NUEVO MODELO DE LA FORMACIÓN ESTELAR

Hace 100 años no se sabía de estrellas en formación continua: la gente las consideraba inamovibles y originadas al inicio del Universo.

Redacción
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Foto: Especial
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Por J. Alberto Castro

Las estrellas siempre han fascinado a hombres y mujeres de todos los tiempos. Los antiguos veían en ellas animales y formas, los navegantes las usaban para orientarse en el océano y los hombres del siglo XXI sueñan con ese día en que finalmente puedan viajar a ellas y descubrir los misterios que esconde su lejanía.

Innovador en desentrañar el conocimiento de los procesos centrados en la formación de las estrellas Enrique Vázquez Semadeni, investigador y ex director del Instituto de Radioastronomía y Astrofísica (IRyA) de la UNAM, sobresale por la propuesta de un modelo de formación estelar diferente: “Aunque se han creado distintas teorías sobre la formación de las estrellas no se resolvía cómo se agrupan las nubes de gas que originan estos cuerpos celestes y la causa de por qué el número de estrellas nuevas ha disminuido en los últimos tiempos”.

Doctor en Astronomía por la Universidad de Texas en Austin, por su contribución al entendimiento de cómo surgen las estrellas y los sistemas planetarios obtuvo el Premio a la Investigación Científica 2019 que otorga la Sociedad Mexicana de Física. Este reconocimiento no es uno más: lo decide la principal asociación de físicos del país.

En entrevista con Vértigo el universitario sugiere desmenuzar “un tema complejo y atractivo” ya que “hoy se sabe que las estrellas aún se forman en nuestra galaxia y en todas las demás; estrellas como nuestro Sol y, por ende, sistemas planetarios como el solar”.

Para él esto es crucial: “Hace 100 años no se sabía de estrellas en formación continua. La gente consideraba a todas las estrellas del Universo inamovibles y originadas al inicio del Cosmos. Era inimaginable aceptar en un tiempo presente la formación de estrellas y más remoto formándose en un tiempo futuro”.

Dice Vázquez que “hoy las estrellas ya no se forman tan de prisa como en el máximo histórico de la historia del Universo. En nuestra galaxia surgen unas cuantas al año, a una velocidad relativamente alta”.

Precisamente ese misterio de por qué surgen tan pocas estrellas nuevas por año en la Vía Láctea propicia distintas teorías enfocadas a descubrir el mecanismo de cómo se constituyen.

Estudioso del fenómeno de la turbulencia del medio interestelar, Vázquez explica cómo “las estrellas se forman con el gas dominante en nuestra galaxia. Se podría pensar en este gas como una atmósfera de la Vía Láctea. Imaginemos una atmósfera gaseosa de la cual surgen. En ella se forman nubes y dentro de esas nubes que son enormes (miden centenas de años luz) se forman núcleos a escala galáctica que son precisamente las estrellas como nuestro Sol, que se forman en enjambre o cúmulos. Por ejemplo en la noche podemos ver el enjambre estelar que se llama las Pléyades”.

Origen de las estrellas

Para Vázquez el material de la nube tiene gravedad y cada molécula de esta ejerce fuerza de atracción sobre todas las demás, es decir, se atraen entre sí. La fuerza de gravedad propia de la nube vence las fuerzas de la presión o cualquier otra que se oponga y entonces la nube se colapsa, cae sobre sí misma, se compacta y eso es lo que forma una estrella.

Bajo este escenario, afirma, “pienso que las nubes de gas se contraen por su propio peso; además la razón de que no forman estrellas tan rápido es porque sus propias primeras estrellas las destruyen. Las nubes caen una sobre otra para formar una estrella”.

Esto pone en predicamento al modelo más aceptado y genera controversia: queda en duda la idea de nubes sin caída y en equilibrio por su gravedad y turbulencia.

Una evidencia física que apuntala la tesis de que las nubes sí están en contracción la han aportado observadores del telescopio espacial Herschel —infrarrojo— “que han notado cómo las nubes tienen una estructura de telaraña, filamentos y tridimensional. El hecho de encontrar en las nubes estructuras no esféricas demuestra que estas caen de modo caótico una sobre otra bajo el efecto gravitacional y de contracción”. También explica los enjambres de estrellas y por qué están distribuidas de cierta manera. “No están apelotonadas, no tienen una estructura. Además hay evidencia de cómo las estrellas heredan la estructura tipo telaraña de las nubes y como esta pasa a estos cuerpos celestes”, comparte.

Asimismo, añade, “este modelo pone en claro la imposibilidad de una producción estelar excesiva ya que prevalece el factor de las estrellas destructoras que de manera prematura sacrifican a estrellas madre”.

Una estrella es una pelota de gas muy comprimida a un nivel similar al que está comprimido nuestro planeta. Sin embargo la Tierra es sólida y las estrellas están llenas de gas. Este astro está tan comprimido en su centro que se hipercalienta a millones de grados y alcanza reacciones nucleares. Una estrella es un reactor nuclear natural y autorregulado. Nuestro Sol convierte el hidrógeno en helio tras una reacción nuclear, con una vida cercana a los cinco mil millones de años como fuente eficiente de energía.

El científico considera relevante este tema de la formación estelar porque arroja luces sobre el conocimiento de su origen y el de los planetas a su alrededor. Orgulloso por lo alcanzado subraya: “La principal novedad de nuestra teoría fue definir el estado físico de estas nubes que dan origen a las estrellas. Durante el siglo pasado se pensó que las nubes están en equilibrio; por el contrario están en contracción natural desde que aparecen y este fenómeno explica la forma de enjambres de estrellas”.

Vía Láctea, nuestra galaxia

La Vía Láctea es una galaxia espiral y en ella se encuentra nuestro Sistema Solar.

Contiene unos 100 mil millones de estrellas como nuestro Sol.

Es plana como un disco.

Mide unos 100 mil años luz de diámetro, con un grosor de aproximadamente mil años luz.

Es una de las más grandes: un gigantesco disco de gas, estrellas y polvo.

Hay el consenso científico de que es tan antigua como el Universo, con una edad aproximada a los 13 mil 600 millones de años.

Ubicado en su centro el agujero negro llamado Sagitario A es supermasivo, con una masa equivalente a cuatro millones de soles.

En unos cuatro mil millones de años colisionará con su vecino más cercano, la Galaxia de Andrómeda. Las dos galaxias espirales se precipitan una hacia la otra a 250 mil millas por hora.