LA CLASE MEDIA ANTE LA CUARTA TRANSFORMACIÓN (II)

Las clases medias en México han tenido privilegios que no han identificado del todo ni defendido.

Octavio Díaz Aldret
Ilustración
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La cuarta transformación bautiza lo que anuncia que va a terminar: el esquema de un sistema que aún pervive de modo disfuncional.

Un sistema que no acaba de fenecer —por inoperante— y la consolidación de otro que pareció surgir con el resultado de las elecciones de 2000.

El agotamiento del esquema se evidenció con las muertes, heridos y detenciones del 2 de octubre de 1968, muchos de clase media-baja y media.

Ahora la cuarta transformación preocupa especialmente a las clases medias —como lo señalé en mi colaboración previa—, primeramente por el efecto del anuncio de reducción de personal y la baja de sueldos en la burocracia, ya que el mercado y el emprendimiento difícilmente lo podrán absorber.

Si uno compara a la clase media mexicana —en todo su espectro— con las de otros países desarrollados o con los que cuentan con indicadores económicos o financieros similares seguramente se revelará que la nuestra es menos austera y que vive por encima de sus posibilidades, pero no todo es un asunto de aspiraciones.

Las clases medias no cuentan con opciones suficientes; de ahí su vulnerabilidad y, en determinado momento, sus carencias. Dos ejemplos: 1. En servicios de salud, entre la opción pública que tiene problemas de infraestructura, medicamentos insuficientes para los internos, saturación de citas y en quirófano, además de la incertidumbre de qué cirujano realizaría finalmente la operación en cuestión, y la opción privada que resulta en rigor privativa en todo su espectro: seguro médico, hospital, honorarios médicos; y, 2. En educación, entre la opción pública cuyo esquema de admisión cuando es de calidad no atiende solo a criterios de desempeño, y la privada que resulta onerosa cuando es de buena o alta calidad.

Vulnerables

Sin opciones intermedias las clases medias resultan vulnerables para cubrir vivienda (créditos, renta o predial si es propia), salud (seguros médicos, siempre que cubran algún padecimiento y pagos adicionales para completar los honorarios médicos) y educación (brindar la mejor educación posible a sus familias).

Seguramente por supuestos como el anterior las clases medias no se asumen con privilegios, pero un aspecto que preocupa —y que pudiese presentarse como un privilegio que mantienen— sería un cambio en la política fiscal que afecte de algún modo la posibilidad de mantener su nivel o lograr prosperidad.

Las clases medias en México han tenido privilegios que no han identificado del todo ni defendido. Por una parte su representación política ha sido un tanto sui generis ya que aun cuando funcionarios públicos de partido o integrantes de los mismos pertenezcan a este segmento —dicho sea de paso, al igual que varios líderes sociales que han mejorado por ello su nivel de vida— las políticas adoptadas, si no los benefician, no se han centrado en impactarlos o afectarlos, según se valore.

Un referente que mucho podría ponderar las decisiones a adoptar sería verificar la evolución en el porcentaje de hogares que viven con diez a 50 dólares por día (per cápita); según estudios del BID, en 2017 nuestro país se encontraba por debajo de Argentina, Uruguay, Paraguay Panamá, Costa Rica, Brasil, Perú, Ecuador y Colombia.

Y qué es más viable y conveniente iniciar para mejorar en los servicios públicos, por ejemplo en salud y educación, así como el acceso a crédito competitivo para adquirir una vivienda o reducir —severamente— las posibilidades de ingreso para las clases medias. Sin duda habrá un cambio, pero en la instrumentación se encuentra el éxito a largo plazo.