NO CUALQUIERA PUEDE SER PERIODISTA

Lo que nos puede matar no es la falta de lectores sino la corrección política.

Hector González
Todo menos politica
Foto: Especial
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Una de las cosas que el periodismo le ha enseñado a Leila Guerriero (Junín, Argentina, 1967) es que en la vida hay matices. Cada que aborda un reportaje o una crónica busca los pliegues intermedios entre lo “bueno” y lo “malo” de una persona o acontecimiento.

Ajena a las redes sociales la escritora de libros como Plano Americano, Los suicidas del fin del mundo y Una historia sencilla ha aprendido también la importancia del equilibrio a la hora de construir un relato; y de tomar distancia de la inmediatez que exige el presente.

En entrevista Guerriero reconoce que además de las fake news el periodismo enfrenta un nuevo reto. “Lo que nos puede matar no es la falta de lectores sino la corrección política”, señala. Y recuerda a su paisano el narrador argentino Rodolfo Fogwill, célebre además de por su literatura por la construcción de un personaje rabioso y contracorriente. “Hoy todo mundo pisamos con mucha cautela sobre determinados temas y a veces es necesario contar con estas intervenciones de incorrección política”.

La periodista lamenta que las redes sociales se hayan convertido en una especie de cloaca con la fuerza suficiente como para terminar con las carreras de quienes no piensan como la mayoría.

Plantea además que existe una sobreabundancia de crónicas y reportajes respecto de situaciones de violencia extrema. “Es un efecto también de la corrección política. Es verdad que no podemos dejar de abordarlos pero cuando se trabajan de la misma manera generan el efecto contrario y crean un telón de fondo que la gente ya no ve”.

Añade que parte de la responsabilidad de los periodistas es encontrar nuevos enfoques o miradas. En el mismo esquema ubica el tema de la migración. “Al migrante se le aborda solo como un sujeto que migra, casi como una caricatura. Siempre es una persona que, obvio, sufre, la pasa mal y está llena de pérdidas o tragedias, pero únicamente sabemos de ese sujeto en tiempo presente”.

Para entender verdaderamente el fenómeno es preciso comprender de dónde viene y encajar su relato en una historia amplia ajena al lugar común. “No se trata de hablar mal de las víctimas del narcotráfico o del migrante, pero no podemos revictimizarlos y tratarlos como personas intercambiables”.

La argentina señala que no es suficiente con hacer una crónica o un reportaje: se debe aspirar a ser leído y producir un efecto. “Algo similar sucede cuando hablamos de las víctimas. Las realidades no son blancas y negras. Necesitamos abordarlas con todas sus aristas”.

Jon Lee Anderson ha escrito en varias ocasiones que ser una víctima no es una virtud. Guerriero secunda la afirmación del periodista sajón y hace un llamado a contemplarlos con todos sus perfiles. “La mayoría de los periodistas las abordan con temor. No se trata de criticarlas pero una buena historia debe contemplar todas las facetas”.

Volver al rigor

La elección de Donald Trump en Estados Unidos tiene que ser leída como una lección para el periodismo. Guerriero recuerda que los diarios progresistas descartaban la posibilidad de que el empresario llegara a la Casa Blanca. No se preocuparon por ir a ver la realidad y despreciaron a la gente dispuesta a votar por él. “Su experiencia es otra muestra de lo que sucede cuando el periodista intenta encajar la realidad dentro del lugar que mejor le encuadra. Nuestro trabajo consiste en hacer exactamente lo contrario: primero hay que ir a ver qué pasa y después contarlo”.

A principios de marzo José Sánchez, oriundo de Rosario, Argentina, saltó a la fama cuando contó en una emisora local que había devuelto a su dueño, un empresario, un maletín con medio millón de dólares. El joven dijo públicamente que más que una recompensa lo único que le había pedido al dueño del dinero era un empleo. La historia se extendió como pólvora y José Sánchez se convirtió en rey por un día. El episodio, repara Leila Guerriero, reflejó la falta de rigor y profesionalismo con que se ejerce el periodismo hoy.

Mientras todos estaban conmovidos por su relato un fiscal se puso a investigar so pretexto de que no cualquiera lleva medio millón de dólares en su portafolio. Revisó las cámaras de la zona y no vio nada. Ni al tipo y menos el maletín. Concluyó que como autoridad podía dar fe de que el relato era una mentira. A José Sánchez no le quedó más que reconocerlo. Acto seguido los medios se le echaron encima increpándolo por su atrevimiento.

“No entiendo por qué inventó la historia pero probablemente después de esto no volverá a conseguir un empleo”, explica la escritora. Se confiesa sorprendida de que ningún reportero hubiera cotejado el testimonio del joven. “Se basaron en una información dada por una sola persona sin testigos ni ningún tipo de verificación. Me parece que esto tiene relación con la rapidez e inmediatez de las redes sociales”.

Sin ceder en su sentido crítico Leila Guerriero habla del movimiento feminista. Asume que en algunas ocasiones las reivindicaciones taxativas y rabiosas son necesarias. No obstante los matices, una vez más, son importantes: “El feminismo es un movimiento muy grande y no todas estamos de acuerdo con todo”.

Destaca la importancia de las diferencias. “Es lo que enriquece la conversación”, indica. A la vez cuestiona el discurso que da la razón a la mujer por el simple hecho de ser mujer. “Desde luego si alguien dice: ‘Me pasó tal cosa’, en principio hay que creerle, sea mujer u hombre. A partir de ahí es necesario realizar una investigación. Por supuesto entiendo que las víctimas no hablan cuando quieren sino cuando pueden. Aun así, ese discurso en lugar de empoderarnos nos revictimiza. Nos coloca en el lugar de personas a las que hay que preservar”.

Guerriero concluye que es necesario volver al periodismo antiguo, aquel que se hacía respetando reglas básicas. Desconfiada del periodismo ciudadano argumenta que no cualquiera puede dedicarse a este oficio. “Para ser reportero hay que aprender a equilibrar un relato. Un ciudadano puede enviar información para que un profesional la procese pero no pretender hacerlo por sí mismo. No es bueno sostener la idea de que cualquiera puede ser periodista”.