Un peso de a 20

Las devaluaciones han generado en nuestra historia grandes problemas económicos. 

Sergio Sarmiento
Columnas
Jaque mate
Foto: Sergio Hayashi

Por lo menos con un peso de a 20 es más fácil hacer las cuentas. Esto lo dicen algunos que sostienen que el desplome del peso mexicano en estos últimos dos años no tendrá consecuencias negativas para la economía nacional. Si uno no gasta en dólares, afirman, entonces la depreciación del peso no tiene por qué preocupar.

La experiencia histórica y la teoría económica, sin embargo, nos dicen otra cosa. Las devaluaciones han generado en nuestra historia grandes problemas económicos. Los especialistas, por otra parte, señalan que las depreciaciones por definición representan una reducción del poder de compra de quienes ganan en esa divisa.

El dólar es más que un simple precio entre muchos. Es la divisa en la que se tasan la mayoría de las transacciones internacionales. Esto significa que las variaciones en el tipo de cambio afectan los precios de decenas de miles de productos finales, insumos y servicios en la economía mexicana.

Hasta este momento el desplome del peso no ha provocado un aumento en el Índice Nacional de Precios al Consumidor, que sigue por debajo de 3% anual, pero ya los precios al productor muestran un incremento superior a 5%, por lo que la presión inflacionaria va creciendo.

El hecho de tener hoy una economía abierta, y por lo tanto mayor competencia, hace más difícil para los comercios subir los precios de sus productos. En otros tiempos la reetiquetación se daba en automático después de una devaluación. Hoy el proceso es más complicado, pero se da con el tiempo.

Factores

La depreciación del peso es producto de varios factores. Uno de ellos es que están surgiendo dudas acerca del desempeño de la economía mexicana. La deuda pública, que se encontraba en niveles de apenas 21% del PIB en 2007, se ha disparado en los últimos años a casi 50%. No importa que otros países del mundo tengan niveles superiores. La deuda pública de Estados Unidos alcanza 104% del PIB, pero Washington puede emitir dólares con la confianza de que serán aceptados en cualquier lugar del mundo. No ocurre lo mismo con el peso mexicano.

Las perspectivas de crecimiento de la economía nacional, por otra parte, son bastante débiles. México no ha logrado salir del círculo vicioso de 2%. Las reformas estructurales sí han funcionado y han generado nuevas inversiones en telecomunicaciones y energía. Además, han impulsado un sólido crecimiento del crédito. Sin embargo, no han sido suficientes para elevar el crecimiento. Esto se debe en parte a que las exportaciones han caído por los bajos precios del petróleo, pero también porque se necesitan muchas reformas más para aumentar la productividad del país.

Ante la deuda y la falta de crecimiento, los inversionistas no le tienen confianza a la economía mexicana. La tasa de interés que otorgan los documentos financieros en pesos no es suficiente para atraer o conservar dinero. Por otra parte, el presupuesto para 2017, aunque promete una reducción de 1.7% real en el gasto, sigue teniendo un déficit de 500 mil millones de pesos que se transformará en nueva deuda.

El gobierno mexicano no parece tener más opción que recortar el déficit o subir las tasas de interés. De lo contrario el peso seguirá cayendo y dejará de ser un instrumento de confianza para preservar el valor de los ahorros. La consecuencia será una mayor salida de dinero del país y la falta de nuevas inversiones.