Dabiq

La amenaza del DAESH es una amenaza a todos los valores y personas de Occidente. Sin distingo de origen. Debe entenderse eso con toda claridad.

Juan Gabriel Valencia
Columnas
EL Ministerio de Defensa de Francia informó que lanzó sus primeros ataques aéreos desde ese navío contra blancos del grupo Estado Islámico
Foto: AP

Era lógica e indispensable la represalia francesa al bombardear Raqqa —capital del autollamado Estado Islámico, en el oeste de Siria— ante los atentados del viernes 13 de noviembre pasado. Si solo es eso, una represalia militar convencional, es insuficiente, casi inútil. Desde un punto de vista política, en sí misma, esa acción es inocua.

Ante los atentados en París, Occidente enfrenta no solo un desafío militar y político, sino sobre todo intelectual y axiológico. Basta tener en la memoria la muy reciente experiencia en Irak.

Se fundó en mentiras. Uno de los pocos Estados laicos en Oriente Medio, junto con Siria, fue atacado y destruido por Estados Unidos y el Reino Unido, sin bases sólidas de incriminación en supuestos agravios, sin planeación alguna de lo que se haría después y dejado a la mano de Dios —invisible— después de cinco años de ocupación.

Se destruyó su economía y se extirpó su régimen político dictatorial pero laico, insistamos, y se sustituyó por un régimen político de mayoría religiosa arcaica y sin economía viable. Eso dio como resultado, entre otras cosas, el surgimiento de DAESH, el acrónimo del autollamado Estado Islámico.

En lo que siguió, la Ley de Murphy se aplicó de manera implacable, las fobias personales de los presidentes de Estados Unidos y Francia hacia el mandatario de Siria, Bashar al-Assad, dieron lugar a que los ataques occidentales al gobierno sirio fueran un campo de cultivo propicio para que la resistencia iraquí y en parte siria se radicalizaran y convirtieran ambos países más en una catástrofe humanitaria que en una guerra civil común y corriente.

La invasión francesa ante los atentados del viernes 13 es justificada y natural. Es la guerra, dijo su presidente. El problema es qué tipo de guerra. Si se va a limitar a una represalia masiva, es lo mismo que hicieron Estados Unidos y Reino Unido en Irak. Solo agrava el problema y los peligros.

Vertientes

¿Qué se requiere? Primero, efectivamente los bombardeos que están realizando los rusos y los franceses en Raqqa. Inevitablemente debe seguir un despliegue de tropas en el terreno y la ocupación de los territorios de DAESH que equivalen a los de algunos países europeos. En paralelo, como no se hizo en Irak, que los mismos países participantes en la coalición militar formulen un proyecto de reconstrucción posguerra equivalente a lo que los aliados hicieron con éxito y con inteligencia en la posguerra europea del siglo pasado, que incluyó el Plan Marshall y la reconstrucción de todos, hasta de los perdedores.

También restablecer las fronteras de Siria e Irak antes del conflicto; imponer de común acuerdo dos gobiernos que a plazo fijo elaboren nuevas constituciones y convoquen a elecciones creíbles; erradicar de raíz los mandos y los órganos de planeación de DAESH y vencer culturalmente al Ejército Islámico en sus propias naciones. Solo por enunciar algunas de las acciones inmediatas cuyo éxito tomará años, lustros, por lo menos.

Occidente esta vez no puede equivocarse. Tiene dos vertientes simultáneas que atacar: una militar y una política. Esta última la más importante. Porque la fuerza de Occidente radica en dos pilares: su capacidad bélica y su actitud para crear instituciones. Ojalá sea el camino que se elija.

PD El título de este artículo, por si alguien tiene dudas de lo que hay enfrente, significa terror: ese es el nombre de la publicación periódica del Ejército Islámico.