APLAZA REINO UNIDO LA FECHA DEL BREXIT

No se va nada más Reino Unido de la UE sino Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte.

Redacción
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El laberinto del Brexit tiene atrapado a Reino Unido desde hace 24 meses, con el minotauro instalado en Downing Street: Theresa May es incapaz de lograr un consenso plausible y creíble siquiera entre sus propias filas conservadoras.

Los políticos tories dejaron de arroparla en su salto al vacío, convencida de su deber mesiánico de ser la primera ministra del Brexit, obcecación que le ha ido minando credibilidad, fortaleza para gobernar e incluso para aglutinar a sus correligionarios y, desde luego, para negociar con los líderes de la Unión Europea (UE).

De hecho ha perdido ministros en diversas carteras de su gabinete y hasta perdió la voz, desgastada por tanto hablar y recurrir a una retórica cansina.

La semana pasada Reino Unido fue la imagen viva de toda esa vorágine entremezclada con emociones a flor de piel entre ciudadanos atemorizados por ir de mal en peor y otros que creen, convencidos fervorosos, que serán más fuertes lejos del club europeo.

Nunca antes ese sentimiento se sintió más fuerte en Westminster que en la pasada votación del miércoles 13 de marzo, cita en que la Cámara de los Comunes deliberó y votó la moción que proponía irse ya de la UE en la fecha previamente pactada del 29 de marzo a las 23:00 horas; y hacerlo sin ningún acuerdo signado sobre la mesa. Una ruptura salvaje.

El resultado de la votación entre los parlamentarios fue fiel reflejo del momento de crispación y polarización generalizada entre los británicos: 308 votos a favor de irse así, sin nada, contra 312 en pro de hacerlo pero con un acuerdo nuevamente negociado por las partes involucradas. Muy mal sentó en Bruselas, por cierto, que la propia May votara en favor de irse sin un acuerdo.

Solo cuatro votos salvaron al país insular de caer al precipicio del limbo, de una escisión en la que prácticamente quedaría al aire todo el amplísimo conjunto de relaciones, no nada más económicas o financieras sino también humanas, educativas y culturales entre Reino Unido y la UE.

Para el flujo comercial, en última instancia, se mantendrían las condiciones marco de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

En otra votación el jueves 14 los Comunes rechazaron por 334 votos en contra y 85 a favor una propuesta de la legisladora Sarah Wollaston por la convocatoria de un segundo referendo.

Estertores

Lo que sí obtuvo apoyo, por 412 votos contra 202, fue la moción en pro de extender el plazo de salida del Brexit, es decir, adiós a la ruptura del 29 de marzo: se amplía el horizonte de incertidumbre. La nueva fecha para el inicio del Brexit será el 30 de junio, siempre y cuando May logre que en Westminster el 20 de marzo le voten a favor el mismo texto del acuerdo negociado con Bruselas y que ya ha sido dos veces duramente rechazado por la Cámara de los Comunes; si no prospera, como se anticipa, entonces la solicitud pasará por pedir todavía más tiempo.

Los británicos, como en las rancheras, están que se van, que se van y no se han ido. “¿Para qué pedir más tiempo prolongando una extensión del artículo 50 del Tratado de Lisboa?”, cuestionó aireado Michel Barnier, jefe de la UE para el Brexit, para quien se ha hecho todo lo posible, técnicamente hablando, por alcanzar el mejor acuerdo entre ambas partes.

“El acuerdo está allí. Este tratado lo hemos negociado durante año y medio con el gobierno de Theresa May; es y seguirá siendo el único disponible”, advirtió convencido en rueda de prensa desde Estrasburgo.

Lo reiteró más tarde en las redes sociales para dejar claro que “la UE ha hecho todo lo posible por ayudar a obtener un acuerdo negociado sobre la mesa. El impasse solo puede ser resuelto en #UK. Nuestros preparativos para un ‘no acuerdo’ son más importantes que nunca antes”.

¿Qué es lo medular del acuerdo? 1. El Reino Unido seguirá sujeto a la legislación europea y a la jurisdicción del Tribunal de Justicia de la UE hasta final de 2020: “Se sostendrá la legislación europea durante el periodo de transición de 21 meses”; 2. Permanecer en el mercado único para bienes y mercancías con el mismo trato arancelario que hasta ahora, pero excluyendo al segmento de los servicios; 3. Los servicios financieros no estarían en el libre comercio con la UE ni dentro del trato comunitario; 4. Reino Unido quiere permanecer dentro de la Unión Aduanera y ser capaz además de negociar acuerdos de libre comercio con otros países; 5. Con Irlanda se plantea una frontera que conserve sus derechos actuales en la UE, 6. Después del plazo de transición, en 2022, negociar un acuerdo de libre comercio con la UE.

La fórmula es libre comercio para mercancías, productos y artículos; dejar aparte el sector servicios y sostener la cooperación en seguridad, inteligencia y contraterrorismo.

Esto es lo que rechazan reiteradamente en Westminster, un documento que a Reino Unido le permitiría conservar sus ventajas arancelarias y aduaneras adquiridas por ser integrante de la Unión y de igual forma mantener el estatus con los demás países con los que la UE tenga signados acuerdos, tratados y asociaciones comerciales o económicas, como es el caso de México.

¿Ganar tiempo? ¿Y con qué finalidad? Si también la Comisión Europea, en voz de su presidente Jean Claude Juncker, ha dicho una y otra vez que el documento consensuado por ambas partes (Reino Unido, las autoridades europeas y signado por todos los 27 gobiernos integrantes) es bastante ventajoso para la nación que se va y logra minimizar el daño del divorcio.

También el político luxemburgués recalcó que “nuestro acuerdo provee de útiles clarificaciones y da garantías legales acerca del #backstop. La elección es clara: o es este acuerdo o el #Brexit no sucederá en su totalidad. Démosle a la salida de UK un trato ordenado. Nosotros se lo debemos a la historia”.

Juncker comenzó la semana pasada reunido in extremis en Estrasburgo con la primera ministra May, quien viajó de urgencia intentando arrancarle concesiones legales a fin de obtener una mayoría en Westminster para aprobar el acuerdo.

El presidente de la Comisión Europea la avaló con un papel firmado que adicionaba garantías de que “el mecanismo para evitar una frontera en Irlanda del Norte no sería una solución permanente”.

Geoffrey Cox, abogado general del Estado británico, revisó el legajo y determinó que nada había cambiado en el mecanismo de salvaguarda: prácticamente seguían en el mismo punto con “riesgos legales” de que Reino Unido quede integrado en las estructuras de la UE de manera indefinida hasta lograrse un nuevo tratado comercial.

Fue otro duro revés parlamentario: no volvió a pasar, como tampoco lo hizo en su primer intento del 15 de enero. Los legisladores en su mayoría creen que no existen garantías suficientes para tomar el destino económico y comercial en sus manos debido a que quedarían atrapados en el mercado común europeo vía Irlanda del Norte (el backstop), incapacitados de decidir una salida unilateral del mismo. Un limbo.

¿Qué es el backstop? Una cláusula para evitar una frontera física entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte y que entraría en vigor en caso de que Reino Unido y la UE no lleguen a un acuerdo comercial desde la fecha oficial de salida del club europeo.

Básicamente una salvaguarda de transición, considerando que no se va nada más Reino Unido de la UE sino Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte.

La premier no logró convencer nuevamente a los parlamentarios en la sesión del 12 de marzo, cuando rechazaron el acuerdo por 391 votos contra 242.

No saben qué quieren

Afónica y visiblemente cansada, May reprochó a sus señorías para qué solicitar una extensión del artículo 50 del Tratado de Lisboa “si esto no terminará con el problema al que ahora nos enfrentamos, con base fundamentalmente en que no se sabe qué es lo que ustedes quieren: ¿un segundo referéndum? O bien irnos con un acuerdo… pero no con este acuerdo”.

Para rebajar un centímetro la tensión creada Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, declaró su buena disposición en pro de convencer a los líderes de los 27 países integrantes de conceder a Reino Unido hasta un año de plazo si cambian de actitud y logran un consenso político interno.

En opinión de Ignacio Molina, investigador del Real Instituto Elcano, a todos los europeos les queda claro lo que el Parlamento británico no quiere, empero, “no sabemos qué quieren”, entre otros motivos porque no se han atrevido, ni ella ni el Partido Laborista que dirige Jeremy Corbyn, a dar una respuesta unitaria.

“Siguen con una lógica de fractura entre los dos partidos y dentro de cada partido hay facciones; no se asume que estamos en un momento trascendental para los británicos y que convendría tener una actitud distinta. El Parlamento le pasará la pelota al lado europeo en la petición de la ampliación del plazo”, reflexiona el investigador.

Esta misma semana (21 de marzo) acontecerá la reunión de jefes de Estado y de Gobierno de los 27 países integrantes en el Consejo Europeo, donde se analizará la petición británica de ampliarles el plazo para irse.

Al respecto Molina señala que desde el principio los países integrantes se han mostrado unidos y ahora “muy probablemente no van a querer quedar como los malos y los rígidos, por tanto aprobarán la extensión”.

Sin embargo, puntualiza, “van a pedir explicaciones, aclaraciones: para qué, cuánto tiempo, qué tipo de prórroga… ¿Acaso es una prórroga porque habrá alguna novedad política importante? ¿Otro referéndum? ¿Unas elecciones? Parece que no. Es una prórroga simplemente técnica”.

¿Elecciones generales? A May los parlamentarios le siguen pidiendo que renuncie, que por dignidad se vaya, pero ella está enrocada, contra viento y marea, en Downing Street.

En menos de cuatro meses ha enfrentado diversos dardos políticos envenenados, inclusive dentro de su propio Partido Conservador que en rebeldía la acorraló con una moción de confianza (12 de diciembre) de la que salió victoriosa; y hasta sus acérrimos contrincantes del Partido Laborista, liderados por Corbyn, promovieron otra moción de censura (16 de enero) para forzar la dimisión de May.

Otro intento del que también salió librada por la mínima, con escasos 19 votos que la sostienen a flote en medio de una desangelada y preocupante gestión del Brexit.

Reino Unido no sabe bien a bien cómo desenchufarse de la UE, muestra fehaciente de que a lo largo de 46 años de pertenencia al cónclave se ha entretejido una sensible simbiosis económica, comercial, de inversiones, de trasiego de dinero, de facilitación de servicios financieros, de enorme movilidad humana, de cielos abiertos y de mares también.

En la City algunos cotidianos ejemplifican lo que los brexiters intentan hacer con la economía: una especie de harakiri —le llaman el sándwich del Brexit, compuesto de la siguiente forma: el pan en su totalidad es inglés; el queso cheddar, 82% es irlandés, unas 78 millones de toneladas al año; la lechuga de los granjeros ingleses, que producen 13 mil 500 toneladas pero importan 192 mil 500 toneladas de España; el jamón, 60% importado y lo aportan Dinamarca, Alemania, los Países Bajos y Bélgica; para los tomates tampoco se bastan por sí solos: cuatro de cada cinco se importan de España, mientras que 25% de la cremosa mantequilla es adquirida en Irlanda.

Detrás de ese sándwich hay gente que produce y que vende, que nutre los canales del comercio y vigoriza la economía de uno y de otro país porque hay una demanda por atender: en el ejemplo, el ciudadano inglés es el beneficiario que termina llevándose a la boca el delicioso bocadillo.

De acuerdo con el Consejo Europeo los sectores más importantes de la economía británica son el comercio mayorista y minorista, el transporte, la hostelería y la restauración; la administración pública, la defensa, la educación, la salud y los servicios sociales y la industria.

“El comercio intracomunitario representa 47% de las exportaciones de Reino Unido (para Alemania 11% y Francia, Países Bajos e Irlanda 6%), mientras que el extracomunitario se concentra en EU (15%) y Suiza (5%)”, según información del órgano de gobierno de la UE.

Por el lado de las importaciones, 51% procede de Estados integrantes de la UE (Alemania 14%, Países Bajos 7% y Francia 5%), mientras que las extracomunitarias proceden de EU y China (9%).

Escenario de prórroga

Desde Bruselas, Pablo R. Suanzes, corresponsal de El Mundo, explica los tres escenarios que se abren a partir de la extensión del plazo del artículo 50 del Tratado de Lisboa.

Primero, que efectivamente “se rindan en Londres, asuman que no hay ni habrá acuerdo y vayamos a una salida por las bravas”, en cuyo caso una breve extensión podría apañarse para intentar minimizar entre ambas partes los daños; segundo, que May consiga en los próximos días que se apruebe su tan denostado acuerdo, “en cuyo caso una extensión técnica para completar la ratificación se concedería sin problemas”; tercero, enormemente complicado, que “haya un cambio político drástico e inmediato” y May, antes de una salida sin acuerdo, opte por convocar a elecciones. O hasta la sorpresa de un segundo referéndum, lo que implicaría una prórroga a más largo plazo con consecuencias imprevisibles.

Hay una contaminación en las expectativas para Europa derivadas de la interrogante de la ruptura y los efectos colaterales esperados no nada más en lo económico, comercial, financiero y en el ámbito de las inversiones sino igualmente con efectos políticos a favor de grupos nacionalistas, populistas y los temidos extremos recalcitrantes.

El Brexit siembra caos, incertidumbre, desazón, pesadumbre, ira, rabia y desencanto en suelo europeo. Ha retrotraído el futuro al pasado y se espera que las uvas de la ira de la cosecha de este caos se las lleven al bolsillo los grupos políticos eurófobos y euroescépticos en las próximas elecciones al Parlamento Europeo.

Precisamente en Bruselas, entre el 23 y 26 de mayo del próximo año serán elegidos los integrantes del Parlamento Europeo, que en esta ocasión será más pequeño debido a la salida de Reino Unido de la UE.

“De los 73 escaños de Reino Unido, el Parlamento apoya que 46 se reserven para futuros Estados integrantes y los 27 restantes se dividan entre 14 países comunitarios. España pasará de tener 54 a 59 eurodiputados a partir de 2019, es decir, contará con cinco integrantes más”.

Los abogados del Consejo Europeo estudian ya qué pasará si Reino Unido sigue adentro de la UE mientras son las votaciones, aunque el 2 de julio es cuando el nuevo Parlamento quedará constituido.

Decir hartazgo en el tema del Brexit es poco para toda la pesadez que flota aquí en Europa en su contra.

Ruta

Junio 23 de 2016 Referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en la UE; el sí al Brexit vence con 51.9% de los votos.

Marzo 29 de 2017 Se activa el proceso para dejar formalmente a la UE y empiezan a contar los dos años de plazo.

Enero 15 de 2019 El acuerdo definitivo se somete a votación pero May pierde con 432 votos en contra y 202 a favor.

Marzo 12 Nuevo revés parlamentario para la primera ministra y su acuerdo negociado con Bruselas: pierde por 391 en contra y 242 a favor.

Marzo 13 La Cámara de los Comunes rechaza irse sin un acuerdo por 312 votos contra 308.

Marzo 14 La Cámara de los Comunes rechaza un segundo referéndum por 334 votos contra 85, y vota por 412 votos contra 202 solicitar la ampliación del plazo del Brexit, del 29 de marzo al 30 de junio, condicionado a que May pase otra votación del acuerdo el 20 de marzo; si nuevamente es rechazada pedirán más tiempo a la UE.

Artículo 50 del Tratado de Lisboa

Es parte de la legislación de la Unión Europea que establece cómo los Estados integrantes pueden salir de la UE. Su uso se debatió ampliamente después del referéndum celebrado en Reino Unido el 23 de junio de 2016.

Una vez que se haya activado el artículo 50 por el Estado que desea abandonar la Unión habrá un plazo de dos años, prorrogables por mutuo acuerdo, para concluir las negociaciones. Si las negociaciones no logran llegar a un acuerdo las reglas sobre el comercio y aranceles entre el Estado que se retira y la UE se regirán por la Organización Mundial del Comercio.

Este proceso generalmente se acepta para dejar a los integrantes que se van con menos poder en las negociaciones, porque los costos de estar en el tratado de comercio serían proporcionalmente mucho mayores para el Estado separatista individual que para el resto del bloque de la UE.