Los problemas de contaminación, escasez hídrica y sobreexplotación en varios cuerpos de agua del país ocasionan graves problemas de disponibilidad y acceso a este líquido vital. ¿Qué condiciones naturales, hidrográficas, climáticas y hasta económicas rodean a los ríos, lagos y presas del país para que se susciten escenarios adversos en la administración de sus recursos?
Sobreexplotación
De acuerdo con el estudio Los ríos revueltos, radiografía de la contaminación, Chihuahua encabeza la lista de las entidades federativas que registran más sobreexplotación de sus mantos acuíferos. Son 15 reservorios en los que la extracción del agua subterránea supera al volumen de recarga media anual.
El análisis elaborado en marzo de 2019 por los investigadores Felipe de Alba y Juana Martín Cerón, con el auspicio del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública (CESOP) de la Cámara de Diputados, destaca que el norte y el centro del país son las regiones que más sufren por el uso irracional del líquido.
Datos actualizados a 2018 por la Comisión Nacional del Agua (Congua) indican que en el segundo lugar se encuentra Guanajuato, con doce acuíferos en esta condición.
Le siguen Baja California, Sonora y Zacatecas, con once acuíferos sobreexplotados cada uno. Después están Durango con ocho; San Luis Potosí y Coahuila con siete; Querétaro y Baja California Sur con seis; Aguascalientes, Jalisco y Estado de México con cinco; Michoacán con dos, y la Ciudad de México con uno.
En entrevista Fernando González Villarreal, director de la Red del Agua UNAM y primer director general de la Conagua, explica que una de las particularidades de México es que en su zona norte se encuentran tanto la mayor parte de la actividad económica como el mayor número de la población, mientras que en el sur, “que es donde tenemos agua en abundancia, se encuentra una menor concentración de la población y también de la actividad económica. De ahí que estas circunstancia nos hagan muy proclives a tener problemas con el agua, aparte de los ya exacerbados por el cambio climático como son sequías e inundaciones”.
Agrega que la mitad del territorio nacional se puede clasificar como árido, es decir, que sus precipitaciones son escasas. “Difícilmente ahí (en el norte) podemos soportar una agricultura de temporal redituable. Esta zona coincide con la latitud de los grandes desiertos de nivel del mundo”.
Disponibilidad
Nuestro país cuenta con una red hidrográfica de 633 mil kilómetros de longitud, de la que destacan 51 ríos principales, cuyas cuencas cubren 65% de la superficie territorial continental.
Anualmente México cuenta con 451 mil 585 millones de metros cúbicos de agua dulce renovable, con la cual se deben satisfacer las necesidades de la población.
De acuerdo con la Conagua el país recibe al año aproximadamente un millón 449 mil 471 millones de metros cúbicos de agua en forma de precipitación. De esta se estima que 72.1% se evapotranspira y regresa a la atmósfera, 21.4% escurre por los ríos o arroyos, y 6.4% restante se infiltra al subsuelo de forma natural y recarga los acuíferos.
Sin embargo no todos los ciclos o temporales de agua son iguales ni traen consigo la misma cantidad de líquido, por lo que es complicado garantizar la disponibilidad entre los usuarios.
El principal uso del recurso hídrico a escala mundial, conforme a estimaciones de la FAO, es el agrícola con 70% de la extracción total. En México, de acuerdo con el reporte Estadísticas del agua en México 2018, el agua que se extrae de los acuíferos tiene diferentes destinos: uso agrícola 76.0%, abastecimiento público 14.4%, industria autoabastecida 4.9% y 4.7% energía eléctrica.
De acuerdo con el Organismo de Cuenca Aguas del Valle de México, de la Conagua, al 19 de octubre de 2020 las tres principales presas del Sistema Cutzamala (El Bosque, Villa Victoria y Valle de Bravo), que abastece a una parte de la zona metropolitana del Valle de México, tienen un almacenamiento promedio de 72.4%, ubicándose por debajo del promedio para esta fecha, que es de 85.7 por ciento.
De acuerdo con González Villarreal cuando se consume más de 80% del promedio anual de escurrimientos podemos decir que tenemos estrés hídrico severo.
Sobre la situación de los principales almacenamientos de México, la Conagua informa que al 19 de octubre de 2020 al menos 26 presas están a 100% de su llenado; 56 están entre 75 y 100%; 64 se ubican entre 50 y 75%, y once tienen menos de 50 por ciento.
“Las precipitaciones (lluvias) ocurren en forma cíclica durante tres o cuatro meses al año. Cuando esto sucede escurre la mayor parte del agua del país, es decir, en ese periodo tenemos las precipitaciones más abundantes. Estamos hablando de junio, julio, agosto y septiembre que son los meses en que se concentra un porcentaje de más o menos 2/3 partes de la precipitación en el año. No obstante las demandas por el líquido son fundamentalmente al revés, es decir, se concentran en los meses de febrero, marzo, abril y mayo. Entonces las precipitaciones y las demandas de agua no coinciden en el ciclo anual. A esto se le agrega que por ejemplo en el caso de Chihuahua esta entidad se encuentra en una zona árida donde por naturaleza son escasas las lluvias, pero ahora se acentúa más esta condición debido al cambio climático”, explica González Villarreal, también catedrático de la UNAM y actual director del Centro Regional de Seguridad Hídrica (Cershi), con auspicio de la UNESCO.
Contaminación
De acuerdo con los especialistas aunque el problema de la sobreexplotación de los cuerpos de agua se dé con mayor frecuencia en el centro y el norte del país eso no significa que el sur esté a salvo de problemas, relacionados principalmente con la alta contaminación de sus aguas.
El estudio Los ríos revueltos, radiografía de la contaminación destaca que entre los casos más emblemáticos de ríos contaminados están el Atoyac (Puebla, Tlaxcala y Oaxaca) y el Lerma-Santiago (Estado de México, Guanajuato, Michoacán, Jalisco y Nayarit). Sin embargo, destaca, este es un problema generalizado en todo el territorio nacional.
También indica que en los ríos de México se encuentran algunos metales pesados altamente tóxicos, como mercurio, plomo, cromo, cadmio y otros compuestos dañinos, como tolueno o benceno. Sin embargo, puntualiza, se desconocen con precisión la mayoría de los compuestos tóxicos (según fuente contaminante o cantidades diarias).
Al respecto el Estudio sobre la protección de ríos, lagos y acuíferos desde la perspectiva de los derechos humanos, realizado en 2018 por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), coincide al afirmar que hay “casos como el río Lerma, que por efecto de las actividades humanas (agropecuarias, urbanas e industriales) su flujo ha mermado y está muy contaminado, lo cual reduce la capacidad de uso de sus aguas para consumo humano o el riego de cultivos”.
Otros ríos con presencia de contaminación, cita el documento, son el Coatzacoalcos y el Huimanguillo, por derrame de petróleo; el Pánuco, el Lerma, el Lago de Chapala, las Lagunas de Montebello y de Baja California por contaminación de aguas residuales urbanas y/o industriales como el Atoyac. Son ejemplos de las condiciones de los cuerpos de agua superficiales afectados por el modelo de producción y consumo vigente, reforzado históricamente por los planes y proyectos institucionales.
“Creo que hemos tenido poca capacidad para controlar la contaminación en estos cuerpos de agua. A pesar de que en la mitad de los ríos en el país la calidad es excelente tenemos alrededor de la tercera parte con alguna contaminación aceptable y el resto con una muy alta contaminación. Aunque contamos con más de dos mil plantas de tratamiento la mayor parte de estas plantas funcionan mal o no funcionan”, expresa González Villarreal.
En México, agrega, tenemos una hidrología extremadamente variable y con el aumento de la población la mitad del territorio se encuentra en alto estrés hidrológico. Por eso necesitamos buscar fórmulas para poder resolver los conflictos sociales que naturalmente surgen, ya sea por falta de agua o por competencia por el agua o bien por los problemas que se derivan de la contaminación, ya sea natural o la causada por el hombre.
“Necesitamos ajustar nuestras instituciones y recursos para poder administrar y gestionar mejor las aguas nacionales para que cumplan con las medidas de desarrollo del país”, finaliza el presidente fundador del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua.
Tratamiento y reutilización
De acuerdo con los estudios consultados otro tema es el de la contaminación de las aguas que procede de fuentes no localizadas, es decir, la contaminación asociada con las actividades en que el agua residual se descarga directamente a las masas de agua receptoras, como las cañerías. De hecho las fuentes más contaminantes son las aguas residuales municipales, que se generan en casas, oficinas y en lugares públicos y se descargan a los sistemas municipales de alcantarillado.
En opinión de Federico Padilla, director técnico y de performance de Veolia México, para darle una solución integral a esta problemática se requiere que el sector público y privado estén abiertos al trabajo colaborativo a fin de mejorar de la infraestructura física e incorporación de la tecnología y de los avances científicos.
Añade en entrevista que las tendencias más recientes para hacer un manejo sostenible del agua se orientan a la recuperación o rescate del agua residual por medio de tecnologías de tratamiento avanzado para renovar ese recurso por la reinyección directa o indirecta a las cuencas hidrológicas, embalses y redes de agua potable.
“Ante los escenarios que podemos prever a consecuencia del cambio climático se hace más importante construir la resiliencia necesaria en términos hídricos, a través de instalaciones para recuperación de agua residual para reutilización en agricultura o en industria, para la liberación de fuentes naturales de agua dulce y reducción de la afectación a estas por el crecimiento industrial”, dice.
Existen múltiples ejemplos, comenta, como los de la ciudad de Sydney o el condado de Honolulu, donde se construyeron y operan sistemas de tratamiento y rescate de agua residual, dirigidos a la economía circular.
“La capacidad de la tecnología de tratamiento, acompañada del uso de la tecnología de la información y la Inteligencia Artificial permiten un control preciso de la calidad del agua como nunca había sido posible”, puntualiza Padilla.