Museo del Chopo: 40 años (I/II)

El empresario José Landero y Coss compró una parte del diseño del edificio original para llevarla a México y armarlo en nuestro país.

Masha Zepeda
Columnas
Museo del Chopo
Foto: panda brand / Creative Commons

A principios del siglo XX llegaron de París las enormes piezas de hierro con que se construiría uno de los edificios más emblemáticos que existen hasta la fecha en la Ciudad de México y que hoy es el Museo Universitario del Chopo.

Se trata de un espléndido y luminoso espacio estilo art noveau, construido con hierro, tabique prensado y cristal, diseñado por Bruno Möhring, quien ideó que fuera prefabricado y desarmable en lo que en su principio fue el cuarto de máquinas de la metalúrgica Gutehoffnungshütte y en 1902 alojó a la Exposición de Arte e Industria Textil en Dusseldorf, Alemania.

José Landero y Coss, un empresario mexicano, compró una parte del diseño del edificio original para llevarla a México y armarlo de nueva cuenta en nuestro país con la idea de que ahí se instalara la Compañía Mexicana de Exposición Permanente, SA, empresa que pretendía llevar a cabo exposiciones comerciales de productos industriales y artísticos.

Así, entre 1901 y 1905 el ingeniero Lus Bacmeister tuvo a su cargo el armado del enorme edificio que estaba en el antiguo número 10 de la Calle del Chopo (hoy Enrique González Martínez): eran los comienzos de la Colonia Santa María la Ribera y representaba para la capital mexicana la entrada a la modernidad, puesto que fue la primera colonia trazada, fraccionada y planeada ex profeso, con 53 manzanas proyectadas por los hermanos Flores, quienes propusieron que cada calle tuviera el nombre de una flor o de un fruto.

En 1905 la compañía que adquirió las partes del edificio para reconstruirse en México se declaró en quiebra y la entonces Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes (hoy SEP) rentó el edificio —ya conocido como Palacio de cristal— para lo que sería el Museo Nacional de Historia Natural.

Evolución

Pero la magnitud de la celebración del Centenario de nuestra Independencia en que se empeñó Porfirio Díaz hizo que la propia secretaría cediera el edificio para alojar una exposición de arte industrial de la delegación japonesa, inaugurada el 2 de septiembre de 1910 por el presidente Díaz y el embajador de Japón. Y el lugar, ampliamente difundido por los medios de comunicación, comenzó a ser llamado el Pabellón japonés.

Durante los tres siguientes años no se cuenta con ningún registro de actividad en el hermoso edificio, hasta el 1 de diciembre de 1913, cuando finalmente se inauguró el Museo Nacional de Historia Natural, el primero en México dedicado a las ciencias naturales con cinco áreas: botánica, zoología, biología, mineralogía y geología, mientras que su acervo fue formado por parte de la colección del Museo de las Culturas que estaba en la calle de Moneda del Centro Histórico.

Existe a la entrada del museo una placa conmemorativa que se refiere a la creación de este museo científico y asimismo es posible hoy encontrar en algunas de sus estructuras de madera el nombre de la metalúrgica Gutehoffnungshütte, origen de este espacio ahora juvenil por excelencia.

Ya en el gobierno de Venustiano Carranza (1917) se suprimió la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes y tanto el Museo de Historia Natural como su edificio pasaron a depender de la Dirección General de Estudios Biológicos, dentro de la novel Secretaría de Agricultura y Fomento.

Fue en 1926 cuando la viuda de Andrew Carnegie hizo una importantísima donación y dio al acervo del museo la reproducción en yeso del dinosaurio Diplodocus Carnegie, que definió por muchos años la imagen del museo.