La irrelevante levedad del cambio político

El fracaso del PRD se entiende porque no ofrece sino una versión reconstruida del proyecto político del PRI.

Carlos Ramírez
Columnas
Alianza en Zacatecas
Foto: Cuartoscuro

Más que los esfuerzos por articular alianzas electorales en algunas de las elecciones de gobernador de 2016, la señal que debe servir para el análisis político radica en el mensaje enviado por dos partidos de oposición —PAN y PRD— que deben sumar votos para tener competitividad contra el PRI.

El punto más significativo se encuentra en un PRI que llegó casi desahuciado a 2000, que se hundió en 2006, pero que en 2012 resurgió de sus propias cenizas.

En 2015 su gobierno federal fue cimbrado con escándalos y exceptivas económicas negativas, pero beneficiado por las leyes electorales pudo armar una mayoría absoluta en el Congreso.

Y ahora el país encara doce elecciones de gobernador con un PRI fuerte en su cohesión interna y una oposición que solo podrá debatir plazas electorales con alianzas.

Más allá de las elecciones, y más acá de las alianzas, el problema grave de la democracia mexicana en construcción radica en la oposición, no en el PRI. En la lucha política el PRI hace lo que debe hacer: ganar elecciones, porque ya pasaron los tiempos en que las aperturas democráticas eran impulsadas por el PRI-gobierno, en tanto que el PRI-partido estaba fuerte como para hacer concesiones.

Desde 1988, en que el PAN abandonó su papel de oposición-leal y pasó a la oposición-alternancia, las fuerzas opositoras de izquierda y derecha no han podido construir una opción. Las alianzas exitosas PAN-PRD fueron posibles por candidaturas de ex priistas.

El fracaso del PRD se entiende porque en su modalidad de PRD o de Morena no ofrece sino una versión reconstruida del proyecto político del PRI: el asistencialismo populista y corporativo, abandonando desde su propia fundación las posibilidades de una alternativa de izquierda real por su registro del Partido Comunista Mexicano. A lo largo, el PRD ha extraviado la identidad de la izquierda y ahora pasa por la experiencia —fracasada en Europa— de la socialdemocracia, que no es otra cosa que un asistencialismo… priista.

Pesimismo

La expectativa de una verdadera alternativa estaba en el PAN en 2000; sin embargo, Vicente Fox careció de base electoral y de control del Congreso y Felipe Calderón no pudo tener su mayoría legislativa. Lo grave del asunto es que de nada les hubiera servido, porque el proyecto político y económico y social de nación del PAN resultó el mismo del PRI.

Por eso es irrelevante si hay alianza PAN-PRD en competencia de gubernaturas: porque al final de cuentas no habrá una renovación política ni una alternativa a las formas de ejercer el poder. Y a este juego de reconstrucción del modelo priista se ha sumado también Morena, con un Andrés Manuel López Obrador que agota sus posibilidades en su caudillismo cesarista más visible como PRI que como oposición.

Y para documentar el pesimismo hay que agregar la inexistencia histórica de un pensamiento político crítico que perfile los contornos de un nuevo sistema-régimen-Estado democrático. O los intelectuales y politólogos están exhaustos de pensar opciones o están derrotados por la fuerza del sistema-régimen-Estado priista o de plano están en la lista de espera de cargos en la estructura sistémica que los ha incorporado pero no para modificar la realidad sino para fortalecerla.

Como se ven las cosas para 2016 y 2018 la disputa política de los partidos será por el poder priista y no por la construcción de una alternativa a la crisis del sistema-régimen-Estado.