Dinero envenenado

Cuanto más abundante, más entusiasma al paciente y al mismo tiempo más enfermo lo pone

Guillermo Fárber
Columnas
BMV
Foto: NTX

Es un hecho estadístico que los ciudadanos del mundo occidental tenemos que trabajar cada vez más horas para adquirir los mismos satisfactores que hace 30 años. En otras palabras, el ingreso de las mayorías se ha venido reduciendo y el de las cúpulas ha venido aumentando. El resultado se comenta hasta el cansancio: los pobres son cada vez más pobres y los ricos son cada vez más ricos. ¿En un periodo “expansionario”? Algo no cuadra.

¿Se trata de la vieja teoría marxista de la lucha de clases? Sin compartirla, Bill Bonner le aplica un matiz crucial. Este infortunado fenómeno de la cada vez peor distribución de la riqueza, dice, no se debe a los factores tan mencionados desde 1848 sino a otro inédito, infinitamente engañoso y perverso: el dinero envenenado, que cuanto más abundante, más entusiasma al paciente y al mismo tiempo más enfermo lo pone.

¿Y cuál es ese “dinero envenenado”, tan malicioso? El dinero sacado de la nada, el dinero fíat, virtual, el crédito, pues.

Veamos. Cuando tú dices “tengo un millón en el banco”, ¿qué es lo que realmente tienes? ¿Mil billetes de mil pesos pacientemente acomodados en la bóveda a la espera de tu llamado en cualquier momento? No, ni de lejos. Lo que tienes es un grupito de bits (ceros y unos) asociados al número de tu cuenta en ese banco. Es decir, tu “dinero” no son sino dígitos, nada más.

¿Puro aire?

Lamento decírtelo, pero lo que existe es una institución financiera de integridad incierta (todos los bancos lo son y siempre lo han sido, en mayor o menor medida, simplemente porque no pueden no serlo), en la cual un balance electrónico complejo, y de incierta precisión, lista derechos y deberes financieros de calidad incierta, donde tú eres uno de los miles o millones de titulares en el lado de los pasivos, por una determinada cantidad de dígitos considerados “dinero” que la institución puede o no tener, con probabilidad incierta.

Esos dígitos representan a la vez un activo tuyo y un pasivo del banco. Y ambos actúan con confianza (eso es lo que significa fíat en latín).

Este enredijo conceptual- tecnológico medio lo intuyes y aunque no lo entiendes del todo, le crees y no te preocupa. Por una razón incontestable: funciona. Y sí, funciona… hasta que deja de funcionar.

“Un día cualquiera la acumulación de contradicciones, desinformación y de plano basura en el sistema causarán una incautación. Vas a ir a tu cajero automático y no servirá. Ese día tu vida puede dar un giro brutal hacia el desastre dependiendo de tres cosas: qué tan extenso, profundo y sistémico sea el problema, cuál sea su causa y qué tan preparados estén tú y tu familia para enfrentarlo”.

Las amenazas son muchas, la sociedad ya está demasiado tensa, el sistema financiero hace agua por todos lados, etcétera. Los colapsos ocurren una y otra y otra vez. También esta vez ocurrirá uno. Gigantesco. ¿Estás preparado?