El escarabajo de la corteza o dendroctonus mexicanus habita de forma natural en los bosques del país. Su labor es muy importante porque se encarga de eliminar el arbolado débil y dejar solo ejemplares fuertes y sanos. Sin embargo, cuando se suman diversos factores como incendios forestales, cambios en la temperatura y en la humedad del suelo, así como competencia entre las plantas por obtener nutrientes, se obtiene como resultado una plaga feroz, incontrolable y sin precedentes.
Uno de los ejemplos de este ataque es el que se presenta en el parque de San Nicolás Totolapan, una reserva natural en la alcaldía Magdalena Contreras, donde la plaga ya arrasó con 68 hectáreas, dos mil árboles han muerto alrededor y otros dos mil más están infectados.
“En la historia forestal de la Ciudad de México es un hecho sin precedentes. Cómo es posible que en 30 o 40 años esta plaga no había crecido a estos niveles y ahora sí. Algo pasa en este ecosistema”, señala Miguel Gallegos Mora, promotor de Desarrollo Forestal de la Conafor en la CDMX.
Detalla que parte de esta zona sufrió un incendio forestal en mayo de 2019. “Los árboles que estaban en el centro de ese incendio murieron por el fuego, pero los que quedaron en el perímetro fueron dañados y se debilitaron. Fue entonces que la plaga aumentó su capacidad de moverse a otros pinos y crecer a nivel poblacional”.
Al ver el peligro autoridades del ejido encargaron un estudio técnico para luego hacer las gestiones necesarias para que la Conafor, junto con otras autoridades forestales, emitiera una autorización para realizar el tratamiento fitosanitario en la zona. “A partir del 25 de agosto emitimos esa autorización y se opera de esa manera. Creamos un grupo técnico operativo, que lidera el ejido, en el que participan también Corena y Profepa”, apunta Gallegos Mora.
Pero la Ciudad de México no es la única entidad afectada. Oaxaca, Michoacán y Puebla son los estados con mayor presencia del descortezador. “Tenemos registrada una superficie afectada de cerca de nueve mil 400 hectáreas a nivel nacional. En cada una de las entidades se realiza el mismo procedimiento que aquí, se está cumpliendo con la normatividad”, indica por su lado Abel Plascencia González, gerente de Sanidad Forestal de Conafor.
¿Qué es un descortezador?
Se trata de un insecto muy pequeño de color café oscuro, casi negro, que mide entre dos y cinco milímetros. Se caracteriza por hacer galerías bajo la corteza del árbol. En San Nicolás Totolapan se encuentra en las especies de pinus tecolote y pinus montezumae.
Durante un recorrido por la zona, Wendy Berenice Carmona Pérez, asesor técnico, explica que el ciclo de vida de este insecto es muy rápido: va de los 42 a 125 días y viven de tres a cinco generaciones por año. Presenta cuatro etapas larvarias: huevo, larva, pupa y adulto.
“La forma de ataque inicia cuando la hembra pionera identifica al arbolado débil. Una vez que logra entrar a la planta genera feromonas con las que llama a los machos y a otras hembras indicando que existen las condiciones para que se desarrollen”, dice.
No obstante, estos árboles tienen una defensa natural ante esta plaga. “La resina es una defensa del pino para ahogar al insecto, todos los pinos tienen resina dependiendo de su especie y ubicación física. En este ejido las especies de pino más atacadas son pinus teocote y pinus leiophylla. Esto se debe a que crecen en un suelo delgado, poco profundo y con piedra volcánica; no hay buena humedad, por lo que producen poca resina. Si se comparan con otros pinos que crecen en sitios de mejor calidad y buena humedad, ahí sí tendrán más resina gracias al buen suelo y mostrarían buen vigor interno con buena resina para defenderse y ahogar el insecto”, explica a Vértigo Gallegos Mora.
Posterior a la emisión de las feromonas, la pionera libera esporas del hongo ceratocystis. Este ya dentro del árbol comienza a liberar micelios, los cuales destruyen los conductos del agua y los nutrientes que llevan a todo el árbol, lo cual finalmente lo mata.
Una vez muerta la planta el ciclo se reinicia cuando la hembra pionera sale y empieza a buscar otro árbol débil.
Tratamiento
Una vez que la población del insecto se convierte en plaga es muy difícil de controlar, coinciden los especialistas.
“Es una especie muy agresiva. Cuando un árbol está muy infestado bastan uno o dos meses para que el ejemplar muera. Además también genera un impacto económico negativo, ya que el control de esta plaga es muy costoso, puesto que va desde los químicos (en este caso es la Deltametrina) que se usan para eliminarlo, la cantidad de gente que se requiere para su poda, la asesoría técnica y socialmente se ve muy mal que se derriben árboles, sobre todo en un lugar con muchos turistas”, señala Wendy Carmona.
No obstante, recalca, es necesario talar los árboles muertos y los infectados para evitar que la plaga avance. “Si no se controla de forma inmediata, este bosque puede quedar devastado en un corto y mediano plazo”, alerta la especialista.
Explica que el proceso para tratar un árbol infectado inicia al identificar al ejemplar por medio de la coloración de la planta. “Los pinos con follaje amarillento, rojizo y café rojizo son los que están infectados”. Después se procede a marcarlo, cortarlo, descortezarlo y finalmente fumigarlo.
Al respecto, Plascencia González, gerente de Sanidad Forestal de Conafor, detalla que una vez que se tiene la notificación de saneamiento llegarán al lugar revisiones forestales para que se pueda hacer el derribo del árbol dañado y la extracción de manera legal del producto (madera) resultante del saneamiento, esto de acuerdo con la Ley Forestal.
Una vez que se derriba el pino, explica en entrevista la asesor técnico Sandra Lizeth Flores Ortega, se le retira la corteza al árbol, puesto que es ahí donde habita el gusano, y se hacen las trozas de la madera, todo este material forestal se fumiga y se tapa con el objetivo de que el químico actúe mejor y todos los insectos mueran.
La madera que se obtiene, agrega, se envía a aserraderos en Zitácuaro y Ocampo en Michoacán, en donde se comercializa.
“Después de que dan el permiso de saneamiento se tramitan las remisiones forestales, que es un tipo de factura que el camionero lleva para poder acreditar la legal procedencia de la madera. Al día se sacan aproximadamente 100 metros cúbicos. Con ella se pueden hacer tablas y con los trozos de menor calidad postes o polines, pero en general es madera que vale poco debido a que viene de un saneamiento”, puntualiza.
El ramerío puede servir como leña para las estufas ecológicas que se usan en el ejido: aquí todo se aprovecha.
Añade que con el dinero que se obtiene por la venta de esta madera el ejido compra el químico que se usa para detener la plaga y paga a la gente que hace la poda. “Si queda algo es para el ejido”, finaliza.