México en el ambiente latinoamericano

En los setentas varios movimientos revolucionarios y de liberación nacional tenían en la Ciudad de México oficinas de representación

Javier Oliva Posada
Columnas
Firma de Paz Colombia
Foto: AP

Dos son los acontecimientos históricos a los cuales la comunidad de países latinos del continente estamos asistiendo. Ambos, por cierto, con una gran cercanía ideológica y cronológica, herencia de la cada vez más lejana Guerra Fría: me refiero a los cambios estructurales que han empezado en el régimen formalmente llamando socialista en Cuba y a la firma de la paz en Colombia.

En ambos procesos nuestra diplomacia y presencia ha sido menos que testimonial. Producto de la improvisación y la desatención a la creación de una auténtica política exterior, hoy observamos cómo Canadá y el Vaticano han sido los agentes negociadores en el caso de la isla caribeña.

Mientras tanto, para el acuerdo entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) para poner fin a un conflicto que duró 52 años y que por fin parece haber concluido, han colaborado el propio gobierno cubano, así como países como Noruega y Suecia, además de otras naciones sudamericanas.

Pero recordemos de manera breve qué y cómo había hecho México para tener una sólida presencia en el panorama no solo latinoamericano sino continental.

La Revolución Cubana zarpó del puerto veracruzano de Tuxpan, a bordo de la embarcación Granma. Por cierto que en honor a dicho barco así se llama el periódico oficial del Partido Comunista de Cuba.

También, durante décadas, gracias a una inteligente y activa política exterior, México era el interlocutor privilegiado del gobierno de Fidel Castro y los buenos oficios de la diplomacia de nuestro país le permitió a su gobierno no caer en el total y absoluto aislamiento. Conforme se fue confundiendo política exterior con promoción de negocios, la relación con Cuba y la presencia de México en Latinoamérica se fue diluyendo y, por lo tanto, debilitando.

Un proceso similar se vive en la pacificación de Colombia. Durante los setentas varios movimientos revolucionarios y de liberación nacional tenían en la Ciudad de México oficinas de representación y enlace internacional. No solo las FARC sino también los frentes Sandinista de Liberación Nacional (Nicaragua) y Farabundo Martí de Liberación Nacional (El Salvador), además de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), para señalar algunas de las organizaciones más representativas.

Convidado de piedra

Por eso ahora lo lógico sería que, en el caso de haber ajustado y mantenido una política exterior consecuente, México debería estar sentado en el proceso de pacificación en Colombia, además de las crisis políticas que se viven en Brasil y Venezuela, donde también en una actitud medrosa y carente de prioridades, nuestro país es un convidado de piedra.

Más aún cuando, si de verdad se quisiera tener más protagonismo en el ámbito internacional, no debieran hacerse incursiones improvisadas e irreflexivas.

Aunque es una situación compleja, nuestro país aún está en condiciones para recuperar —por el bien de la convivencia y armonía en el continente— una presencia propositiva y de alta escuela en cuanto a diplomacia se refiere.

Veremos en el corto plazo si hay la disposición para hacerlo.