Magris: el defensor de los relatos híbridos

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Magris: el defensor de los relatos híbridos
Foto: NTX

Por: Federico González

Tras el dislate de Alfredo Bryce Echenique, la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara decidió replantear el sentido del reconocimiento que año con año entrega. A partir de entonces abrió la convocatoria a autores europeos: en 2013 para el poeta francés Yves Bonnafoy y ahora para el italiano Claudio Magris (Trieste, 1939).

Constante candidato al Nobel de Literatura, Magris es un defensor de los relatos híbridos, donde coinciden por igual la crónica, el ensayo o la autobiografía, algo similar a lo que en México ha hecho Sergio Pitol.

Sin afán de presunción, el reseñista recupera una entrevista que tuvo con el italiano en 2003. Entonces Magris ya era Magris y el reportero no era más que un mochilero que recorría Europa. De aquel encuentro extraigo algunos fragmentos que bien pueden guiar el sentido de su trabajo.

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“Cada experiencia que se quiere escribir nace ligada a su forma. Un escritor no puede decidir si lo que escribirá será un cuento o una poesía. A veces la forma coincide con el género literario en su sentido interior. No es una decisión. Creo que para Dante la rima era necesaria, como ahora entiendo que para muchos es necesario mezclar los géneros”.

“Un escritor no tiene ni más ni menos obligaciones que los demás. No existe una categoría de intelectuales como sacerdotes laicos que administren el espíritu. ¿Por qué los escritores tendríamos que estar más facultados para juzgar lo que hacen los demás? ¿Qué hace que nuestra opinión pese más que la de alguien que trabaja en un banco? No hay que olvidar que muchos narradores y poetas han apoyado facciones fascistas o estalinistas, algunos de los más grandes han apoyado regímenes totalitarios”.

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Riesgos

“Se escribe para un lector ideal con el que se busca estar a la par. No se escribe para un público determinado o para cierta cultura. Uno expresa lo que tiene que decir sobre el mundo, su experiencia cotidiana. Trata de que los demás lo entiendan, aunque también hay que reconocer que no se puede llegar a todo el mundo”.

“Me gusta que la gente me considere simpático, pero no pienso en caerle bien al otro. Soy lo que soy, no tengo que cuidarme de agradar a nadie. Es inevitable que exista gente para la que resulte totalmente incomprensible. No se puede escribir para una especie de anónimo. El riesgo de escribir es también el riesgo de vivir”.