ENTRE FRANCO E INDEPENDENTISTAS ESPAÑA AVANZA

La amenaza independentista de Cataluña no ha decrecido.

Redacción
Política
Foto: Especial
Foto: Especial

Por Claudia Luna Palencia

El próximo 10 de noviembre España tendrá sus cuartas elecciones generales en cuatro años. Ningún país en la Unión Europea (UE) ha experimentado esa inestabilidad democrática; ni siquiera Italia con su peculiar situación política: desde 1945 ha habido 66 gobiernos, un ratio de 1.6 gobiernos por año.

Pedro Sánchez, presidente en funciones, ganó las elecciones el pasado 28 de abril con 7.5 millones de votos, pero los 123 escaños conseguidos no le han servido para lograr su investidura ni por mayoría absoluta (176) ni por mayoría simple (más votos a favor que en contra).

Prácticamente cinco meses después, derrotado por la falta de acuerdos, el líder socialista ha decidido no presentar su candidatura para la investidura y el rey Felipe VI —ante la ausencia de un candidato para ser investido— debió validar la Constitución y convocar a nuevas elecciones generales.

El pasado 23 de septiembre la disolución de las Cortes puso el cerrojo a la XIII Legislatura. Fue un periodo corto e inestable de trabajo, sin apenas leyes aprobadas y con un cúmulo de iniciativas pendientes de discusión, como la reforma de la eutanasia o la laboral para darle a los autónomos mayores derechos.

Si bajo el largo estío quedó evaporada toda posibilidad de lograr en España el primer gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos ante la falta de entendimiento entre ambas ejecutivas, el otoño tampoco presenta un panorama del todo claro: el viento amenaza con llevarse algo más que las hojas secas de los árboles.

En la UE 19 de los 28 países que la conforman tienen un gobierno de coalición “con al menos dos partidos con cargos ministeriales”, aunque en cinco de ellos este pacto no alcanza la mayoría parlamentaria: Bélgica, Croacia, Eslovenia, República Checa y Suecia; y en tres, Francia, Hungría y Polonia, se trata de una coalición preelectoral.

“España es uno de los seis países de la UE que tienen un ejecutivo en minoría monocolor y es además, junto a Malta, el único que no ha tenido un gobierno de coalición en los últimos 40 años”.

Desde la Moncloa, aquí en Madrid, la portavoz del gobierno Isabel Celaá asevera convencidísima que “el PSOE ganará nuevamente las elecciones”, aunque no acierta a despejar si esta vez logrará gobernar, porque a pesar de que todas las encuestas le dan otra vez la victoria a Sánchez necesitará volver al diálogo con las otras fuerzas políticas afines con la finalidad de buscar que le faciliten la investidura.

El peor escenario para el país ibérico pasaría por repetir el bucle de la situación actual: no formar gobierno en noviembre… ni en diciembre ni en enero. El error más grave sería alargar todavía más el actual impasse que atemoriza al gobierno en funciones, toda vez que sería irresponsable dada la complejidad de los tiempos económicos globales ante la apreciación de una mayor ralentización en el crecimiento mundial.

En septiembre pasado la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) reajustó nuevamente a la baja sus previsiones del PIB global al pasarlo de 3.2% anticipado en mayo a 2.9%, mientras que para 2020 también lo degradó al ajustarlo a un estimado de 3.4 a 3 por ciento.

El informe difundido por el organismo internacional que preside José Ángel Gurría advierte de “los serios vientos en contra” y el lento crecimiento que se consolida de “una forma preocupante”.

Laurence Boone, economista jefe de la OCDE encargada del análisis, achacó al Brexit, a la guerra comercial entre EU y China, así como a la desaceleración de Alemania las causas del nuevo reajuste en el PIB mundial.

“Nuestro miedo es que estemos entrando en una era en la que el crecimiento se queda atrapado en un nivel muy bajo. Y ese es un territorio peligroso para el crecimiento y, obviamente, para el empleo”, según sus palabras.

Desde luego que a España también le está afectando el contexto externo, primordialmente el derivado del Brexit, una burbuja inflada de temor e incertidumbre que no termina de hincharse.

Las previsiones del crecimiento del país ibérico varía en la medida que la combinación de factores exógenos y endógenos van intercalándose: la expectativa inicial del gobierno socialista, 2.5% de PIB, oscila en la actualidad entre 2.3 a 2.1%; la Comisión Europea predice 2.3%, aunque agencias de calificación como Fitch Ratings recientemente la rebajó a 2.1% alegando un frenazo en la inversión en bienes de capital en la nación ibérica.

“En tanto el ritmo de la economía amaina queda por ver si el crecimiento del empleo también se ralentizará: persiste la expectativa de si habrá un impacto adverso en el empleo por culpa de la subida reciente del salario mínimo”, añade la agencia.

Ha sido mediante reales decretos de ley, en reuniones del Consejo de Ministros, que el gobierno en funciones ha tomado varias decisiones sin pasarlas por el tamiz del Legislativo, ante la obviedad de encontrarse en minoría. Una fue precisamente el incremento del salario mínimo a 900 euros mensuales pero hay otras que han beneficiado a los pensionados y a los trabajadores autónomos.

Incredulidad y apatía

El 23 de julio aconteció el primer batacazo contra Sánchez en la investidura por mayoría absoluta: en la jornada obtuvo 170 votos en contra, 124 a favor y 52 abstenciones.

Lo volvió a intentar el 25 de julio: regresó para someterse a los designios de sus señorías, esta vez buscando la mayoría simple, la fórmula de más síes que noes; y tampoco pudo ser: el resultado fue de 124 síes, 67 abstenciones y 155 noes.

Los nuevos comicios tampoco aclaran mucho el panorama, si bien los principales asesores políticos de Sánchez le han aupado a encaminarse a otras elecciones convencidos de que el PSOE podrá salir más fortalecido en el Congreso de los Diputados.

El actual presidente español se lo juega todo a cara o cruz. Asume correr el riesgo bajo la pretendida intención de que en el nuevo reacomodo de fuerzas los electores colocarán sus votos en la tradicional fórmula del bipartidismo; con miras a restarle poder y representación a los tres nuevos partidos más jóvenes de la democracia española: en el espectro de la ultraizquierda, a Unidas Podemos, que lidera Pablo Iglesias; en el centro, a Ciudadanos, que comanda Albert Rivera, y en la ultraderecha, a Vox, representada por Santiago Abascal.

Los estrategas de la Moncloa están convencidos de que el próximo 10 de noviembre habrá un trasvase de votos desde Unidas Podemos hacia el PSOE, aunque su meta ideal es recuperar electores de Ciudadanos; el PP también intentará recuperar a sus huestes fugadas hacia Ciudadanos y Vox.

Desde hace días Sánchez ha instalado su retórica en modo campaña, pidiendo al electorado “un esfuerzo más” en el que se hable “más alto y más claro” para tener un gobierno socialista con la mayoría necesaria.

Lo interesante en esta nueva convocatoria democrática es el surgimiento de un nuevo partido que ya se intuía venir porque el PSOE requiere mayores opciones en el espectro partidista para destrabar un posible bloqueo político.

Íñigo Errejón, uno de los fundadores de Podemos junto con Juan Carlos Monedero y Pablo Iglesias, ha sido una de las víctimas del carácter estalinista y la forma de organizar el partido y las decisiones por parte de Iglesias, quien solamente acepta compartir el poder y las decisiones programáticas con su actual mujer, Irene Montero, madre de sus tres pequeños vástagos. Aparte de esa “excepción” nadie brilla antes ni después que Iglesias y su entelequia.

El nuevo partido, nutrido en parte de las bases sociales transversales del movimiento 15M, que edificaron Más Madrid con Manuela Carmena como alcaldesa de Madrid, se ha usado de andamio para el nuevo Más País —surgido recién el 25 de septiembre pasado—, que lleva a Errejón de candidato para la Presidencia.

De ideas progresistas el politólogo de 35 años se muestra como una fórmula edulcorada en comparación con las posturas más radicales de Unidas Podemos; sus propuestas no pretenden asustar al capital europeo y se abre en canal como vía para pactar con el PSOE.

La meta electoral del PSOE es que Unidas Podemos pierda escaños, que Ciudadanos sufra un batacazo y que Vox reduzca su representación en el Congreso de los Diputados; la ultraderecha tiene curules por vez primera desde la muerte del dictador Francisco Franco.

No obstante, electoralmente hablando todo es incierto y todo puede pasar. En opinión del analista político español José Alejandro Vara el partido Ciudadanos concurre a las elecciones generales con un libreto difuso y un objetivo incierto.

“Los sondeos no le son favorables y las expectativas decrecen con insistencia. Las encuestas nunca nos han salido bien, eso no es nuevo: al final las urnas ponen a cada cual en su sitio”, esgrime.

Añade que el partido naranja, que se quedó a 200 mil votos y nueve escaños del PP en las generales de abril, aparece ahora como un competidor exhausto, sumido en un incontrolable desconcierto estratégico.

“Se resiste a asumir que no será el líder de la centroderecha y no comprende que la letanía de ni rojos ni azules resulta algo repetitiva y poco eficaz”, asevera.

Y es que, añade Vara, muchos de sus votantes “se manifiestan desorientados” porque Rivera primero se negó a pactar con el PSOE y también rechaza la idea de sumar al PP.

“Coinciden los indicios y los augurios en que Ciudadanos perderá votos por la izquierda, a manos de un PSOE ansioso y atrapalotodo, y por la derecha rumbo al PP, tranquilo y apacible en todo el proceso de la investidura fallida y de los pactos municipales y autonómicos. Ciudadanos es el partido que más tiene que perder”, esgrime el politólogo.

Fantasmas

A falta de los apoyos necesarios al país ibérico le aguarda un otoño caliente. El ciudadano de a pie está bastante hastiado por el canibalismo político actual y el papel de los partidos políticos que mantienen fagocitado su modelo democrático. Algunos han dicho abiertamente que no irán a votar el próximo 10 de noviembre.

El escenario en sí es bastante turbio. Aquí en España hay una serie de temas que “ensucian” el rumbo electoral y en cierta forma la gobernabilidad, porque la amenaza independentista de Cataluña no ha decrecido en los últimos dos años desde la celebración —en desobediencia— del referendo independentista del 1 de octubre de 2017.

A dos años de distancia el independentismo también ha impedido la formación de un gobierno estable en España con Sánchez como candidato victorioso.

Los partidos independentistas han visto la oportunidad de ofrecer al líder del PSOE su apoyo para ser investido a cambio, claro, de una serie de prebendas y concesiones en relación con los políticos catalanes fugados desde el referendo, todos señalados en sedición y en rebeldía. Otros permanecen presos en cárceles españolas. La defensa republicana los califica como “presos políticos” y hasta crecen las presiones para que el ex presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, fugado a Bélgica, pueda volver a la nación ibérica sin que se le toque un pelo.

Prácticamente le pedían a Sánchez venderle su alma al diablo, como el pacto imposible con Unidas Podemos, que avala los movimientos independentistas y de autodeterminación.

El sentimiento independentista no ha amainado en estos meses sino todo lo contrario: ha subido como la levadura. En el pasado aniversario del 1 de octubre nuevamente muchos jóvenes educados en catalán en los largos años en que la educación ha sido entregada al gusto de la Generalitat salieron de forma violenta a las calles.

Aún más preocupante: una semana antes de la fecha mencionada la Guardia Civil detuvo a siete activistas del Comité de Defensa de la República que preparaban un arsenal con varios explosivos para ser utilizados. Pretendían sembrar el caos, desatar el miedo y la confusión en tiempos políticos brumosos.

El pasado 1 de octubre fue sin lugar a dudas un mal día para la democracia española y sobre todo para la convivencia, afirma Alberto Ayala, quien destaca además el mal recuerdo colectivo.

“No hay que olvidar que el president Torra será juzgado dentro de pocos días por no cumplir la orden de retirar del Palau de la Generalitat una pancarta exigiendo la liberación de los políticos presos y que corre el riesgo de ser inhabilitado, lo que podría aupar a la Presidencia a Esquerra”, añade el columnista.

¿Se activará otra vez el artículo 155 para intervenir Cataluña desde el Estado? El analista y asesor político asevera que casi todas las grandes fuerzas políticas españolas, excepto Unidas Podemos, están dispuestas a parar cualquier golpe del independentismo con un nuevo 155.

“Mientras, la convivencia sigue resquebrajándose peligrosamente en Cataluña. Un hecho que el soberanismo niega, en tanto que los no nacionalistas así lo sienten, según denuncian todas las encuestas. Y lo que aún resulta más grave es el nacionalismo que sigue pretendiendo romper con España pese a constatarse, elección tras elección, que es una minoría, amplia pero minoría a fin de cuentas”, defiende Ayala.

¿Existe la posibilidad de otra ETA, esta vez para Cataluña? Ayala cree que se corre el riesgo de que el conflicto catalán se cronifique: “Y ojalá que el recuerdo de la desgraciada historia reciente del País Vasco disuada a algunos iluminados de abandonar las vías pacíficas y democráticas. Algo que, visto lo visto, no parece garantizado, pese a la frívola respuesta de Torra y del soberanismo a las últimas detenciones de siete personas del Comité de Defensa de la República”.

Luego está el fantasma del dictador Francisco Franco, fallecido el 20 de noviembre de 1975 y enterrado en la Basílica del Valle de los Caídos, cerca del Guadarrama y camino del Escorial.

De acuerdo con la Ley de Memoria Histórica se condena toda exaltación a esa dictadura pasada, con la finalidad de no abrir nuevas grietas morales en una sociedad necesitada de creer en la democracia, la concordia y la convivencia.

El 12 de mayo de 2017 el entonces Congreso aprobó exhumar del Valle de los Caídos los restos del dictador Franco y trasladarlo al sitio elegido por su familia; el presidente en funciones Sánchez le ha dado continuidad al mandato muy a pesar de la ira de la ultraderecha. Franco está muerto pero nunca se ha ido de la sique española.

Precisamente la semana pasada el Tribunal Supremo votó por unanimidad darle la razón al gobierno de Sánchez para exhumar los restos del dictador, negando además la posibilidad de trasladarlo a la Catedral de la Almudena (deseo de la familia) para darle una sepultura privada junto al cadáver de su esposa, Carmen Calvo, en el Pardo.

En opinión de Rubén Amón, periodista y escritor, Sánchez no solo ha resucitado a Franco sino que “se ha resucitado a sí mismo como locomotora de la España centrada, mesetaria y responsable”.

Hay un juego electoral propio de los alquimistas. Algunos usan una baza en contra de los contrincantes. Lo cierto es que en España se respira entre los ciudadanos, electores potenciales, un ambiente de hartazgo. Hay muchos que pasan de volver a las urnas. Ad hominem.