TENSIÓN GEOPOLÍTICA EN ORMUZ

Redacción
Política
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Se está convirtiendo en la guarida del diablo: en las últimas semanas el Estrecho de Ormuz acapara la tensión geopolítica tras sendos incidentes contra varios barcos petroleros que Washington denuncia como “un acto terrorista de Teherán”, mientras el régimen iraní acusa a Estados Unidos de estar detrás de los sabotajes para perjudicar a Irán.

Hay una concentración de roces preocupantes en un espacio reducido sobre el mar de Omán: se trata de una anchura de entre 55 a 95 kilómetros donde los barcos deben solicitarse permiso unos a otros a fin de evitar una colisión.

Los navegantes se rigen por un “esquema de separación de tráfico”, de tal suerte que los buques entrantes van sobre un “carril” más o menos de un ancho de dos millas y los salientes prácticamente en otro.

“Para cruzar el Estrecho los barcos atraviesan las aguas territoriales de Irán y Omán en virtud de las disposiciones de paso de tránsito de la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Aunque no todos los países han ratificado el documento la mayoría, incluido EU, aceptan estas reglas de navegación habituales tal como están codificadas en la Convención”, señala las reglas.

Es tan relevante geoestratégicamente hablando que por allí pasa 30% de las exportaciones de crudo del mundo. Es una de las áreas más vitales y preciadas del llamado Golfo Pérsico y que comparten Irán, Omán y Emiratos Árabes Unidos.

Pero algo nada bueno se desarrolla allí: una especie de bola de nieve amenaza convertirse en un alud en un momento de elevada crispación entre EU, Arabia Saudita e Israel contra Irán.

Son de esos hechos que comienzan como un incidente y terminan con consecuencias globales insospechadas: por ejemplo, lo que parecía el asesinato perpetrado por un loco anarquista el 28 de junio de 1914 en Sarajevo, Bosnia, contra el archiduque Francisco Fernando, heredero de la corona del Imperio Austrohúngaro (junto con su esposa que también murió en el acto), terminaría desatando la Primera Guerra Mundial.

En política exterior Washington está jugando con granadas de mano: ha vuelto a los años de la cerrazón que dejó la Gran Depresión de 1929-1930 y a la política del palo y de la zanahoria de la década de 1970.

El presidente estadunidense, Donald Trump, divide al mundo entre sus amigos y los que no lo son.

A Europa le exige una nueva política Marshall en la que acepte las condiciones de la Casa Blanca para orbitar a su alrededor y comprarle desde armamento militar hasta más y más bienes y servicios.

Frente a Oriente Medio sus aliados imprescindibles son Arabia Saudita e Israel; al primero lo quiere posicionar como el eje de la política árabe y al segundo como la potencia militar de la región apoyándolo en todo lo necesario para impedir que los palestinos tengan una tierra y una nación propia.

Irán es el objetivo de Washington. Primero lo fue Irak. El entonces presidente George W. Bush acusó a Saddam Hussein de ser un peligro para la humanidad al poseer —denunció él mismo— vastos laboratorios de armas químicas y arsenales de destrucción masiva.

Convertido en enemigo público número uno de EU la invasión de Irak (el tercer país productor del mundo, que en enero de 2003 registraba 2.46 millones de barriles de petróleo diarios) consumó la caída del régimen del dictador Hussein el 9 de abril de 2003.

Le siguieron varios cambios en la región promovidos desde 2011 con la llamada Primavera Árabe, que terminó borrando de la faz de la Tierra a dictadores como el libio Muamar Kadafi, asesinado el 20 de octubre de 2011. En Libia, el octavo productor de petróleo.

Siria y su régimen hereditario en manos de Bashar al-Assad han resistido ocho años de guerra civil intestina con la actuación terrorífica del grupo autodenominado Estado Islámico y claras denuncias de grupos árabes de estar financiado por la CIA.

La resistencia del presidente Al-Assad se mantiene gracias a la intervención de Rusia en el conflicto y ha logrado recuperar el control territorial ante el disgusto de EU. No pocas veces el Kremlin ha ventilado un plan elucubrado desde Washington para romper a Siria en un protectorado de cuatro partes.

Irán, objetivo cero

Estados Unidos indica que fue un atentado. Irán revira diciendo que “alguien” siembra pruebas en su contra como pretexto para provocar un conflicto bélico.

El 12 de mayo pasado Arabia Saudita denunció que dos de sus buques sufrieron un sabotaje mientras navegaban por el Golfo Pérsico, en una zona exclusiva de Emiratos Árabes Unidos en el área de Fujairah, y culpó a Irán.

“Uno de los buques iba camino a cargar petróleo saudí al puerto de Ras Tanura para entregar a clientes de la petrolera estatal Aramco en EU. El ataque pretendía socavar la libertad de navegación marítima y la seguridad en el abastecimiento de combustible a los consumidores de todo el mundo”, señaló un comunicado oficial saudita.

Lo maquiavélico es que precisamente un mes después aconteció otro sabotaje contra dos buques, uno noruego y otro japonés, justo en Ormuz y en un día histórico para las relaciones japonesas-iraníes: Shinzo Abe, primer ministro de Japón, visitó Teherán tras 40 años de gélidas relaciones.

Nadie de sus antecesores había tomado en cuenta a Irán; se sabe que Abe ha atendido la petición de Trump de jugar de mediador entre él y el dirigente iraní, Hasan Rohani, en aras de una nueva negociación nuclear.

El 12 de junio pasado, justo cuando Abe y Rohani hablaban de la paz mundial, de la importancia de la globalización y el multilateralismo, el nuevo conato sucedió en Ormuz contra dos cargueros: el MT Front Altair, con bandera de las Islas Marshall pero propiedad de Noruega; y el Kokuka Courageous, de bandera panameña y propiedad nipona.

El Front Altair procedía de cargar en Emiratos Árabes y se dirigía a Taiwán con 75 mil toneladas de nafta, un derivado del crudo, mientras que el Kokuka Courageous llevaba metanol al puerto de Singapur.

Ambos petroleros quedaron tan dañados por explosiones de origen desconocido que un total de 44 hombres debieron ser rescatados por la marina iraní, aunque EU también ordenó a sus barcos cercanos prestar ayuda.

Para Rohani su posición es clara: “La República Islámica no iniciará ninguna guerra en la región, ni siquiera con EU, pero si la guerra comienza con Irán daremos una respuesta decisiva”.

No tirarán la primera bala, expresa el líder de los ayatolá, pero sí se defenderán con todo. A Washington le preocupa que el régimen esté a punto de hacerse con una bomba nuclear; para Israel es un enemigo claro.

António Guterres, secretario general de la ONU, propuso abrir una investigación al respecto para deslindar responsabilidades, al tiempo que pidió rebajar las tensiones entre EU e Irán para evitar una mayor escalada en las acusaciones mutuas. “La ONU puede actuar como una entidad independiente que coadyuve como verificador de los hechos; ante todo debe evitarse una confrontación a gran escala que salga del Golfo Pérsico”, reiteró preocupado.

Como garante de la paz la ONU enfrenta múltiples tensiones con un Trump envalentonado que va sacando a su país de diversos órganos y programas adscritos a Naciones Unidas, organismo al que ya amenazó con rebajar sus aportaciones pecuniarias.

Ante el más reciente roce en Ormuz la Casa Blanca acusó a Teherán de provocar el accidente apoyada en un video con ambos cargueros ardiendo, mientras el comandante Sean Kido, de la Quinta Flota de EU, afirmó que los restos del artefacto encontrado son de fabricación iraní. Sin embargo la propia marina iraní fue la primera en acudir al rescate de ambas tripulaciones.

Flota en el aire la duda de si la inteligencia iraní o la Guardia Revolucionaria son conscientes del momento vertiginoso: la más mínima provocación puede desencadenar una guerra.

¿Se perpetra un ataque contra Irán? ¿Busca EU un pretexto inmediato para desplegar sus baterías bélicas?

Para el analista internacional Simon Tisdall la crisis con Irán ha sido creada desde Washington. “El presidente Trump dice que no quiere un conflicto pero sus acciones podrían accidentalmente desencadenar una nueva guerra en Oriente Medio. En la presente crisis EU-Irán se proveen hasta pruebas oficiales que podrían usarse para justificar una escalada en las acciones de EU”, opina.

Hay una presión además en los aliados que, según Tisdall, reproduce el ambiente ya vivido en 2003, cuando el entonces presidente George W. Bush preparó todo el escenario para invadir a Irak.

“El hecho es que la actual crisis se concibe, manufactura y agranda desde Washington. La elaboran los expertos alrededor de Trump, obsesionados por derrotar al régimen de Teherán”, comenta.

Tan preparado estaba el escenario, agrega el especialista, que desde siempre estuvo en la mira de Trump la renuncia al Acuerdo Nuclear de 2015 “bajo cualquier pretexto”.

Para Afshon Ostovar, de Foreign Policy, los ataques perpetrados contra dos cargueros este mes y contra otros el mes pasado, de ser verdad que han sido organizados por Irán, sugieren que no tiene ningún tipo de estrategia ante EU.

Ostovar cuestiona la naturaleza de los incidentes, “que terminarían haciendo más daño a las relaciones con EU” y provocando una mayor alienación de este país contra la nación de Oriente Medio.

Un acuerdo al cajón

En abril pasado EU anunció el fin de las exenciones que había concedido a China, India, Italia, Grecia, Japón, Corea del Sur, Taiwán y Turquía para que siguieran comprando petróleo a Irán.

Desde que Trump rompió unilateralmente con las bases del acuerdo y reeditó las sanciones la producción de crudo en Irán se redujo en 227 mil barriles diarios para reajustarse a 1.23 millones de barriles de crudo diario.

De acuerdo con la OPEP las reservas probadas de petróleo en Irán se contabilizan en 155 mil 600 millones de barriles y de gas natural aproximadamente en 33 mil 810 billones de centímetros cúbicos; en sus mejores tiempos su producción diaria de crudo era de tres millones 867 mil 300 barriles.

Irán dedicó ocho largos años en buscar un acercamiento con EU a fin de que le levantasen las sanciones económicas, de inversiones, financieras y comerciales. Lo logró gracias a la mediación de Francia, Alemania, la UE, China y Rusia; fue firmado un Acuerdo Nuclear avalado por el entonces presidente Barack Obama.

El intercambio consistió en que Irán aceptaba sujetarse a inspecciones periódicas por parte de la ONU e investigadores avalados de prestigio internacional para garantizar que no desarrollaría un programa nuclear a fin de conseguir la bomba; a cambio obtendría una economía libre de ataduras para atraer turistas, inversiones, comercio y poder entonces sumarse a la aldea global sin ningún tipo de sanciones.

Al asumir la presidencia Trump cumplió con salirse del acuerdo y retomó las sanciones argumentando que el texto comprometido por Obama “no era suficiente” como pacto no nuclear porque quedaban excluidos los misiles.

Todas las inspecciones realizadas por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) confirman que a la fecha Irán ha cumplido con cada uno de sus términos, aunque hace unos días el presidente Rohani advirtió agriamente que no le dará “a las potencias europeas” más tiempo que el plazo del 8 de julio para salvar el Acuerdo Nuclear mediante una protección de las sanciones restablecidas por EU.

Se acaba el tiempo. Desde la Organización de Energía Atómica de Irán se confirmó la decisión de continuar enriqueciendo uranio “a un nivel más alto” si la UE no busca una solución inmediata con EU.

Y el problema es que la UE está entrampada, como si fuese la rebanada de jamón en medio del sándwich: Trump le ha abierto tantos frentes a la UE que está ahogada de problemas por atender, incluyendo su bomba de relojería interna con el Brexit.

En una primera fase la UE, mediante el Comisariado para la Cooperación Internacional, anunció un paquete de ayudas a Irán por un total de 50 millones de euros fundamentalmente destinados a empresas pequeñas y medianas.

Aunque desde el restablecimiento de las sanciones ha sido imposible frenar la desbandada de negocios y empresas europeas en Irán hay obras a medio terminar.

En cuanto al turismo ya se fueron la compañía francesa Total y las aerolíneas British Airways, Air France y KLM. Lo único que le queda para subsistir es el petróleo y Rohani dice que la UE no compra lo suficiente. Si compra, EU acorrala a la UE; si no compra Irán amenaza con volver a enriquecer uranio a partir del 8 de julio próximo.

La política del caos.

Tirantez en el Golfo Pérsico

En mayo pasado el Pentágono ordenó el despliegue del portaaviones de la clase Nimitz de la Armada USS Abraham Lincoln ante la amenaza de Irán de volver a acumular uranio. Se acompañó junto con un grupo de bombarderos de la Fuerza Aérea.

Hace unos días el presidente Trump anunció el despliegue de mil soldados más en Oriente Próximo ante el acrecentamiento de las tensiones entre EU e Irán; el saldo del ambiente caldeado ya provocó la inminente renuncia de Patrick Shanahan, ministro de Defensa en funciones de EU.

El pasado jueves 20 de junio la Guardia Revolucionaria interceptó un dron estadunidense que espiaba en Hormozgan, en el sur de Irán.