En Ciudad Juárez desaparecen entre 10 y 15 mujeres al año

“Fue hasta que intentaron incendiar la casa de mi abuela cuando entendí que podían matarme en cuanto quisieran”.

Hector González
Política
Muertas Juárez
Christa Cowrie

Entrevista con Malú García Andrade

El 14 de febrero de 2001 desapareció Alejandra García Andrade. Tenía apenas 17 años. Tras su secuestro comenzó la pesadilla para Norma, su madre, y el resto de su familia: en Ciudad Juárez la desaparición de una mujer no parece importar más que a sus parientes. Las autoridades apenas investigan este tipo de casos.

Cuando el cuerpo de Alejandra apareció una semana después con señales de tortura y abuso sexual, Norma, en compañía de su otra hija, Malú, decidió fundar la asociación Nuestras Hijas de Regreso a Casa, desde la que padres y madres de víctimas de feminicidios en la urbe norteña luchan contra la corrupción y el olvido.

La estela de crímenes no se ha detenido. Hace unos días apenas José Luis Castillo, padre de Esmeralda Castillo Rincón, menor desaparecida en 2009, exigió al gobernador de Chihuahua, César Duarte, el cese de los secuestros.

Los primeros asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez se registraron en 1993, pero fue entre 2002 y 2003 cuando tuvieron resonancia internacional. El fenómeno se dio a conocer como Las muertas de Juárez. Entonces no existía el término feminicidio, recuerda Malú García Andrade en entrevista con Vértigo.

En colaboración con la periodista Elena Ortega, la activista publica De regreso a casa (Ariel), volumen que recoge sus vivencias dentro de la búsqueda de justicia en la entidad.

“Amnistía Internacional fue el primer organismo en mirar hacia la violencia contra las mujeres; le siguieron la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y Human Rights Watch”, recuerda.

A partir de 2008 y 2009, cuando la guerra contra el crimen organizado acaparó la atención, el tema pasó a segundo término. No obstante, las agresiones continuaron: “Documentamos las desapariciones e intentamos hacerlas visibles a nivel nacional y local”, denuncia García Andrade. El resultado fue un cúmulo de amenazas. “Incendiaron mi casa, aparecieron mantas en la escuela de mi hijo… Quienes hacíamos las denuncias salimos de Ciudad Juárez”.

Feminicidio, término inoperante

El tema de los feminicidios en la ciudad fronteriza perdió atención, aunque no por ello se ha erradicado. “Con el libro intentamos ponernos una vez más en el mapa. No nos debe importar dónde matan más, sino que la respuesta de las autoridades es nula. En Ciudad Juárez tenemos logros: una fiscalía de género, el mejor laboratorio de genética forense, peritos capacitados con perspectiva de género… Pero de qué nos sirve si seguimos con la misma problemática. En Juárez desaparecen diez o 15 mujeres al año. A diferencia, por ejemplo, de lo que sucede en el Estado de México, no se reconoce el término feminicidio: se les ubica como muertes producto del crimen organizado”.

Desde 2008 los patrones de los agresores han cambiado. Anteriormente no se tenían detectadas las zonas de riesgo, pero sí los sitios donde aparecían los cuerpos y la forma en que eran arrojados, así como los signos de violencia. Si antes las chicas eran secuestradas en la noche, informa Malú García Andrade, “ahora desaparecen a plena luz del día y en la zona centro; se les priva de su libertad sin violencia, lo que nos hace pensar que la mayoría son enganchadas mientras van de compras o al trabajo”.

La activista asevera que es prioritario que las autoridades hablen en términos de feminicidio. “Darle un reconocimiento legal al término puede ayudar a determinar el móvil de los crímenes. Puede haber 30 niñas desaparecidas y no 30 responsables, sino uno solo”.

A 15 años de la desaparición de Alejandra García Andrade, Malú ha aprendido a vivir entre amenazas y con el miedo a flor de piel. “El temor no pasa nunca, incluso se incrementa. Antes no veía las consecuencias, me hablaba el supuesto asesino de mi hermana y yo pensaba que lo hacía para amedrentar. Fue hasta que intentaron incendiar la casa de mi abuela cuando entendí que podían matarme en cuanto quisieran”.

Todavía en 2014, mientras hacía una huelga de hambre en las afueras de la Secretaría de Gobernación recibió una llamada telefónica. “Me mostraron fotografías de las actividades que hacían mis hijos mientras yo estaba en la huelga”.

Las actividades de la asociación Nuestras Hijas de Regreso a Casa continúan. La agrupación pugna para que las autoridades estatales y federales incluyan en su agenda política el tema y lleven los derechos de las mujeres a un nivel prioritario. “Pedimos también la capacitación de los funcionarios; de poco sirve la norma si los servidores públicos siguen actuando desde una postura machista”.

La coautora de De regreso a casa actualmente vive en la Ciudad de México. En su vida cotidiana va acompañada por dos guardaespaldas, quienes la siguen a todas partes, incluyendo su trabajo en un museo. “Lo que más me frustra de todo esto es no poder vivir en Juárez ni estar con mi familia. He perdido mucho, pero aún así lo volvería a hacer. No cesaré en mi lucha hasta que haya una sanción contra los responsables de estos crímenes”.