EL CLIMA DE LA DESESPERANZA

En la tragedia centroamericana el espectro del calentamiento global es aún más real.

Juan Pablo Delgado
Columnas
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Ilustración

¡Así no se puede, raza! Ni en vacaciones puede uno escapar de las furiosas corrientes de los espirales noticiosos: que si Notre Dame se incendió; que si amarraron como puerco al Julian Assange; que si los científicos “revivieron” cerebros de cerdos muertos, que ya se publicó el reporte de Robert Mueller...

Yo quise huir de todo y como buen periodista fifí de Monterrey pasé mis vacaciones en el imperio yanqui, disfrutando de una playa en Texas. Algo modesto, no crean que los regios somos presumidos.

Pero no encontré la paz. En territorio gringo caí en oscuras reflexiones sobre los cambios que causó la llegada de Donald Trump: la polarización del electorado; el creciente odio hacia los latinos; la agudización de la crisis fronteriza; la “emergencia nacional”; la separación de familias en la frontera, y un caos diplomático no visto en décadas.

Lo más preocupante es la crisis humanitaria de los migrantes que buscan llegar a la frontera norte (103 mil personas solo en marzo). Las razones de este éxodo masivo han sido tratadas hasta el cansancio: violencia y pandillerismo, falta de oportunidades económicas, corrupción rampante.

Pero hay un factor ausente de este panorama. ¡Oh, sí, señores! El ominoso espectro del calentamiento global.

Ya sé lo que piensan: “¡Ahora resulta que todo se relaciona con el mentado cambio climático!” Pues sí: ninguna tragedia del siglo XXI está exenta de este hecho. Pero en la tragedia centroamericana el espectro del calentamiento global es aún más real.

Panorama

Vamos a los argumentos: el periodista John D. Sutter (CNN) comenta que el “corredor seco” de Centroamérica (que incluye a Honduras, Guatemala, El Salvador y Nicaragua) ha sido asolado por una sequía inusual durante cinco años. La ONU indica que más de dos millones de personas corren el riesgo de padecer hambre ya que sus cosechas han sido arruinadas. Ante esta amenaza la gente opta por escapar hacia el norte.

Los periodistas Kirk Semple (NYT) y Stephanie Leutert (WP) indican que si la vida agraria de Honduras siempre ha tenido retos monumentales el incremento de las temperaturas, el clima extremo y los nuevos patrones erráticos de lluvia han empeorado la situación. Con la disrupción en la agricultura la única salida para miles de personas es desplazarse a las ciudades o emigrar hacia Estados Unidos.

Para rematar: Kevin McAleenan, ex comisionado de Aduanas y Protección Fronteriza en EU (y ahora jefe de Seguridad Interna tras la salida de Kirstjen Nielsen) comentó que la sequía y el fracaso de los cultivos en Honduras y Guatemala “se traducen directamente en el número de inmigrantes que llegan a nuestra frontera”. ¿Así o más claro, chatos?

Ante este panorama la pregunta obligatoria: ¿puede mejorar la situación? Mi respuesta es un rotundo no.

Primero, porque Trump se encuentra en campaña electoral y radicalizará sus acciones contra los inmigrantes para ganar votos. Segundo, los países del Triángulo Norte difícilmente podrán mejorar sus indicadores sociales o económicos en el corto plazo. Peor aún es que los patrones erráticos de sequía y lluvias seguirán empeorando en el futuro.

El presidente AMLO tiene buenas intenciones al querer dar empleos a miles de inmigrantes. Pero sin resolver el problema de fondo los éxodos masivos continuarán causando crisis económicas, políticas y humanitarias e incrementando la xenofobia en la sociedad, el populismo barato en los políticos e incluso la posibilidad de un conflicto bélico.

México se encuentra en el centro de esta tormenta perfecta. Esperemos que sepamos sortear este clima de desesperanza.