Se disparan los índices de violencia juvenil

La inaccesibilidad de los trabajos y la precariedad de los sueldos pueden ser un factor que motiva a los jóvenes para acercarse a otras alternativas

Hector González
Política
Estudiantes rechazados
Foto: Cuarto Oscuro

En América Latina se estima que habitan aproximadamente 150 millones de personas jóvenes y casi 41 millones son mexicanos, de acuerdo con el Consejo Nacional de Población.

Hasta 2006 las tres principales causas de muerte de este sector en América Latina fueron los accidentes de tránsito, con 31.59 por cada 100 mil habitantes; las agresiones, con una tasa de 24.93, y en tercer lugar se ubicaron los suicidios con 7.35.

Pero a partir de 2008 la muerte por agresión se convirtió en la primera causa de decesos y se ha mantenido al menos hasta 2012, fecha en que concluyen los estudios del investigador Arturo Alvarado Mendoza, coautor —junto con Alberto Concha—Eastman, Hugo Spinelli y María Fernanda Tourinho Peres— de Vidas truncadas: el exceso de homicidios en la juventud de América Latina, 1990-2010. Los casos de Argentina, Brasil, Colombia y México, un estudio que revisa las causas y propone la necesidad de políticas públicas más eficaces en la materia.

Si en 2008 se contabilizaron tres mil tres fallecimientos con estas características, para 2012 la cifra se ubicó en seis mil 283; es decir, aumentó más 100%, señala el investigador de El Colegio de México.

México

Entre 1995 y 2004 la tasa de homicidios por año en México era de 14.68. A partir de 2006 el promedio se incrementó a 22. A simple vista la explicación podría encontrarse en el contexto de la inseguridad, las confrontaciones armadas y el debilitamiento de las autoridades en diversos estados del país.

Pero quedarnos con esta interpretación es apelar a un argumento válido aunque reduccionista. Al menos así lo entiende Alvarado Mendoza: “En México la tasa de mortalidad no solo se elevó, sino que también cambió: hace 20 años la mayoría de muertes era por objetos punzocortantes y ahora son por armas de fuego”, advierte.

La Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre la Seguridad Pública 2015, elaborada por el INEGI,estima en 22.8 millones la cifra de víctimas de 18 años y más, lo cual representa una tasa de 28 mil 200 víctimas por cada 100 mil habitantes durante 2014.

“En la actualidad la mortalidad violenta es una de las principales preocupaciones de la población mexicana y se ha tornado en una de las principales causas de muerte de la población de 15 a 29 años, con consecuencias en la calidad de vida de estas generaciones y en los costos individuales y sociales para el desarrollo”, explica el académico del Colmex en su ensayo Mortalidad juvenil en México.

Mayor acceso a las armas

“Durante los noventas, en comparación con países como Colombia y Guatemala, México era un outlayer en el contexto regional. Habría que preguntarnos por qué de pronto entramos de nuevo a este contexto de América Latina. Llegamos a tener tasas de homicidio diez veces más altas que la tasa regional y casi 20 veces más que la tasa promedio. Concluimos también que la explotación femenil es la más afectada en este fenómeno estructural”, indica Alvarado en entrevista.

Entre 2007 y 2012 la guerra contra el crimen organizado afectó a diversos estados del país. El deceso de jóvenes por agresión curiosamente se acentúa en entidades consideradas como puntos rojos.

En 2010, por ejemplo, en Chihuahua la tasa de defunciones por homicidio en población joven era de 184.1 por cada 100 mil habitantes, seguido de Sinaloa con 88.5 y Durango con 66.9. Los últimos lugares de la lista eran para Chiapas, con 4.4; Querétaro, 4.2, y Yucatán, con 1.8.

La mortalidad de los jóvenes se concentra entre los hombres en una proporción de siete a una.

“No podemos decir que todo es por el tráfico de enervantes —expone Arturo Alvarado—. Es innegable que se han incrementado las organizaciones criminales. Pero hay un conjunto de fenómenos muy complejos que se mezclan entre sí. En América Latina hay una enorme disponibilidad de armas de fuego, las puedes comprar o rentar. El propósito del libro es destacar este fenómeno como algo estructural, es algo que hay que atender”.

El panorama en el resto de América Latina es similar. Entre 1990 y 2010 la región registró un millón 707 mil 369 homicidios, entre los cuales 882 mil 380 (51.7%) ocurrieron en la población de niñas, niños, adolescentes y jóvenes de diez a 29 años.

Esfuerzos coordinados

A nivel latinoamericano los datos de Vidas truncadas: el exceso de homicidios en la juventud de América Latina, 1990-2010 se limitan a 20 años. Si nos ceñimos a ese periodo encontramos que la tasa más alta de homicidios entre los jóvenes la tenía Colombia con 61.3 por cada 100 mil habitantes; le seguía Brasil, con 25.1; después México, con 12, y Argentina, con 2.5. El problema es, como expone Alvarado, que en nuestro país la cifra se disparó a 24.93 en dos años.

“Hay factores económicos, culturales, sociales… Hay desigualdad que influye en este panorama pero algo central es el empleo. La inaccesibilidad de los trabajos y la precariedad de los sueldos pueden ser un factor que motiva a los jóvenes para acercarse a otras alternativas. Otro factor es que las tasas de educación son relativamente bajas. Estamos ante un problema estructural”, expresa el investigador.

De acuerdo con el INEGI durante 2015 solo 44% de la población de entre 15 y 24 años asistió a un centro educativo. Asimismo, apenas tres de cada diez jóvenes consiguen entrar a la universidad. Y de los que entran, 50% deserta durante el transcurso de la carrera y únicamente 25% se titula.

“El sistema educativo es insuficiente y en muchas ocasiones genera universos donde se producen y reproducen formas de violencia. Si a ello sumamos un mercado laboral acotado, nos encontramos con chicos sin oportunidades y en condiciones vulnerables a los que la violencia puede seducir fácilmente”, puntualiza.

Arturo Alvarado propone acciones coordinadas: “Brasil ha invitado a ser parte de una institución enfocada en la reducción de homicidios, pero se ha hecho caso omiso. No hacemos nada en cuestión preventiva a mediano y largo plazo. No basta con detener bandas criminales. Necesitamos un programa de reducción de homicidios, un programa preventivo que además diagnostique y atienda los casos. Urge diseñar una política pública organizada y enfocada en la reducción de homicidios”.