POPULARIDAD DE UN PRESIDENTE

Las conferencias de prensa mañaneras se han convertido en un verdadero fenómeno de público.

Sergio Sarmiento
Columnas
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Ilustración

El presidente López Obrador alcanza una popularidad sin precedente desde que tenemos encuestas fiables. Un sondeo telefónico de El Financiero mostró este mes de febrero que 86% de la población aprueba la gestión del mandatario.

Si el aumento de los precios de la gasolina en enero de 2017 derrumbó la aprobación del ex presidente Enrique Peña Nieto a un nivel de apenas 12%, la escasez de gasolina en enero de 2019 no ha hecho sino fortalecer la de López Obrador. La mayor parte de los encuestados coincidió con el presidente en que la mejor forma de enfrentar el robo de combustible, el huachicoleo, era a través del cierre de ductos que provocó el desabasto.

Otros presidentes tuvieron también su luna de miel. En los primeros meses de 2013 la aprobación de Peña Nieto fue importante, sobre todo a partir de la aprehensión de Elba Esther Gordillo, la líder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Pero incluso en esos tiempos las mejores cifras de Peña Nieto apenas rebasaban 50%. Alcanzar 86% estaba simplemente fuera de la mayor ambición de los estrategas de comunicación de Los Pinos.

¿Por qué ha logrado cifras tan altas López Obrador? Quizá la razón más importante sea su capacidad de comunicar. Las conferencias de prensa mañaneras se han convertido en un verdadero fenómeno de público. El mandatario ha descartado la posibilidad de delegar esta labor en algún vocero y ha tenido razón. Él mismo conduce las conferencias todas las mañanas a las 7:00 horas; decide quién pregunta y responde como se le antoja. Utiliza un lenguaje sencillo y popular, con frases hechas, como “Me canso ganso”, que lo acercan al pueblo. Utiliza consciente o instintivamente las reglas más eficaces de la propaganda. Acusa de corruptos o inmorales a todos sus predecesores, sin molestarse en presentar pruebas o cargos formales. Identifica como neoliberales y conservadores a todos los que han gobernado antes el país o a quienes lo critican, sin preocuparse por la contradicción en términos que esto significa. Entiende que el impacto de las acusaciones es más importante que el sustento que puedan tener.

Precedente

¿Cuánto tiempo puede durar esta popularidad? Es difícil saberlo. Las afirmaciones de los especialistas en el sentido de que el costo de las decisiones del presidente, como la cancelación del aeropuerto o los despidos masivos de servidores públicos, afectarían en un tiempo breve la imagen presidencial han resultado infundadas. La popularidad del mandatario no ha hecho hasta ahora más que subir. La forma de comunicar del presidente ha cambiado las reglas del juego de la política en nuestro país, como lo ha hecho Donald Trump en Estados Unidos.

Quizá valga la pena recordar lo ocurrido en Venezuela. La popularidad de Hugo Chávez se mantuvo siempre a niveles muy altos, sin importar los cuestionamientos de los especialistas o de las opiniones de una muy lastimada clase media. Incluso después de su muerte, cuando se desplomó la economía tras la caída de los precios del petróleo, la mayor parte de la población seguía teniendo una buena opinión de Chávez. Los venezolanos culpan hoy a Nicolás Maduro, el sucesor, de la fuerte baja en el nivel de vida del país, pero Chávez sigue gozando de una popularidad extraordinaria.

Si el precedente de Chávez es alguna indicación, no veremos pronto una caída en la popularidad del presidente López Obrador.