PAUL AUSTER Y CONTINUACIÓN

Fuera de la anécdota resulta interesante entender las influencias de este también poeta.

Redacción
Todo menos politica
Foto: Especial
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Por Sergio Pérezgrovas

Acéptalo, tu vida es absurda.

Albert Camus.


Daniel Quinn escribe novelas policiacas bajo el seudónimo de William Wilson, las cuales tratan sobre el detective Max Work. Al escritor lo confunden con Paul Auster, que no es otro que el escritor verdadero. Quinn se hace pasar por Auster con la desfachatez de no ser un personaje inventado. El escritor juega con su nombre y lo incorpora en esta novela (con tintes policiacos) donde un lingüista hace experimentos con su hijo de nombre Peter Stillman, para descubrir el origen de la verdadera lengua de los hombres, que además tiene el mismo nombre de su hijo muerto.

Por si fuera poco tiene las mismas iniciales que Don Quijote, donde hace la reflexión si en realidad Cervantes escribió su biografía por medio de Alonso Quijano o fue la locura del personaje que se escribió a sí mismo. Un juego de palabras enredado pero muy atractivo de leer es la novela Ciudad de cristal sacada de La trilogía de Nueva York, de Paul Auster.

Escritor prolífico y director de cine nacido en Newark, New Jersey, en 1947 sus obras han cautivado a millones de lectores y cinéfilos en todo el mundo. Sus influencias literarias van desde Jorge Luis Borges, Franz Kafka, Albert Camus, Edgar Allan Poe, F. Scott Fitzgerald, etcétera.

Un libro con ya algunos ayeres pero difícil de olvidar. En la corriente del absurdismo Auster se siente a sus anchas. Pero fuera de la anécdota resulta interesante entender las influencias de este también poeta, que a su vez tiene en común las influencias de sus escritores favoritos. Analizándoles encontramos que todos usan la metáfora como partida de sus obras —claro que me dirán que eso lo hacen todos los escritores y más aún: que es la teoría del buen maestro Quintanilla. Los buenos escritores usan analogías a veces muy complicadas como Borges o muy sencillas como Allan Poe.

Una buena obra recomendable para estos tiempos de caos universal.

Y como me pidieron continuar la historia del detective Carnales Nazer, ahí les va.

La ortografía

Tristán Carnales Nazer tenía muy mala, pero muy mala ortografía. Su batalla perdida con las comas y acentos fue una de las razones por las que entró a la escuela de policía: no le gustaba ni le interesaba para nada escribir correctamente y en ella encontró su verdadera vocación, que consistía en buscar y encontrar criminales. Para eso era realmente bueno.

En la jefatura le pidieron que hiciera el reporte de su último tiroteo. Esta era sin duda la peor parte para él de ser investigador y detective. Una vez más tenía que llenar esos engorrosos formularios. Comenzó sin ganas y tratando de ser lo más sucinto.

“Lleje al lugar de los echos a las once de la noche iva rezuelto a acavar con los malehantes sake mi pistola y dispare en la cabesa a los dos de la hentrada, camine unos sincuenta metros, apunte y galé el gatiyo, donde se encontraba el jefe de la banda”.