El arte de Toulouse Lautrec llega a Bellas Artes

Fotografías y litografías del artista francés permanecerán en exhibición hasta finales de noviembre

Hector González
Todo menos politica
Cártel  de Toulouse Lautrec
Foto: MoMA

Pocos han sabido retratar la vida en las calles como Toulouse-Lautrec. El ilustrador y dibujante francés revolucionó el arte gráfico y la ilustración. Marcó un rumbo estético con su trazo dejando una impronta que aún subsiste. No es menor, por tanto, la presencia de El París de Toulouse-Lautrec. Impresos y carteles del MoMA, que se exhibe en el Museo del Palacio de Bellas Artes.

La exposición está conformada esencialmente por dibujos, fotografías, litografías y filmes que permiten apreciar la vida parisina —especialmente la nocturna— de fines del siglo XIX, de la mano del creador francés.

Después de haberse presentado en el MoMA, llega a la Ciudad de México para mostrar múltiples piezas creadas durante la cúspide de su carrera.

Bohemio y visionario

Henri de Toulouse-Lautrec (1864-1901) fue uno de los grabadores más talentosos e innovadores de finales del siglo XIX. Hombre de salud delicada —algunos lo atribuyen al hecho de que sus padres fueran primos hermanos—, de joven se rompió las piernas y caminó con bastón el resto de su vida.

Su trabajo capturó la imaginación del público desde el momento mismo en que apareció su primer cartel en las calles de París, en 1891, y aún sigue siendo objeto de fascinación a 150 años de su nacimiento.

Se crió en una familia aristocrática; sin embargo, se sentía a sus anchas en los barrios bohemios de París. Sus estudios de pintura le permitieron iniciarse como litógrafo en 1891. En diez años creó más de 350 litografías, desde carteles e impresiones hasta ilustraciones para revistas, periódicos, programas de teatro, libros y partituras. L’affiche y a qu’ça! (¡El cartel, no hay nada más!), proclamaba.

Rehuyendo en todo momento del esnobismo creó sus impresiones y carteles, concebidos no solamente para los muros de las galerías sino para mostrarlos en las calles, fuera de los cabarets y salones de baile o para su distribución en ediciones donde únicamente 25 coleccionistas tuvieran la oportunidad de disfrutar la misma estampa en sus salas. Sus obras reflejan la velocidad e inmediatez con las cuales una imagen debía atrapar la atención del espectador en medio del bullicio de la vida urbana.

A lo largo de su carrera como impresor, Toulouse-Lautrec trabajó casi exclusivamente con la litografía, un proceso que se basa en el principio de que el agua y el aceite no se mezclan.

Fue precursor de un efecto denominado crachis, una salpicadura que se obtiene mediante la superposición de las cerdas cargadas de tinta de un cepillo de dientes.

Este momento coincidió con el auge del grabado artístico en París estimulado por los avances tecnológicos, los cuales facilitaban la impresión en formatos más grandes y a color, y por una creciente red de editores, impresores, distribuidores y coleccionistas.

Con frecuencia desarrollaba obsesiones a las que denominaba furias. Podría ser cualquier cosa, desde una nueva técnica litográfica que hubiera descubierto hasta una actriz en un teatro o cabaret. A veces las intérpretes en las que se interesaba habían creado un personaje público diferente al de sus vidas tras bambalinas; una situación semejante a la del artista, quien interpretaba un papel en las cenas de cada noche con su madre, aristocrática e incondicionalmente católica, que también era la genialidad libertina del París bohemio.

Varias de estas imágenes muestran su interés por los grabados en madera japoneses del siglo XVIII, ukiyo-e, representaciones del entretenimiento y los pasatiempos cotidianos que ganaron una enorme popularidad en la Francia de finales del siglo XIX. Los artistas como él adoptaron paletas de colores secundarios, diagonales amontonadas, perspectivas a vuelo de pájaro, espacios aplanados y líneas simples y sueltas típicas del ukiyo-e. Toulouse-Lautrec, quien siempre soñó con viajar a Japón, conservó una colección de dichas imágenes e incluso firmaba su obra con una marca al estilo japonés que contenía sus iniciales.

Retrato de París

Fue hace 72 años la última vez que la obra de Toulouse-Lautrec se presentó en el recinto. Es por ello que Miguel Fernández Félix, director del Museo del Palacio de Bellas Artes, celebra el montaje: “Estoy convencido de la importancia de exponer a este artista que abrazó con gran ánimo a los nuevos medios para llevar su arte a las calles de París”.

Dividida en seis núcleos temáticos, la muestra manifiesta la atracción que aún hoy, a más de 150 años de su nacimiento, el artista provoca en el público, ya sea por su experimentación con nuevos procesos, por sus piezas concebidas no solamente para los muros de las galerías sino también para las calles, o por su genialidad de retratar la vida parisina de la época.

Vida y litografía, primer apartado, contextualiza mediante algunas fotografías y carteles los lugares en los que Toulouse-Lautrec se desarrolló como impresor. Resalta su tránsito por Montmartre, barrio en la periferia de París en el que solían refugiarse criminales, prostitutas, artistas y bohemios. Este sitio le daría su más grandiosa inspiración. Mención especial merece Aristide Bruant en su cabaret (1893).

La segunda sección, El café concert, deja ver la inmensa libertad e inspiración que encontró en sus visitas nocturnas a los teatros, circos, óperas y café-concerts. El creador francés dio fama a estos lugares y a diversos artistas gracias a sus carteles y, a su vez, este trabajo fue el que lo llevó a su mayor éxito. Entre las piezas que sobresalen está Moulin Rouge, La Goulue (1891), cartel que detonó la fama del cabaret del mismo nombre; así como La payasa en el Moulin Rouge (1897).

Por otra parte, En el escenario ofrece las visiones de sus personajes dentro y fuera del espectáculo. En varias de estas imágenes plasmó su interés en los grabados en madera japoneses del siglo XVIII. En ellas se pueden ver la adopción de paletas de colores secundarios, diagonales aglutinadas, espacios aplanados y líneas simples características del ukiyo-e, así como su firma realizada con estilo japonés. Mademoiselle Marcelle Lender de pie (1895), Jane Avril (1899) y Divan Japonais (1893) son algunas de las piezas que conforman este núcleo.

Su fascinación por las mujeres es patente en Femmes, Filles, Elles, cuarta sección, donde se presentan retratos de empleadas, cortesanas, artistas y hasta prostitutas a las que pagaba para que modelaran para él. Diversas representaciones empáticas de dichas mujeres son las que componen este apartado, en el que destacan Confetti (1894), Mujer en la tina (1896) y las piezas correspondientes al portafolio Elles.

Los placeres de París parte del encanto que Toulouse-Lautrec encontró en la también conocida como Ciudad Luz, ya fuera en su estudio, sus impresores y editores, sus amigos, su querida vida nocturna o sus musas. Reina de la alegría (1892), Irish American Bar, Rue Royale (1895) y múltiples litografías de caballos conforman esta selección.

Círculos creativos, último núcleo de la exposición, revela las relaciones que Toulouse-Lautrec tuvo con autores, editores, compositores y dramaturgos, quienes le encargaron la promoción de su obra. Ilustró partituras musicales, colaboró para la prensa popular y diseñó los programas de varias compañías de teatro. La Revue Blanche (1895), Napoleón (1895) y la ilustración para la portada de Babilonia alemana de Victor Joze (1894) son algunas de las obras que cierran esta exhibición.

El París de Toulouse-Lautrec. Impresos y carteles del MoMA está acompañada por una publicación en español ilustrada con imágenes de la vida y obra del creador francés, así como por seis textos que corresponden a cada uno de los apartados de la muestra, escritos por Sarah Suzuki, curadora de la misma. El volumen contará con un tiraje de dos mil 500 ejemplares y podrá adquirirse en la tienda del Museo, ubicada en la Sala Internacional del recinto.

La exposición estará abierta a todo público hasta el 27 de noviembre, de martes a domingo, de las 10:00 a las 18:00 horas. El costo del boleto es de 60 pesos. La entrada es gratuita para estudiantes, maestros, mayores de 60 años, menores de 13, discapacitados y pensionados, y los domingos al público en general.