Es el sistema pero quieren el poder

Las salidas previsibles a las actuales crisis poselectorales del Estado de México y Coahuila carecerán de concesiones

Carlos Ramírez
Columnas
Historias del Poder
Foto: Notimex.

El saldo de fondo —muy de fondo, pero determinante— del proceso electoral del domingo 4 de junio en cuatro entidades de la República volvió a sonar la alarma de la estabilidad política —con efectos sociales y económicos—: el sistema-régimen-Estado priistas no solo es incapaz de ofrecer funcionalidad a las relaciones institucionales de poder, sino que se ha convertido en un obstáculo para el desarrollo nacional.

Luego de una larga crisis de casi 50 años —desde el 68 que mostró el agotamiento del viejo sistema priista—, después de la reforma al sistema de partidos en 1977 que liberó el equilibrio legislativo, y a pesar de la gran reforma electoral de 1996 que le quitó el control electoral al gobierno, el país presenta procesos electorales en proceso de empeoramiento.

El sistema político es hoy más democrático pero paradójicamente más cuestionado.

La disfuncionalidad del sistema político podría explicarse por reformas procedimentales en tareas políticas, pero con el mantenimiento de la vieja mentalidad de sacar más ventajas en las negociaciones de tensión que en los espacios institucionales de las competencias reguladas.

Carlos Salinas de Gortari elevó la concertacesión a categoría politológica: intercambiar una posición por otra; en 1988 cedió la gubernatura de Baja California a cambio del voto del PAN a la calificación de las polémicas elecciones presidenciales.

Hoy el PAN y Morena —un PRD pirata— quieren concertacesionar el Estado de México y Coahuila, en lugar de presentar los elementos reales de las irregularidades electorales y de proponer reformas al sistema electoral para seguir tapando hoyos proclives al fraude. Paradójicamente las últimas reformas electorales fueron diseñadas por el PAN y por el PRD para evitar lo que no pudieron evitar en las recientes elecciones. Y hay una razón oculta: PAN y PRD reformaron a medias, para dejar espacios de control estatal de elecciones y usarlas en las entidades donde son gobierno —la Ciudad de México, por ejemplo— para aplicar elecciones de Estado pero a su propio beneficio.

Apuestas

Ahora vienen marchas, protestas, descalificaciones, gritos, sombrerazos en contra del saldo de una elección realizada con un sistema electoral que ya no es exclusivo del PRI. Y si el PRI ha sabido usar los resquicios para su beneficio, la responsabilidad final ha sido de la oposición por fracasar en las múltiples reformas electorales desde 1988.

El actual sistema-régimen-Estado fue construido por el PRI desde 1929 y la oposición lo ha reformado en su superficie dejando la estructura original del presidencialismo histórico. Las veces que la oposición ha sido mayoría absoluta legislativa dejó pasar la oportunidad para reformar el aparato de dominación del poder. El PRI tiene una base electoral de 30% pero sigue dominando los hilos del poder porque la oposición no ha sabido construir la nueva República después de la era del PRI.

Las salidas previsibles a las actuales crisis poselectorales del Estado de México y Coahuila carecerán de concesiones: el PRI le apostará al desgaste y la oposición terminará por desgañitarse sin resultados. Y a pesar del corto tiempo —pero suficiente para reformas de fondo en el sistema-régimen-Estado—, 2018 llegará dentro del mismo sistema-régimen-Estado cuestionado desde 1988.

Y al día siguiente de las presidenciales de 2018 regresarán los gritos.