Viabilidad de la candidatura independiente

¿Qué tan viable en términos de competitividad sería una candidatura independiente?

Juan Gabriel Valencia
Columnas
Candidatos independientes
Foto: NTX

Cobra fuerza la idea de una candidatura independiente a la Presidencia de la República en las elecciones de 2018. Hay bastantes indicios de que esa opción se está trabajando con método, rigor y seriedad. El tema merece muchas reflexiones.

De entrada, si bien la política es el arte de lo posible, lo contrario no es cierto. La política no es el arte de lo imposible. Hay circunstancias hacia 2018 que se haga lo que haga no se pueden modificar. Primero, los dos partidos históricos tendrán candidato a la Presidencia de la República y aparecerán en la boleta. El PRI y el PAN presentarán candidato presidencial. Tienen organización —cada uno con sus dificultades internas—, estructura, tensiones y eventuales disidencias. Pese a todo, presentarán candidato cada uno por su cuenta. Disponen de un electorado leal, si se quiere, disminuido, uno por el desgaste natural del ejercicio del poder en una etapa histórica muy compleja, y otro después de dos sexenios de más oscuros que claros. Pase lo que pase, tendrán candidato y no es una probabilidad sino una certeza.

Otra certidumbre, que no adivinanza, es que Andrés Manuel López Obrador estará en la boleta por Morena y vaya uno a saber cuántos otros partidos se le sumen. Tendría que quedar físicamente imposibilitado para que no compita en 2018.

Bajo esas dos premisas, ¿qué tan viable en términos de competitividad sería una candidatura independiente?

Condiciones

Es una realidad que la gente está cansada de la bien o mal llamada partidocracia. Es cara, excluyente y esclerótica. Es lo que hay y sus números, aunque de manera gradual, decrecientes, reflejan una alta estabilidad.

Si el objetivo es lograr una candidatura independiente que verdaderamente sea rival de AMLO, parecería que no es el mejor camino, ya que es más factible que esa candidatura canibalice en alguna medida, menor por demás, a alguno de los partidos históricos, ya que los votantes de AMLO en 2006 y 2012 han demostrado una efectiva consolidación.

Para que una candidatura independiente fuese competitiva tendrían que ocurrir dos cosas: una, que en los dos próximos años el PRI se desfondara, poco probable con la recién estrenada dirigencia de Manlio Fabio Beltrones y la cátedra de operación electoral que le dio al país en la elección de gobernador de Sonora. Y otra, que el PAN de plano no pudiera procesar internamente la postulación de un candidato y se viera forzado a declinar o buscar una alianza con lo que se supone sería un independiente. Esas dos condiciones, insistamos, si no imposibles, son realmente lejanas y remotas. Todo eso de antemano.

Añadamos, además, la dificultad de que un grupo de notables y abajo firmantes puedan concretar una candidatura independiente sin que se genere la discordia de producir no una sino varias, con lo cual el objetivo primordial se anula y se neutralizan entre sí.

El tema de la candidatura independiente y su importancia política, sin descalificaciones a priori, pasaría por una reforma legal previa, por no decir urgente e inmediata, para instaurar en México la segunda vuelta electoral. De esa manera, la candidatura independiente se convierte en viable como opción presidencial. Sin esa reforma, para una candidatura independiente, prácticamente no hay manera.