaciones de filtros potabilizadores en Tlamacazapa, Guerrero, un pueblo cerca de Taxco; en la comunidad El Fraile, en Jalpan, en la Sierra Gorda de Querétaro; en Xochimilco, y la más reciente en Xala, Mixtla de Altamirano, Veracruz, comunidad a 60 kilómetros de Orizaba a la que se llega por un camino de terracería y donde donaron un filtro potabilizador de 100 mil litros, lo cual le da más de dos años de agua potable a toda la población.

“Empezamos a hacer este tipo de donaciones porque no solamente te puedes quedar documentando: te conmueve tanto, que tienes que buscar alguna solución”, declara Matías Hardy.

A partir de este 25 de julio el viaje continúa. El destino es Alaska. Y el sueño es que Motodestino se convierta algún día en un movimiento mundial, en el que la motocicleta sea más que un atractivo. “El tema del agua a muy poca gente le importa y el recurso es cada vez más escaso, más manipulado. Se está convirtiendo en una mercancía y lo que queremos como organización es que eso no suceda, porque es un derecho natural al que todos debemos tener acceso”.

El compromiso del viaje a Alaska, de aproximadamente 25 mil kilómetros, es que por cada mil kilómetros que Matías recorra significará, a su regreso a México, la donación de un filtro para una comunidad mexicana.

Doble propósito

Además se ha incluido otro aspecto interesante al proyecto de Motodestino: promover el uso de la motocicleta que, a decir de Matías Hardy, es un vehículo que entre algunos tiene mala reputación por falta de conocimiento.

Y una misión paralela de la organización es colaborar a disminuir el tráfico en ciudades como la de México. “Aunque suene utópico, queremos ser el nexo entre la motocicleta y la gente que quiere dejar de usar el automóvil porque sabe que es un vehículo obsoleto en una ciudad tan grande. La gente no se sube a una moto por miedo; tal vez porque el primer vehículo que usó en su vida fue un carro y desconoce que esta es una experiencia diferente”.

La idea es impartir cursos de manejo en moto y dar apoyo no solo cognoscitivo sino incluso sicológico a quien decida utilizarla como medio de transporte, colaborando así a mejorar la calidad de vida de los habitantes de esta y otras ciudades con tráfico conflictivo.

“Manejar una moto no es fácil, pero tampoco es imposible tratar de hacer conciencia a los automovilistas para que respeten al motociclista, porque una moto es un carro menos en una ciudad colapsada como esta”, asegura.

Lo que se intenta demostrar “es que el motociclista es alguien consciente, que no es individualista sino que piensa en el otro”.

─¿Cómo defines este sueño?

—Creo que el espíritu humano se alimenta solo de experiencias nuevas. Tengo una necesidad muy fuerte de conocer y de experimentar. La moto es un nexo y un vehículo interesantísimo que te permite conocer mucho, que te conecta directamente con la naturaleza, con el entorno. Y sobre todo, que te da mucha sociabilidad y amistades. Lo que te mueve es la pasión por viajar en moto. Y por otro lado este trabajo altruista: es el doble propósito de rodar, porque regresas con el corazón lleno, con una sensación de haber hecho algo bueno, algo positivo”.