La cruda moral de New Hampshire

Los partidos tendrán que redefinir qué tipo de discurso quieren para su electorado

Lucy Bravo
Columnas
Donald Trump
Foto: AP

Tras el huracán mediático que se volcó sobre New Hampshire y sus elecciones primarias, el polvo se ha asentado y los resultados arrojan varias reflexiones.

Con la victoria de Donald Trump, del lado republicano, y del senador Bernie Sanders, para los demócratas, es inevitable imaginarse la especie de cruda moral que deben sentir en estos momentos en el seno de los partidos.

Para los otros precandidatos el camino a casa con un sinsabor de esa naturaleza debería obligarlos a replantear su estrategia, mientras que el resto del país y el mundo tendrán que acostumbrarse al hecho de que los votantes de Trump sí son reales.

El sistema electoral estadunidense es todo menos simple. El largo y costoso camino hacia la Casa Blanca comienza con las elecciones primarias o caucus, cuyo objetivo es conseguir los votos de los integrantes de cada partido que les permitirán ser consagrados como el candidato presidencial en sus respectivas convenciones nacionales a finales de julio.

Tanto Iowa como New Hampshire comprenden solo una pequeña fracción de los votantes de EU, pero al ser los primeros se convierten en una especie de instantánea del momentum de los candidatos. Aunque a menudo se exagera la importancia de las pequeñas victorias iniciales en un país de más de 310 millones de habitantes, las primeras impresiones pesan mucho en una elección presidencial. Como muestra, en las últimas seis décadas tanto cinco republicanos como cinco demócratas que llegaron al Despacho Oval ganaron primero en New Hampshire.

Tras la victoria en Iowa del ultraconservador Ted Cruz y de Hillary Clinton, aunque esta con un estrecho margen de apenas 0.2%, los resultados en New Hampshire en poco ayudan para aclarar la incógnita del votante que realmente definirá las elecciones.

Si algo ha caracterizado esta carrera presidencial es la anormalidad y todo indica que la peor pesadilla para el establishment de EU se está haciendo realidad. Hasta ahora tanto Trump como Sanders asumieron el papel del intruso que llegó a romper con todos los paradigmas de la clase política y sus élites. Desde el muro de Trump para la frontera sur hasta la enérgica campaña del “socialista” Sanders contra Wall Street, la realidad es que la retórica de la contienda se ha visto marcada por el descontento hacia el statu quo, aunque esto no necesariamente los llevará a la nominación y mucho menos a Washington.

Polarización

Ahora las dirigencias deben concentrarse en corregir el rumbo: si la xenofobia, la misoginia y el populismo de Trump, la lucha de clases de Sanders, el fundamentalismo religioso de Cruz o los escándalos de Clinton se han insertado en el léxico electoral es porque la polarización del voto es cada vez más evidente en un país con 47 millones de pobres; una clase media que representa 50% de su población, y en donde uno de cada tres votantes (31%) será hispano, afroamericano, asiático o de otra minoría racial o étnico.

Ahora la campaña se dirige al sur y al oeste del país, donde el voto hispano y afroamericano es decisivo. Carolina del Sur y Nevada son la siguiente parada, en una contienda en la que el rampante lenguaje heterodoxo ha intoxicado el debate de cuestiones tan cruciales como la economía, la inmigración y la seguridad.

Pero para superar la resaca de New Hampshire, los partidos tendrán que redefinir qué tipo de discurso quieren para su electorado: si uno plagado de radicalismos o uno que realmente defina el futuro de su nación.