ECOS DE LA COLISEO

Para entonces El Enmascarado de Plata había dejado de ser Rudy Guzmán.

Alberto Barranco
Columnas
Foto: Especial
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El asalto, al amparo del anonimato, salió de la zona de gayola, la zona pobre del graderío, al grito de “cómete este regalito”. La serpiente, sin espacio para calibrar su peligrosidad, cayó en la lona del ring muy cerca de los rivales a tres caídas sin límite de tiempo. El Cavernario Galindo, melena enmarañada y ojos de toro, levantó al reptil, le dio una colosal mordida… y se lo regresó al donante.

El estruendo habría empatado al provocado en el combate del siglo: Santo contra Blue Demon. Máscara contra máscara por el cinturón mundial de peso welter… y el pedestal de ídolo.

En el aperitivo El Enmascarado de Plata había derrotado a Black Shadow. La pasión, el encono había llevado al vencedor a patear en el suelo al vencido, lo que hizo enardecer al Demonio Azul, su compañero de combate, dándole un formidable empujón al agresor.

—Ya nos veremos las caras.

La cita llegó el 1 de diciembre de 1953.

Para entonces ya era leyenda la Arena Coliseo, joya mayor del barrio de La Lagunilla, cuyo primer capítulo se escribió el 2 de abril de 1943, dejando chiquita a la Arena Modelo, por obra y gracia de la Lotería Nacional con premio mayor para Salvador Lutteroth González… y elenco integrado por Bobby Arreola, Black Guzmán, hermano de El Santo, Tarzán López y Huracán Ramírez.

—¡A tres caídas, sin límite de tiempo…!

Baraja

Para entonces El Enmascarado de Plata había dejado de ser Rudy Guzmán y encerrado en el baúl su máscara de piel de cerdo, en tanto surgía la Arena México, el coloso de la doctores, con espacio para tres mil 282 espectadores incluidos el comisionado, el réferi, jueces, locutores y vendedores de cerveza.

Las placas en las paredes de la Coliseo de las calles de Perú dan cuenta de las hazañas y los héroes: La Tonina Jackson, El Murciélago Velázquez, El Médico Asesino y hasta Kid Vanegas, nieto del legendario editor Antonio Vanegas Arroyo y a quien se le atribuye el entrenamiento físico, al abrigo del cerro del Chiquihuite, de los hermanos Fidel y Raúl Castro a la par de Ernesto Guevara el Che, con proa a la revolución cubana.

La baraja entrelazaba rudos y técnicos. Máscara contra cabellera. De la terrible hurracarrana al vuelo desde la tercera cuerda. Así Mil Máscaras, cuya carrera en el ring duró más de 40 años; Atlantis, El Rayo de Jalisco, a la par del Médico Asesino, El Perro Aguayo (“Dios perdona; los perros no”), Gory Guerrero…

Si al inicio del maratón de peleas se iban espaciando los tragos de cerveza, en la antesala de la estelar se apilaba media docena para evitar el cierre abrupto del suministro. Los gritos volaban con más velocidad que los estetas: ¡Acábalo! ¡Pícale los ojos! ¡Que te diga papacito! ¡Puro teatro!

Del ring al cine. De los trancazos a los balazos y enemigos inauditos: las mujeres vampiro, el doctor Caronte, los marcianos, Drácula, la mano negra, la sombra vengadora, la bestia magnífica…

La arena estaba de bote en bote, la gente loca de la emoción…

¡Por el cinturón mundial de peso welter…!