El placer de la despedida

A algunos les cuesta más trabajo deshacerse del dolor de las despedidas

Daniela Suárez
Columnas
Despedida
Foto: Maryia Bahutskaya

¿Por qué nos cuesta tanto decir adiós? A veces puede ser por amor, otras veces quizá dominan los rencores. En algunos casos existe mucho dolor y en situaciones no tan extrañas estos sentimientos cohabitan con miedo. Las despedidas nunca han sido fáciles, sin importar cuál sea el motivo; lo único que sigue latiendo siempre será el corazón.

Pero si nos ponemos a pensarlo fríamente, experimentamos despedidas todos los días. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, cada segundo que pasa se convierte en un adiós al tiempo que tenemos aquí. Nada tenemos asegurado en la mente más que el momento que tenemos en el presente.

Todas las despedidas son significativas, hay las que suceden después de una ruptura, hay otras que vienen tras un desencuentro, una mala jugada o un mal momento. Hay aquellas que son forzadas y otras que nos hacen ver la vida con otra mirada. Quizás al momento de decir adiós no llegamos a sentir la fuerza que conlleva una despedida y cada quien la resuelva bajo su propia medida. Hay quienes las superan rápidamente y también existen personas que las viven eternamente.

Sin embargo, un estudio publicado por la revista NeuroImage y liderado por la sicóloga Mary-Frances O’Connor, de la Universidad de California en Los Ángeles, llegó a la conclusión de que hay personas a las cuales les cuesta más trabajo deshacerse del dolor de las despedidas debido a que su cerebro así se los indica. Cuando una persona pasa por una pérdida es normal que lo pase mal por días o semanas y después de meses ya es capaz de retomar su vida. No obstante, hay quienes no pueden regresar a la vida cotidiana y a esto los sicólogos le llaman duelo complicado. Este duelo es el que fue estudiado.

Estudio

Para su investigación la experta estudió a 23 mujeres después de que perdieron a una hermana o hija debido a cáncer de mama en los últimos cinco años. El grupo fue dividido entre aquellas que experimentaron un duelo normal y las que tuvieron uno complicado. Les enseñaron 60 fotografías, unas de sus seres queridos acompañadas de palabras que tenían que ver con duelo como cáncer y otras fotos con palabras que no tenían nada que ver con una pérdida; por ejemplo, jengibre.

Mientras veían las fotos las mujeres eran revisadas con una resonancia electromagnética. Como era de esperarse, al ver imágenes relacionadas con duelo la actividad del cerebro que regula el procesamiento del dolor se activaba. Por el contrario, ninguna parte cerebral se encendía cuando había palabras neutrales alrededor de la foto.

Lo que sorprendió a los investigadores fue que las mujeres diagnosticadas con el duelo complicado al ver las fotografías acompañadas de palabras difíciles, además de presentar actividad cerebral en la sección que procesa el dolor también la presentaron en el nucleus accumbens, la región del cerebro que regula el placer y la recompensa. Estos hallazgos dieron pie a que el equipo concluyera que los cerebros de las personas con duelos complicados aún no se ajustan al hecho de que sus seres queridos se han ido. “Cuando los seres humanos se apegan a alguien hay placer que se deriva de ese apego, por ello se activa esta parte del cerebro”, especula la experta.

A pesar de que esta conclusión no brinda ninguna solución al duelo, abre una posibilidad para tener más paciencia con el consuelo.