Trump, problema de (no para) México

Los ánimos nacionalistas han llevado a México a confundir las razones políticas y de poder

Carlos Ramírez
Columnas
Casa Blanca
Foto: Nick Jene

Los ánimos nacionalistas han llevado a México a confundir las razones políticas y de poder. Donald Trump encontró en el muro —no en el tema México— un discurso de campaña que podría capitalizar un poco en el arranque de su administración. Pero el problema es mayor porque la intransigencia con México lo ha llevado a perder a un aliado geoestratégico en una fase de reorganización del poder mundial.

Poco se le puede exigir a un empresario que tiene tres carencias: pensamiento estratégico de seguridad nacional, experiencia de Estado y proyecto imperial. Por eso la preocupación del establishment estadunidense sobre Trump radica justamente en lo que no tiene y no en su voluntarismo mediático y en el ejercicio del poder vía 140 caracteres.

En los hechos, lo de menos es que Trump pueda construir el muro y se lo cobre a México; lo de menos es que México no lo pague directamente pero sí con sanciones. Lo que se oculta detrás del muro es lo que Washington y Los Pinos han soslayado y que significa lo más importante: la reactivación del conflicto racial en EU, que tantos daños sociales y morales ha ocasionado, y la crisis económica y de desarrollo de México que sigue expulsando trabajadores sin reorganización interna de su modelo productivo.

En este sentido, el problema de los migrantes —que lleva a Trump y al muro— es un asunto prioritario de México; y el asunto de la migración como conflicto con EU surge en el escenario del agotamiento de las bondades del tratado de comercio libre que comenzó a operar en 1994 y las críticas de Trump a ese programa.

De ahí que la respuesta mexicana no debe ser solo la negativa a pagar el muro, sino que debería llevar al replanteamiento del modelo de desarrollo basado en la apertura comercial y en las exportaciones, toda vez que el tratado 1994-2016 ha dejado al país con una tasa de crecimiento económico promedio anual de 2.2%, lejos de aquel 6% promedio del largo periodo 1934-1982. A más desarrollo nacional, menos flujo migratorio ilegal a EU.

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En términos reales y fríos, Trump y el muro son un asunto de proyecto de nación de México, de modelo de desarrollo y de sistema productivo. A lo largo de casi un año los dardos entre Trump y México han sido de desgaste innecesario. México no debe descuidar la protección de los derechos humanos y económicos de los mexicanos ilegales en Estados Unidos, pero la estrategia debe integrarse a la redefinición del modelo de desarrollo que solo ha beneficiado a 20% de los mexicanos, según cifras del Coneval.

Los sectores nacionalistas que han llegado al absurdo de señalar que México debe declararle la guerra a EU —¿y si la ganamos?— y los sectores institucionales que le han cedido todo a Trump en realidad se han alejado de la focalización más exacta del problema: los mexicanos ilegales que son echados del país por la crisis económica y el desempleo. Por ahí debiera comenzar la nueva etapa de relaciones de Peña-Trump. En la historia, México siempre ha salido perdiendo en confrontaciones con el imperio.

Y un poco en previsión de los tiempos políticos mexicanos, 2018 se debe resolver en función de asuntos nacionales y no pensando en un próximo presidente funcional a Trump.