EL CAMBIO CLIMÁTICO EN LAS RELACIONES INTERNACIONALES

Por el deterioro ambiental sufrimos inundaciones,ciclones e incendios forestales

Javier Oliva Posada
Columnas
Poder Nacional 861
Foto: Notimex

En la portada de la edición de la semana pasada nuestra revista dio cuenta puntual y oportuna de cómo los estragos causados en varias partes de nuestro país, sobre todo en el Istmo de Tehuantepec, no dejan lugar a duda respecto de los desequilibrios en la naturaleza.

Como consecuencia directa del deterioro ambiental, producido por la irracional forma en que tratamos al planeta, sufrimos hoy incendios forestales, inundaciones, ciclones y tormentas de potencia inusual, así como los estragos producidos por sismos en zonas donde no debiera haber concentraciones urbanas ni obras de infraestructura de ninguna índole.

Como bien sabemos, todas las fronteras (aéreas, terrestres y marítimas) son invenciones del ser humano. Desde que existen las organizaciones políticas, esas ficticias delimitaciones han sido el motivo principal de las guerras. Y con ellas un sinnúmero de tragedias, despojos, migraciones, exterminios y demás atrocidades.

Sin embargo, con el paso de los años y las generaciones se observa que una nación por sí misma y en solitario no puede hacer frente a los gigantescos desafíos que implican los efectos del cambio climático. Ni Estados Unidos ni China ni Rusia. Y para pruebas tenemos los acontecimientos en los meses recientes.

Disposición

Estos van, por ejemplo, de los graves incendios forestales en Portugal y en el estado norteamericano de California hasta, por supuesto, las severas inundaciones en Houston o la forma en la que fueron arrasadas varias islas en el Caribe.

Además, claro, de la tragedia que viven alrededor de 800 mil mexicanos (sí, 800 mil entre casi dos millones de damnificados) que ahora duermen a la intemperie debido a que sus casas se derrumbaron o son inhabitables por el riesgo que representan. Nuestro país, a través del presidente de la República, ofreció de manera oportuna y solidaria apoyo a la población de la cuarta ciudad más importante de Estados Unidos, Houston, ante el embate del huracán Harvey. Pero por su parte el jefe de la Casa Blanca no ha tenido tiempo de emitir un solo Twitter —su verdadera oficina de comunicación social— para externar una sola palabra de apoyo o condolencia a los damnificados por el sismo en Oaxaca y Chiapas.

Y no lo destaco porque lo necesitemos sino debido a que ante situaciones de tragedia se observa el talante de los gobernantes, la disposición para hacer de la política exterior un efectivo vehículo de acercamiento y, por ende, muy útil para construir agendas comunes y responsabilidades compartidas para prevenir, en este caso, los dramáticos efectos sobre millones de seres humanos ante fenómenos que, no lo olvidemos, no se atienen a fronteras o niveles de desarrollo.

Por decirlo con una metáfora: los desastres naturales o antropogénicos resultan ser una forma de hacer democrática la tragedia.

Lo mismo puede señalarse, sin duda, respecto de otros asuntos de la agenda de seguridad internacional, como son el crimen organizado o las migraciones forzadas.

De allí que la manera en que los países y sus gobiernos procesan los acontecimientos aquí tratados demuestra de forma incuestionable su disposición por asumir un papel propositivo en el concierto internacional. México de siempre ha tenido, conservado y proyectado esa indispensable cualidad. Se trata de una expresión directa de la voluntad nacional.

Es claro que mientras no se corrijan las difundidas actitudes depredadoras contra el medio ambiente, la capacidad destructiva de los fenómenos naturales irá en aumento. Debemos modificar las prácticas de consumo. Aunque, a pesar de todas las evidencias científicas, todavía haya quienes no crean en el impacto del cambio climático.